100 días de huelga: dos españoles en la crisis de Hollywood
Cuando se cumplen 100 días de paros, LA RAZÓN entrevista a dos guionistas, testigos directos de la peor crisis que recuerda la Meca del cine
Nueva York Creada:
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A los guionistas Pablo Riquelme y Borja Moreno los unió la mágica casualidad de Hollywood en Los Ángeles (California), hace 9 años. «Estábamos en el patio de una residencia universitaria, hablamos y vimos que teníamos el mismo estilo cinematográfico. Así que decidimos ‘‘team up’’ (hacer equipo)». Lo que nunca imaginaban es que su primer guion juntos iba a llamar la atención del escritor y director de cine, ganador de la Palma de Oro en Cannes, Gus Van Sant (la mente detrás de películas como «El indomable Will Hunting»). A partir de ahí, todo han sido éxitos, algunos de los cuáles han podido disfrutarse en plataformas como Netflix, Amazon Prime Video o Paramount+.
Con lo que tampoco contaba esta pareja de guionistas es que los obstáculos a los que enfrentarían se iban a fraguar dentro de la propia industria. Desde que comenzó la huelga de escritores (y ahora también actores) en Hollywood, hace hoy 100 días, han tenido que pisar el freno en varios proyectos cinematográficos. «No nos queda otra que apoyar la huelga porque todo está parado. No podemos reunirnos con los productores de los proyectos, ni con los guionistas o con los directores de esos proyectos afectados», explica el director alicantino nacido en Orihuela, Pablo Riquelme, a LA RAZÓN desde Los Ángeles.
«Un miedo que existe es si se retomarán esos proyectos donde los hemos dejado o desaparecerán. Eso no lo sabremos hasta que acabe la huelga». Su suerte ha sido la proyección internacional que ambos poseen, porque les ha permitido seguir avanzando en otra dirección, hacia Europa. «No podemos paralizar los proyectos que no tienen nada que ver con el mercado americano porque la revisión de las condiciones que han provocado la huelga sólo tiene sentido aquí, en América. Se están discutiendo las garantías laborales de la industria americana, que no tiene parangón con las industrias audiovisuales del resto del mundo», explica a este diario el director mallorquín Borja Moreno.
Los guionistas detuvieron sus plumas hace ya un centenar de días, y el pasado 14 de julio se unió a la protesta el mayor sindicato de actores y actrices (SAG-AFTRA). Es la primera huelga conjunta en los últimos 16 años, y las consecuencias son cuantiosas, en todos los sentidos y entornos. Más de 160.000 profesionales «hollywoodenses» están haciendo malabares para sobrevivir. Si la situación no se soluciona rápido, muchos van a tener que buscar otros empleos, algo que en Los Ángeles suele pasar por ocupar posiciones temporales en bares y restaurantes mientras haya trabajo, por lo que esta solución tiene poco recorrido. Por eso, reconocidas estrellas como Jennifer López y Ben Affleck, Julia Roberts, George Clooney y nueve celebridades más han donado cerca de 15 millones de dólares para apoyar a los afectados por la huelga.
Las cadenas de cine también temen el derrumbe de sus taquillas, porque tras el exitazo de «Barbie» y «Oppenheimer» no hay programado ningún otro gran estreno. En la última huelga conjunta (2007), las pérdidas económicas, solo para los cines californianos, fueron de alrededor de 1.800 millones de euros. La gran preocupación es que esta situación se alargue hasta el Día del Trabajo, una fiesta nacional que se celebra el primer lunes del mes de septiembre. De ser así, el problema sería aún mayor, porque se comprometería el inicio de la temporada de otoño y los muy necesarios ingresos en publicidad, que al fin y al cabo permiten que los sueños e ideas lleguen a la pantalla.
Muchos tienen sus esperanzas puestas en la reunión que tuvo lugar el viernes entre ambas partes para retomar las negociaciones. Es importante, explica Riquelme a LA RAZÓN, pero no a cualquier precio. «Es peligroso no llegar a un acuerdo pronto, sí, pero también es peligroso continuar sin revisar las retribuciones de un modelo de mercado que ha cambiado muchísimo con la llegada de las plataformas». Por su parte, la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, calificó «la reapertura de las comunicaciones» como un «desarrollo alentador», sobre todo por el impacto negativo que está teniendo en «nuestra economía y muchos miembros de nuestra comunidad».
De nuevo, como en la pandemia - Por Matías G. RebolledoAproximadamente, el 0,01% de los beneficios repartidos en el último curso. Eso es lo que le costaría a una productora como Warner Bros. acabar con la huelga. Pero no tiene pinta de que la codicia de la patronal de Hollywood vaya a tener un límite inmediato o repentino, por lo que los paros que llegan hoy al centenar de jornadas amenazan con poner en jaque todo el resto del año cinéfilo, festivales incluidos. La primera gran cita afectada será el Festival de Venecia, a celebrarse a finales de este mes, y que ya ha perdido su película inaugural. «Challengers», de Luca Guadagnino y protagonizada por Zendaya, ha decidido cancelar su puesta de largo en el Lido por cuestiones publicitarias: sin que el director o sus celebridades puedan pasearse por la alfombra roja, no tiene demasiado sentido utilizar el gran foco que sigue siendo el festival italiano. Algo parecido ha ocurrido con la pomposa gala de los Emmy, los premios más importantes de la televisión americana. Dadas las nominaciones, era de esperar que la ceremonia se celebrase en la primera quincena de septiembre, cita ya cancelada por la organización al ser imposible contratar guionistas para escribirla. En el horizonte, ya hay quien sugiere que los Premios Oscar pueden seguir el mismo recorrido, si es que no se llegara a un acuerdo antes de fin de año. Así, y como si estuviéramos de nuevo en pandemia, el mundo del cine vuelve a someterse a un test de estrés empujado por los dividendos de unas juntas de accionistas a las que poco les importa el arte. El infame «negociaremos cuando la gente empiece a perder sus casas», que trascendió de la primera reunión entre el sindicato de guionistas y la patronal de Hollywood, cada vez se vuelve más grave. Y nuestro país, por supuesto, no se escapa a ello, con los distribuidores tensos por la estrechez de miras de los estudios cancelando estrenos y festivales, como el de San Sebastián, pendientes de la disponibilidad de las estrellas.
En la reunión del viernes, posiblemente se usó muchas veces la palabra «streaming». Se ha convertido en una piedra en el zapato para muchos trabajadores de la industria cinematográfica. «Ahora nos pagan poco», explica Riquelme, pero es que además «no sacamos ‘‘royalties’’ de los productos que se van a ‘‘streaming’’, que suelen el 90%». Tampoco se están respetando los «tan necesarios» pagos residuales, es decir, las comisiones por el uso repetido de un trabajo. Moreno explica a este diario que es realmente importante que estos pagos se negocien en las reuniones, porque «durante años, éste ha sido uno de los pilares fundamentales sobre el que actores, guionistas y directores hemos construido la base de una retribución que compensara la falta de estabilidad laboral en el negocio. Y tiene un porqué: mientras alguien haga dinero con nuestro contenido, el creador de dicho contenido debería seguir beneficiándose de dicha explotación».
Aun así, el mayor enemigo de Pablo, Borja, los guionistas y actores y actrices en todo el mundo posiblemente sea la novedosa Inteligencia Artificial. Moreno asegura que no se trata de ciencia ficción y «una vez se abra esa puerta, no seremos sólo los guionistas los que nos plantemos. Vendrán los abogados, los médicos, etc. De hecho, ya hemos firmado algún contrato con compañías que han utilizado inteligencia artificial para redactar dichos contratos. Te hace plantearte para qué estudiar una carrera de derecho, ¿no?». En los últimos meses se han hecho públicas varias denuncias de actores que aseguran que les han pedido escanear su cara y ceder sus derechos para utilizar su imagen con Inteligencia Artificial ilimitadamente a coste cero. Para poner este dato en perspectiva, es bueno recordar que en EE. UU. la mayoría de los profesionales de la industria del cine, salvo destacadas estrellas, tienen contratos temporales o como «freelance», por lo que suelen asumir el pago de sus seguros médicos, que por lo general no bajan de los 26.000 dólares anuales, unos 23.500 euros. Así que otro miedo latente es que el trabajo hecho o negociado hasta ahora caiga en saco roto. «El miedo a que se pierda interés debido al parón de estos meses es grande. Nunca se sabe», reconoce Riquelme, «lo que sí sabemos es que nadie puede quitarnos las ganas de escribir, y para cuando salgamos de la huelga, ya sea para retomar proyectos o para presentar otros nuevos, nosotros estaremos preparados. Como siempre».