
Dana
El tiempo detenido: todavía hay coches y lodo acumulados en garajes un año después de la dana
Vecinos de Aldaia critican la tardanza para arreglar el montacargas y poder así sacar los vehículos y limpiar un sótano lleno de barro

El patio del número 38 de la avenida Miguel Hernández de Aldaia sigue desprendiendo un fuerte olor a humedad. En cuanto entras, uno percibe que algo no va bien. Si bajas unas escaleras al primer sótano, tienes la respuesta. En esta vivienda todavía hay cuatro coches que no han visto la luz, uno en el primer sótano y otros tres en el segundo subsuelo.
El acceso al garaje es por un montacargas que hasta hace apenas una semana había quedado hundido, atascado y que por el momento sigue sin visos de repararse. "Nos han dicho que va para largo", avisa Elsa Sánchez, que aún no ha podido estrenarlo.
La joven firmó su entrada a la vivienda la misma mañana del 29 de octubre, pero no llegó a meter su coche en el garaje. Y menos mal. "Yo que nunca había podido guardar mi coche en un garaje antes y tenía ganas y mira, un año casi sin utilizarlo", ríe resignada.
Unos mosquitos sobrevuelan en un entorno del todo insalubre con el que conviven los vecinos de quince viviendas que reclaman una solución por el fuerte olor. Allí, el tiempo es como si se hubiese detenido en el 29 de octubre. Los militares de la UME ayudaron a retirar todos los enseres que había en los trasteros y semanas después con una bomba de agua vaciaron el garaje, pero dentro ha quedado una escena apocalíptica.
Más de un centenar de cubos de lodo todavía mojado que tan solo pudieron sacar de debajo del montacargas la semana pasada una empresa especializada en aspiración de lodos. Con maquinaria la levantaron y pudieron colocar unos puntales bajo. No fue fácil, el aceite se quedó embarrado y hubo que comprar cien litros para engrasar y "subirlo un poco". "Sacaron 24.000 litros de agua con barro", dice Elsa, que mira los cubos sabiendo que nadie les ayudará a retirarlos. Ahora esperan poder sacarlos cuanto antes, pero no saben dónde los llevarán ni tienen instrucciones.

El alcalde de Aldaia, Guillermo Luján, visitó esta semana el edificio para conocer la situación e intentar mediar. En el municipio se conocen al menos tres casos, y en uno de ellos un tornero de Torrent ha conseguido elevar el montacargas y poder sacar los coches que todavía yacían allí. Luján les ha puesto en contacto para ver si es posible repetir la operación.
Al alcalde también le comentaron el problema de que les han seguido cobrando el vado municipal de un garaje en el que no pueden aparcar, y encima con recargo tras cambiar de administradora de la finca, que no lo había depositado, algo para lo que el consistorio les ha asegurado que van a "mirarlo" buscando una solución.
Más de un año de espera
La junta de vecinos donde se decidió tratar el presupuesto fue el 5 de diciembre de 2024. La comunidad aprobó un presupuesto de 103.000 euros para todos los arreglos, y acordaron una derrama para adelantar dinero a la espera del Consorcio. "Fueron 1.200 euros para ir arreglando la puerta del patio y lo del ascensor", asegura Elsa, que dice que ahora ya han cobrado el dinero de las indemnizaciones pero todavía no han venido a arreglarles los desperfectos.

Las empresas de ascensores alegan que el ritmo se ha ralentizado debido a que los ascensores que quedan por arreglar son los más complicados, y un montacargas es de los más delicados. "El sector pensábamos que íbamos a acabar a final de año, pero nos hemos encontrado con que se han quedado muchos presupuestos por aceptar antes de verano y con vacaciones y todo, ha pegado un salto", asegura Emilio Carbonell, administrador general en Ascensores Carbonell y presidente de Ascencoval, la patronal de los ascensores.
Un año después, Elsa tampoco ha podido estrenar el ascensor y sigue subiendo los cinco pisos a pie. Tras meses de lucha y un cambio de compañía ante los constantes problemas, les instalaron una nueva cabina, pero cuando iban a ponerla en marcha se dieron cuenta que el ascensor sólo funcionaba con mínimo dos personas de peso, una situación extraña que requiere una reparación, y todavía hoy están a la espera. Una espera que empieza a ser desesperante un año después de la riada.
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