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Crítica de Ópera: Farinelli resucita

El "Farinelli" (1994) de Gérard Corbiau
El "Farinelli" (1994) de Gérard CorbiauLa Razón

Reparto: Maite Beaumont, Rodrigo Esteves, Emilio Gutiérrez Caba, Nancy Fabiola Herrera. Dirección: Guillermo García Calvo. Coro y Orquesta del Teatro de la Zarzuela. Teatro de la Zarzuela.

Empezaba el siglo XX y los compositores españoles estaban desesperados porque su música no llegaba al Teatro Real y cuando lo hacía no era en las condiciones adecuadas y comparables a las de sus compañeros italianos. Ricordi y otras editoriales extranjeras mandaban en los teatros, permítaseme una comparación: como ahora los agentes artísticos, pero de otra forma- y no les interesaba que se programase nuestra música porque no veían su futuro internacional. Por ello se decidieron a construir un local para sus obras y en 1902 se inauguró el Teatro Lírico de Madrid impulsado por el empresario vasco Luciano Berriatúa –¿sería esto posible hoy?– que contaba con 80 atriles, 70 coristas y 24 bailarinas y una capacidad para unos 2.900 espectadores. Tuvo corta vida, pues se incendió en 1920 y, lo que quedó, es hoy el Consejo General del Poder Judicial. Lo dirigió Ruperto Chapí y en él rápidamente se estrenaron «Farinelli» de Bretón, «Raimundo Lulio» de Ricardo Villa y «Circe» del propio Chapi, que también recuperará próximamente la Zarzuela. Las tres se perdieron muy rápidamente en el olvido a pesar de su éxito inicial. Bretón fue quizá nuestro operista más relevante. Cada una de sus obras –«Los amantes de Teruel», «La verbena de La Paloma», «La Dolores»– mantienen estilos diversos, pues hay poco parecido entre unas y otras. No esperen por tanto que este «Farinelli» se parezca a alguna de ellas.

Bretón se encontraba en la encrucijada de tener que estrenar algo que compitiese con los italianos del Real y, al mismo tiempo, mantuviese carácter español. Con Juan Antonio Cavestany pergeñaron una historia algo acadabrante sobre el célebre contratenor en un prólogo y tres actos, de unas dos horas, y una música continua. No acertó en el prólogo y el acto primero, pero mostró su genio ya que indudablemente hay que tenerlo para escribir más de una hora sin apenas una melodía y todo recitado. Por cierto, se dice que una mini aria del tenor es casi igual a la de Strauss en «El caballero de la rosa». Bueno, ni las circunstancias de cada aria en cada composición son las mismas y apenas las unen unos acordes. La de Bretón es nueve años anterior a la de Strauss.

Tras el relativo interés de la primera parte, que se cierra con un concertante de discutible enjundia, llega una segunda de mucho mayor peso, con un segundo acto importante y un tercero bien resuelto. En el segundo arias para sendas mezzos –curioso una obra dominada por dos mezzos– y un amplio dúo entre ellas y en el tercero más de ambas y otro concertante ya mucho más inspirado. Gusta la segunda parte al público. Guillermo García Calvo se estrena en el teatro como su director musical con mucho control de la situación, quizá hasta excesiva de coro –tiene bastante que cantar– y orquesta con buenas prestaciones. Contrastan las voces de sendas mezzos, con más poder sonoro y terciopelo vocal Nancy Fabiola Herrera, ambas impecables musicalmente y una Maite Beaumont –¿será posible que sea su debut en el teatro?– con buen gusto y musicalidad. A buen nivel el resto del reparto, con mención especial al jovencísimo tenor mexicano Leonardo Sánchez, de voz con posibilidades. Emilio Gutiérrez Caba hace de relator entre unas partes y otras. Una recuperación en concierto interesante y bien servida, que encandila a los espectadores en su segunda parte.