Alfonso: un retrato de la España del siglo XX entre padre e hijo
Una muestra en La Fábrica reúne una veintena de imágenes que dan testimonio de los cambios políticos y sociales de la época, así como de las innovaciones en fotografía
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Verano de 1935. Los madrileños alivian el calor con un chapuzón en el río Manzanares y, para inmortalizar el momento, un grupo de ellos pide a un fotógrafo minutero –de los que llevan una cámara de cajón– que les retrate. Pero antes de que éste comience su trabajo llega otro fotógrafo que distrae la atención del grupo y captura toda la escena, incluida la cara de sospecha del retratista original que, con los pantalones remangados y la mano dentro de la caja de la cámara, espera su turno.
La imagen está firmada por el estudio Alfonso, lo que quiere decir que la podrían haber hecho Alfonso Sánchez García o Alfonso Sánchez Portela, su hijo. En realidad, es probable que corresponda al más joven de los dos, que por entonces ya hacía fotos más dinámicas gracias a una cámara de 35 mm. Pero la confusión es común: muchos son capaces de reconocer imágenes icónicas de Alfonso –la de la proclamación de la Primera República, por ejemplo–, aunque sin distinguir cuál de los dos es su autor.
«Alfonso es una marca que aporta el conocimiento técnico del padre y la agilidad y el concepto periodístico del hijo», explica el también fotógrafo Chema Conesa, comisario de la primera muestra comercial del dúo que inmortalizó el espíritu español de la primera mitad del siglo XX.
Sánchez García, que entró como aprendiz en un estudio de fotografía cuando era adolescente, «y prospera tanto que llega a comprarlo y a poner su propio taller», era un premiado maestro: «Lo que entonces se llamaba arte fotográfico estaba más cercano a la alquimia. El fotógrafo era alguien que tenía misterios que resolver en el cuarto oscuro», asegura Conesa. Al hijo, por su parte, lo describe como «el típico chico listo que aprende el oficio y, al mismo tiempo, dice: “Vamos a ser más audaces, vamos a contar cosas que no se han contado”».
Revolución periodística
Y así lo hizo. De los retratos en el estudio y las fotos oficiales de autoridades que vendían a los periódicos pasaron a inmortalizar momentos de la vida cotidiana: un domingo de picnic en Casa de Campo, un grupo de bailarines en una fiesta popular, un partido de fútbol entre el Barcelona y el Celta de Vigo... imágenes que además de retratar al país de entonces dan testimonio de la revolución que estaba ocurriendo en el fotoperiodismo, que sacaba provecho del tamaño reducido de las cámaras.
"Antes, la fotografía de prensa era oficial, bendecía el poder, era todo rigidez. Pero luego sucede algo parecido al gran cambio que ocurrió en la pintura del siglo XIX al XX, cuando el caballete sale a la calle. De hecho, eso sucede porque ha nacido la fotografía. En periodismo, mientras tanto, se adoptan técnicas nuevas de mayor rapidez y,a partir de los años treinta, con cámaras cada vez más ligeras", explica el comisario
En la muestra también se incluyen retratos de "antes" –Sorolla en su taller, Antonio Machado en el café de las Salesas, Valle Inclán en el Paseo de Recoletos, Ramón y Cajal en una clase de anatomía–, imágenes que, en palabras de Conesa, reproducen los cánones de la iconografía clásica. No por ello son menos impresionantes.
La Guerra Civil, en cambio, se ha quedado por fuera. No por falta de fotos (Alfonso hijo hizo muchísimas) sino porque «esta es una exposición para recordar lo bello y no lo desastroso», según Conesa. «Después de la guerra se produce la gran ruptura: les prohíben hacer fotografías para Prensa y les condenan a trabajar solo en el estudio», afirma el comisario, y añade que las creencias políticas de padre e hijo no evitaron que en aquellos años realizaran retratos de, entre otros, Millán-Astray y del propio Franco.
Dónde: La Fábrica. Calle de la Alameda, 9. Madrid.
Cuándo: desde hoy hasta febrero de 2020.
Cuánto: entrada gratuita.