Dana Comunidad Valenciana

Los «ángeles del trasplante» lograron llevar un órgano a La Fe la noche de la DANA

Mariaje y Juanma, una pareja de Tuéjar (Valencia) arriesgaron su integridad para llevar una donación de médula al hospital

María Jesús junto a Maximiliano, en el aeropuerto de Manises
María Jesús junto a Maximiliano, en el aeropuerto de ManisesLa Razón

Fueron ángeles en medio del caos, el desastre y el fango. Así los ha bautizado la prensa italiana. Un matrimonio de Tuéjar (Valencia), que regresaba en avión a Valencia la noche del 29 de octubre y fueron desviados a Barcelona por la tormenta, consiguió que un órgano, donado en la otra punta del mundo, llegara hasta su destino, el hospital La Fe, de Valencia, la noche de la dana. El miedo, la angustia y la profunda tristeza por las noticias que iban llegando nos les frenó para ofrecerse a llevar en su coche a un voluntario de la Protección Civil Italiana que llevaba una maletita cargada de esperanza, una pequeña nevera donde viajaba una donación de médula para una niña que la esperaba, antes de las ocho de la mañana del día 30 de octubre, en La Fe de Valencia.

La historia comienza en Zurich, donde un grupo de valencianos que habían pasado unos días de vacaciones, regresaban a Valencia en un avión de Swiss Air: «estábamos asustados, creo que éramos más conscientes de lo que estaba pasando desde allí que los que estaban en Valencia, de hecho nuestros hijos nos decían: aquí no llueve». Con miedo subieron al avión. El comandante solo hablaba en alemán, pero entre las frases de un lenguaje para ellos incomprensible oyeron varias veces la palabra Barcelona, y supusieron que el avión no iba a llegar a Valencia. Así fue. Un poco después aterrizaron en Barcelona. Allí les buscaron autobuses para ir a Valencia. Varios conductores ya se negaron a hacer el trayecto. Al final, encontraron un vehículo, pero solo un tercio del pasaje se atrevió a subir bajo su entera responsabilidad y sin garantías de llegar a Valencia.

Juanma y Mariaje : «si llegamos a Tarragona o a Castellón, pues ya haremos noche allí». Junto a ellos se subió un señor de unos sesenta años, italiano, que ya habían visto en el vuelo y que llevaba una extraña maletita de la que no se separaba. Incluso, había reservado dos asientos para llevarla siempre a su lado. La angustia del viaje, constantemente mirando al cielo y a la aplicación de Aemet, hizo que pronto iniciaran una conversación. Es entonces cuando Maximiliano, que así se llama el hombre, les comenta que es un voluntario de Protección Civil Italia y que lo que lleva dentro de la maleta es médula espinal que ha de llegar a La Fe de Valencia antes de las ocho de la mañana porque la espera una niña para un trasplante. Ahora entienden el empeño de ese hombre que desde Barcelona decía que él tenía que llegar a Valencia como fuera.

Cerca de las dos de la mañana, el autobús, que no hizo ninguna parada para aprovechar que en la mayor parte del recorrido no llovía, llegó al aeropuerto de Manises. «Entramos por una zona de carga y allí nos dejaron», comenta Mariaje. «No había nada, ni taxis, ni autobuses ni posibilidad alguna de llegar a Valencia». Además tampoco era posible mandar ningún servicio de urgencia porque estaban todos movilizados en la tragedia que a esa hora ya había cobrado forma. El tiempo apremiaba pero Maximiliano no tenía forma de salir de allí. Así que Juanma y Mariaje, héroes sin capa, se ofrecieron a intentar llevarle hasta el hospital. Pero antes tenían que conseguir llegar hasta su coche, aparcado en un solar próximo al aeropuerto y cruzar los dedos para que no estuviera flotando. Así fue, y Juanma apareció al cabo de un rato con el coche en el lugar donde esperaban Maximiliano y Mariaje, que no paraba de animar al italiano: «¡lo vamos a conseguir!».

El panorama era dantesco: «no recuerdo por dónde salimos, fuimos en contradirección por carreteras y rotondas» hasta llegar a la V-30 donde ya se veía el desastre. «Los camiones estaban en las cunetas y apenas quedaba un pasillito por donde conseguimos circular hasta que alcanzamos la pista de Ademuz», comenta Juanma. Por suerte, la CV-35 no se cortó y por allí consiguieron entrar en Valencia. «Atravesamos toda Valencia, no quisimos arriesgarnos a baipás ni a circunvalaciones». Por medio de la ciudad, los tres «ángeles», como les llama la prensa italiana, llegaron a La Fe. Y lo más importante, la «maletita» de la esperanza iba intacta con ellos. Ni el miedo, ni el caos, ni el fango amedrentó a Juanma, a Mariaje ni a Maximiliano.

Desde La Fe, la pareja valenciano marchó hacia Tuéjar en plena madrugada de la dana. «Eso fue más peligroso incluso que llegar a la Fe, recuerda Juanma». La carretera estaba poblada en algunos tramos por rocas enormes que habían caído de la montaña y que aún hoy se pueden contemplar apartadas en los arcenes. «Por Casinos, el agua que bajaba por los barrancos daba terror».

A la mañana siguiente, temprano y mientras por fin descansaban en casa, recibieron una llamada de Maximiliano: la operación había sido un éxito.

La Radio Televisione Italiana (RAI) se había hecho eco de la noticia -al igual que un sinfín de periódicos los días posteriores- y les pedían que se grabaran un vídeo explicando la peripecia. Pero el matrimonio de Tuéjar estaba exhausto, y además, en la localidad no había cobertura de móvil ni señal de internet. Mariaje tuvo que subir hacia el cementerio y buscar un aliento de señal para enviar a Maximiliano este «wasap» que reproducimos tal cual: «No me veo haciendo un vídeo, pero voy a contar un poco lo que ayer sentimos por si alguien lo quiere leer. Conocimos a Maximiliano en un autobús que nos trasladaba de Barcelona a Valencia debido a que el vuelo lo habían desviado allí por el mal tiempo. Era un grupo muy grande de personas y muchas no querían que saliéramos en ruta. Se respiraba miedo, nervisosismo, tristeza, angustia, pena... y sobre todo incertidumbre porque no paraban de llegar videos y malas noticias de lo que estaba pasando en Valencia», explica Mariaje.

«No sabíamos si podíamos llegar y cuando llegáramos, qué era lo que nos íbamos a encontrar. Conseguimos llegar al aeropuerto de Manises y Maximiliano no tenía ninguna forma de salir de allí. Todo era un caos. Él llevaba esa ‘maletita extraña’ de la que no se separaba y cuando supimos lo que era pensamos que llevaba una maleta de viaje llena de esperanza para esa familia: lo difícil que era encontrar ese donante, pensamos en nuestros hijos, nuestros amigos, nuestras familias. Nosotros solamente tuvimos la suerte de que al coche no le había pasado nada, estaba cerca y pudimos encontrar una ruta hacia el Hospital La Fe para llegar a tiempo. El verdadero héroe de esta historia es Maximiliano, mil gracias a las personas que como él entregan su vida día a día por los demás.

Aunque ayer se perdieron muchas vidas, nos alegramos mucho por haber podido ayudar a salvar la vida de esa niña que estaba esperando el trasplante. Pensemos en la sociedad que nos gustaría tener. Ser donante también salva vidas», concluye Mariaje.