
Infraestructuras
Minipresas en la «zona dana» para evitar inundaciones, 14 años aparcadas en un cajón
Los expertos en obras hidráulicas afirman que hay que tratar de frenar la fuerza del agua donde se genera, es decir, en las partes altas
de las cuencas

Casi cuatro meses después de la dana que ha devastado la provincia de Valencia, las infraestructuras hidráulicas para evitar que pueda repetirse una catástrofe similar siguen sin definirse. La prioridad ahora es encauzar el barranco del Poyo y Pozo-Saleta y desviarlo del municipio de Aldaia. Su licitación está prevista para 2025, pero no hay proyectos más allá. Los expertos insisten en que el foco debe ponerse aguas arriba.
En 2011, el Gobierno cerró una línea presupuestaria dirigida a la construcción de minipresas y ahora se han aprobado obras de emergencia para reparar en torno a «30 o 40» diques dañados. No hay nada más sobre la mesa.
En el Plan Hidrológico Nacional de 2001 había propuestos varios embalses, el de Cheste, Vilamarxant, Estubeny y Marquesado y Montesa. Su finalidad, encauzar el agua en la cuenca hidrográfica del Júcar.
El único que se mantiene pendiente de tramitación es el último. Se trata de una presa de laminación ubicada en el río Canyoles entre Montesa y Vallada. La presa de Estubeny en el curso del río Sellent y la de Marquesado para el río Magro, así como la de Villamarxant en el río Turia están descartadas. Entre todas ellas cubrirían la mitad del territorio con grave riesgo de inundación y son vitales para frenar el agua desde donde empezó a bajar el día de la dana, más arriba del barranco del Poyo.
En el Plan Hidrológico de Tercer Ciclo aprobado por el gobierno socialista en enero de 2023 hasta el año 2027, las inundaciones son el último de los quince objetivos prioritarios del Ministerio para la Transición Ecológica, que establece en ese punto que «deben realizarse planes de gestión del riesgo de inundación en tres fases», empezando por una «evaluación preliminar del riesgo de inundación» para pasar a la «elaboración de mapas de peligrosidad» y, por último, elaborar un Plan de Gestión del Riesgo de Inundación (PGRI).
Sin embargo, en este último se muestra una falta de compromiso con la inversión en estructuras que prevengan inundaciones en la cuenca hidrográfica del Júcar. Se establece un objetivo anual de gasto de 830.000 euros en ejecución de proyectos de presas. Entre los años 2022 y 2023 no se dedicó ni un euro a esta partida ni tan siquiera a hacer estudios de coste beneficio de presas, con solo 50.000 euros dedicados a redactar futuros proyectos.
Además, el Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables no designa todavía hoy como zonas potencialmente inundables aquellos municipios que se vieron arrasados en la zona alta de la dana, como son las poblaciones de Utiel, Godelleta, Turís o Chiva.
Alternativas a grandes obras
Los proyectos de presas descartados han recibido críticas tras la dana entre quienes alegan que su construcción podría frenar la catástrofe. Entre todas, la de Cheste es la que más atención mediática ha recibido.
Propuesta en 2004, estaba pensada para almacenar 8 hectómetros cúbicos, pero se acabó por descartar siete años después porque según la CHJ «suponía unos costes socioeconómicos muy grandes» y un impacto medioambiental negativo sobre la Albufera de Valencia. «No entiendo la obsesión por esta obra», afirma a LA RAZÓN el alcalde de Cheste, José Morell, que asegura que no han recibido información sobre la intención de retomar un proyecto similar.
Explica además en que a día de hoy no sería posible ejecutarla en el mismo lugar donde se planificó hace más de veinte años. «Es difícilmente viable: en esa misma zona la Generalitat valenciana está construyendo una depuradora para Cheste y Chiva con un proyecto de 21,5 millones de euros y más adelante hay una campa enorme de Ford». Añade que esta infraestructura amenazaba con aumentar los sedimentos a la Albufera, motivo por el que la Comisión Europea se pronunció en contra de su construcción.
La presa del Marquesado se preveía que tuviera hasta seis veces la capacidad de la de Cheste, 48 hectómetros cúbicos, y más incluso que la presa de Forata- la que estuvo a punto de colapsar durante la dana- de 37 metros cúbicos. Se estudió su construcción en el municipio de Turís, pero se descartó tras identificar laderas inestables y no ser «apta para la construcción de una presa de las dimensiones pretendidas». El alcalde de Turís, Ismael Corell, enfatiza que nadie le ha dicho que se vaya a retomar un proyecto de ese calibre y debería estudiarlo primero antes de poder valorarlo.
Corell asegura que la CHJ le ha comunicado que la prioridad ahora son colocar «balsas de retención», pequeños diques que puedan ralentizar el movimiento del agua. «Nos han dicho que va a agilizar el plan de canalizar el barranco de Pozalet-Saleta y Poyo con minipresas para frenar el agua».
La explicación técnica la da Antonio Dámaso Del Campo García, ingeniero forestal de la Universitat Politécnica de València. «Más que micropresas son diques que los ves encauzados en cauces, barrancos, tienen variaciones en la denominación, también se pueden llamar albarradas». Apunta que la filosofía de estas obras es atacar el problema donde se genera, en las partes altas de las cuencas. «Si tú al enemigo lo combates antes de que se organice, cuando el agua aun discurre en pequeños flujos, puedes paliar o menguar mucho un caudal que se vaya generando», añade.
Este ingeniero asegura que han calculado que una buena restauración hidrológico-forestal podría haber reducido en hasta un 40% la magnitud de los caudales al haber frenado el agua en origen y evitar que se acumule mucho lodo y sedimento que alimenta la destrucción. El problema es que no son obras puntuales y pueden tardar «varias décadas» al estar basadas en la naturaleza. «No venden mucho políticamente porque no se inaugura un pantano ni son obras muy visibles como una presa en un punto concreto».
Unos «corredores verdes» que, sin embargo, no pueden ejecutarse en todos los puntos del cauce. «Donde no cabía se recurrió al encauzamiento con una balsa de laminación, por ejemplo entre Aldaia y Alaquàs», explica Félix Francés, catedrático de Ingeniería Hidráulica de la Universitat Politècnica de València (UPV), que insiste como su compañero en que las soluciones basadas en la naturaleza son las mejores para no llenar de sedimentación la Albufera y asegurar el plan contra inundaciones a 500 años establecido en el Plan de Acción Territorial Contra Inundaciones de la Comunidad Valenciana (Patricova). Francés pide que no se hagan grandes obras «deprisa y corriendo» que pueden ser un error en el futuro. «Tras las lluvias del 82 se hizo el embalse de Escalona que se sabía que era inútil. Es mejor empezar por cosas muy claras como el tramo final del barranco de la Saleta desde Aldaia hasta el nuevo cauce».
La complementariedad entre «hormigón y pinos» es algo que ayudaría a evitar la tragedia, pero «el riesgo cero no existe» como avisa Francés, algo en lo que coincide su compañero Dámaso del Campo, «con la magnitud de las lluvias que fue, el agua no la frena la restauración ni una gran presa. Es como ir con un coche súper seguro, puedes llevar el cinturón pero si vas a 300 kilómetros por hora te vas a matar».
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