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Antonio Vega definitivamente

Conocimos al chico triste y solitario, pero siempre hubo otro alegre y sociable. El documental «Tu voz entre otras mil» rastrea en la vida del malogrado poeta de Nacha Pop 
larazon

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En la parte de atrás del velatorio, hacía unas horas que se marchó Antonio Vega. Para nosotros, ya dos años. Miles de madrileños se acercaban a despedirle, había fotos, guitarras, flores... Mientras, en el precioso patio del Palacio de Longoria, la trastienda de la capilla ardiente del cantante, descansaba la familia, los amigos más cercanos, los músicos que le habían acompañado durante muchos años. Contaban historias de un Antonio diferente, deportista, alegre y familiar. Miles de anécdotas. Reían sin parar. «Yo les escuchaba y no podía creerlo. Pensaba que siempre se había retratado su imagen más oscura y atormentada, y las adicciones, que las tenía; eso nadie se lo ha inventado. Pero faltaban muchas cosas», cuenta Paloma Concejero, que desde entonces trabaja en el documental «Tu voz entre otras mil», la luz interior del poeta.
El coeficiente de Einstein
«Antonio tenía una parte cómica muy acentuada. En su despiste, en esa vida de genio en las nubes, le pasaban cosas increíbles. Todos los días le decía a alguien: "No te vas a creer lo que me ha pasado''. Y todos le creían porque han salido anécdotas de todo pelaje», dice la directora. Y le pasaban cosas especiales porque él era un chico fuera de lo común. «Su madre, en un momento de su vida en el que no veía muy claro por dónde llevar la educación de su hijo y sentía que no le entendía demasiado bien, lo llevó a un centro especializado. Le hicieron pruebas y le dijeron que no podían darle la enhorabuena. Que Antonio podría ser una persona complicada de llevar», cuenta la directora. Su coeficiente intelectual era de 168, el mismo que Einstein. Antonio Vega no leía novelas. Bueno, algunas novelas sí, las que manejaban los términos de sus pasiones: la física y la arquitectura. Arthur C. Clarke, Isaac Asimov, Umberto Eco... «El día que descubrió a Einstein le cambió la vida. Él solía decirlo. Era muy frecuente verle en casa leyendo esos enormes manuales teóricos. Se disparó su imaginación y su forma de ver el mundo por medio de la física, la astronomía, todo lo que tenía que ver con el cosmos», señala Concejero.
Los números estaban en su cabeza, y aplicaba las matemáticas a la forma de escribir. Unos de sus versos más bonitos dice: «Y es que no hay nada mejor que imaginar, / la física es un placer. / Es que no hay nada mejor que formular, / escuchar y oír a la vez. / Mide el ángulo formado por ti y por mí, /es la solución a algo muy común aquí». También decía que aplicaba teorías de arquitectura para escribir. Intentaba definir algo de alguien a través de su entorno. Concejero ha ido recogiendo miguitas por todas partes, recuerdos que componen la personalidad arrolladora y la profundidad de su inteligencia. Sin destriparlos, algunos de sus momentos más divertidos estaban en pequeñas excentricidades. Se aficionó a las tiendas de segunda mano. Se presentaba en casa con cualquier cosa. «Una vez trajo una ballesta que jamás utilizó, claro. Los regalos que hizo durante su vida eran así: chorradas, pero con explicación. Tenían sentido y retrataba con ellos a sus amigos, que además se morían de la risa».
En realidad, el documental es un intento por devolver las canciones a la vida de Antonio. «Porque todo el mundo cree que hablan de uno mismo, que son las bandas sonoras de la propia vida. Pero hemos descubierto que cada canción lleva trozos físicos suyos, carne viva. Los que lo vean van a entender en qué momento fueron compuestas y por qué». Por alguna razón, Concejero creía que en algún sitio tenía que haber material grabado. «Encontramos unas cintas de Súper 8 grabadas por su padre que son geniales. Tenía alma de reportero. Grababa las calles, el chiringuito de verano... Son una parte fundamental, aunque hay más que no quiero desvelar, pero tiene mucha fuerza», dice. Amigo de cualquiera El metraje se divide por capítulos, y algunos de ellos, los que entran en zonas más contadas, están sin desarrollar. El material recopilado ha ido surgiendo, «miguitas de unos que llevan a otros», por los que le rodeaban. «No sé si finalmente dejaremos que alguna celebridad se asome [el documental está en fase de montaje]. Porque los personajes de la Movida han hablado cien mil veces de Antonio y hay otra gente más interesante, porque se acercaba a cualquiera que para él tuviera interés, cualquiera que despertase su curiosidad, sin reparar en si era el barrendero. Era un observador de la conducta humana y no fallaba. Sabía bien a quién elegía para estar a su lado».
El capítulo dedicado a sus grandes amores, Teresa (su mujer y su viuda, nunca llegaron a divorciarse) y Marga, se trata con terceros, a pesar de la intensidad de sus sentimientos, que quedan probados con las cosas que les escribía. En especial de Basilio, su compañero durante muchos años, y de otro amigo que vivió sus relaciones en primera persona, conviviendo. Antonio se presentaba como monógamo, un bicho raro en los años de descontrol de la Movida. «Él era de los más guapos de los que por allí se juntaban; todos iban buscando ligar como locos y mientras, él perdido con mal de amores. Se debía de sentir un poco el tonto...», dice con cariño. Ni de Madrid ni de esa década guardaba malos recuerdos, a pesar de las adicciones. Vivían intensamente y algunos se quedaron ahí. Y él no pudo o no quiso salir, eso quién lo sabe. «Muy pocas veces le oyeron recuerdos pesimistas. Recordaba sus escapadas a la Pedriza y los Picos de Europa. Y lo importante que era el mar para escapar».
Finalista de salto y jugador de rugby
Toda su banda y su familia estaban a pie de cama mientras él se marchaba y recuerdan momentos emocionantes. «Ni un solo reproche. Él era divertido y generoso, y quiso mucho a los que estuvieron cerca. Aguantó la mala vida porque era muy fuerte. Fue finalista en un campeonato de España de salto de longitud y jugó al rugby con Arquitectura», dice Concejero, que cuenta cómo escribía «dedicatorias preciosas incluso a quienes apenas conocía. No firmaba un "con cariño''». Por eso, para ella ha sido fácil encontrar personas dispuestas a compartir sus recuerdos. «Nos decían: ‘'Por Antonio, lo que sea''. Nos ha llegado cariño y emoción, pero el mérito es de Antonio». En la imagen, Vega con su pareja, Marga.