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Calamaro, medicación sin receta

El argentino, mercurial como es su esencia, seduce a Las Noches del Botánico

El argentino Andrés Calamaro, ayer, durante su presentación en el festival Las Noches del Botánico de Madrid. Foto: Jesús G. Feria
El argentino Andrés Calamaro, ayer, durante su presentación en el festival Las Noches del Botánico de Madrid. Foto: Jesús G. Ferialarazon

Apareció entre gritos de "torero, torero", brindando su aparición al público con un saludo de matador. Andrés Calamaro tiene en Madrid su casa y su "Alta suciedad", que habla de un chico malo que no se sabe comportar. Un poco como él, la verdad. La noche era sofocante y el viento permitía torear en los medios, cargando la suerte, como dice el título de su último disco. Prometía faena grande la de su aparición en Las Noches del Botanico, y así fue.

"Verdades afiladas"también parece una canción autobiográfica sobre su tendencia a la honestidad brutal, pero Calamaro esperó para dirigirse al público. Con "Clonazepam y circo", un tema que relata una vida en el filo (¿ficción o realidad?), por fin dijo gracias, pero se dejó llevar por los coros del público y arrancó con "A los ojos", que acabó con cánticos futbolísticos a su figura, la del Maradona de la canción, capaz del éxtasis y de lo disfuncional con idéntico arte y afán, como las dos caras de la misma moneda. De su último disco, que no es lo que el público quería escuchar, hubo pinceladas, como "Tráfico lento", y se notó en la conexión con la audiencia. En los últimos años, Calamaro ha publicado trabajos como las "Romaphonic Sessions", "Volumen 11"o "Bohemio", menos celebrados entre sus seguidores, pero todo queda en el olvido si se decanta por "La parte de adelante"de su obra maestra, el inagotable "Honestidad brutal", que cumple 20 años y que bien habría merecido un concierto monográfico de cumpleaños. Pero en lugar de hablar, como mordiéndose la lengua entre canciones, Calamaro jugaba con su mesita de mezclas metiendo "samplers"de voz (que procedían de delirantes y solemnes discursos de la Cuba comunista) y alguna ráfaga de guitarra pregrabada (de ACDC, por ejemplo).

Los devotos de la religión calamariana esperaban algún guiño, una de sus parrafadas. Porque al argentino se le quiere por sus canciones y por su personaje, capaz de equivocarse con un portazo y pedir perdón luego con clase. En suma, capaz de cometer nuestros errores pero un poco mejor que nosotros. Hacer del exceso verbal y vital un modo de vida es algo con lo que más de uno se puede identificar. Durante la primera hora de su espectáculo, se limitó a las canciones ("Algún lugar encontraré", "Cuarteles de invierno", "Las oportunidades") y no era poca cosa, pero tanta contención dejaba a la audiencia tan descuadrada como "Falso LV": con los brazos colgando a los lados del cuerpo. Apareció Coque Malla para "Tuyo siempre"y Calamaro tomó la palabra... Para homenajear al gran escritor Juan José Saer. Evitó los discursos políticos y las polémicas, pero Calamaro dejó una excelente recomendación literaria. Y de creación iba la cosa porque el argentino se arrancó con un poema escrito expresamente para Madrid, que incluía, perdonen la inexactitud, loas al pequeño casticismo del domingo por la mañana. Fueron líneas sentidas y se escucharon algunos oles. "Tus calles, que también son mías, Madrid entera tu melodía. Me viste en mis peores días y madrugadas en la Gran Vía". Y luego: "Botánico lunático, jardín aristocrático de versos académicos, tu verso filatélico, tu sílaba socrática de crin polifacética. Madrid, o no soy nada. Domingo, viva Zapata, torero caro, tus naturales dorados de mona lisa refractaria". Y diguió: "Botánico maravilla, Madrid es plaza de toros de judíos y moros, me despido mientras tanto para enfocarme en el canto que me sale por los poros".

¿Se salió alguna vez del guión? Sólo cuando dijo: "huele a porro rico"en medio de la letra de "Los aviones". Calamaro contó su experiencia en el dentista y sus ideas sobre los analgésicos. "No se puede cantar estando ciento por ciento vivo. Somos de ibuprofeno primero y el dolor después, como dijo McCartney", proclamó antes del delirio de "Mi enfermedad", una canción que se expide sin receta, como las mejores cosas. Estos breves desvaríos eran lo que sus fieles reclamaban y al fin Llegaban.

El delirio final estaba servido con “Los chicos”, con versión de Police mediante (“I Can’t Stand Losing You”) y después la “Milonga del marinero y el capitán”. El cierre llegaba con “Paloma”y el verso insuperable en castellano: “quiero vivir dos veces para poder olvidarte”. Para final la estocada: Coque Malla reapareció en “Flaca”y se quedó para “Me estás atrapando otra vez”. Y se retiró a hombros, goleador y matador, Calamaro.