Los «Renacidos» dan las gracias al Padre Pío
El periodista José María Zavala estrena este viernes su segundo largometraje acerca de los testimonios de aquellos que encontraron refugio en la figura de este sacerdote capuchino
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Hay personas que refugian la libertad de sus miedos en la práctica de actividades terrenales como la lectura, el baile o el tabaco. Otras son capaces de abrazar algo tan intangible y personal como la fe para tratar de encontrar respuestas a preguntas que nunca supieron contestar. Anteponiéndose a la rendición de un bohemio maldito como Baudelaire y a la seguridad rotunda de que el deseo eterno de entregarse a los placeres mundanos le mantendría siempre lejos de la mirada de Dios, José María Zavala asegura con firmeza que su inesperada conexión con lo divino cambió su vida para siempre. Nacer en el seno de una familia cristiana de las de misa y comunión diaria, debería haber predispuesto a este periodista y escritor madrileño al establecimiento de una conversación con el todopoderoso casi desde el principio. Sin embargo, Zavala indica que estuvo alejado del mundo espiritual un tiempo "hasta sumirme en el abismo", porque aunque "materialmente lo tenía todo", –incluyendo reconocimiento profesional, recorrido televisivo, buen status social, buen sueldo, buen coche, buena casa–, realmente "estaba vacío, completamente vacío".
En el año 2008 se obra el milagro. Después de ver una película con su mujer Paloma en casa de unos amigos sobre la vida del Padre Pío, un sacerdote capuchino canonizado por Juan Pablo II, Zavala se sintió lo suficientemente intrigado por esta figura como para viajar a San Giovanni Rotondo, entrevistar a un sacerdote que estuvo 21 años al lado del "gigante de la santidad" y terminar confesándose con un obispo jubilado argentino después de trece años sin pisar un depositario de pecados similar. Esta jornada de descubrimiento sirvió para regar la semilla de creación de "El misterio del Padre Pío", la primera película de su faceta cinematográfica que consiguió convertirse en la más vista de toda la historia del Festival Internacional de Cine Católico de Estados Unidos y que ahora ha encontrado una litúrgica continuación en «Renacidos», el segundo largometraje del periodista que se estrena mañana.
25 voces en una
Milagrosos testimonios de múltiples devotos, relatos detallados de conversiones repentinas, anécdotas de peregrinaciones y narraciones personales del camino recorrido hasta la revelación luminosa del Padre Pío, articulan la intervención de las 25 voces que conforman esta cinta documental cuyo principal propósito es, en palabras del escritor, «hacer bien a la gente». Desde un joven estudiante de dietética de padres divorciados que un buen día decide cambiar la senda «corrompida» del humo de la marihuana, la «impureza» capilar de sus rastas y la tentación nada «puritana» de los acordes de la guitarra de Kurt Cobain por la doctrina católica, un bautismo tardío y la paz de las palabras del Padre Pío, hasta un químico, Silvio Causo, que tras leer el «Cuaderno del amor» de Luigi Gaspari (uno de los hijos espirituales del Padre Pío) en 1974 consiguió darle sentido a un concepto, el del amor, tan confuso como interpretable: «Creo en la existencia de un Dios que verdaderamente nos ama, como una madre puede amarnos, como un padre puede amarnos. De un Dios que nos hace sentir su calor como puede hacer sentir su calor un hombre que ama», señala emocionado en uno de los momentos testimoniales más sentidos de la cinta.
Apoyándose en una dirección de fotografía que corre a cargo de Vicente Gayo, una ambientación musical con tintes celestiales de la que se ha ocupado personalmente Javier de la Cruz y una producción detrás de cuya dedicación y entrega se encuentra la figura de su mujer, Paloma Fernández, Zavala vertebra el relato de un camino, mejor dicho, el de muchos, apto para todos los públicos pero especialmente enfocado a todas esas almas de sensibilidad católica cuyas apetencias, lejos de parecerse a las del poeta maldito, se acercan de manera generosa y opcional a una entrega total de la capacidad de amar.