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38 minutos para la Historia: la guerra más corta

El enfrentamiento entre británicos y las tropas de Khalid, autoproclamado sultán de Zanzíbar, apenas duró un suspiro que dejó medio millar de víctimas en el verano de 1896

La breve, pero intensa, Guerra Anglo-zanzibariana dejó su huella en el palacio del sultán
La breve, pero intensa, Guerra Anglo-zanzibariana dejó su huella en el palacio del sultánLa RazónLa Razón

38 minutos dan para mucho. No te bastan para completar siquiera la mitad de un partido de fútbol, sin embargo, en otros terrenos esos casi tres cuartos de hora pueden resultar una heroicidad. En esta ocasión, los minutos de la “gloria” (o de la desgracia) se dieron a finales del siglo XIX, en 1896. El 27 de agosto, para ser más precisos. El sultán de Zanzíbar, Hamad ibn Thuwaini, un hombre dispuesto a colaborar con la administración colonial británica, había fallecido dos días antes y su primo, Khalid ibn Barghash, no estaba nada convencido de las intenciones de la Gran Bretaña.

Consideró que lo mejor era revolverse ante la situación, no esperar y montar un golpe de Estado antes de que los “british” auparan a Hamud ibn Muhammad. Y así que lo hizo. Después de un madrugón no muy excesivo, a las 9 en punto de la mañana, quedaba declarada la revolución. No eran nuevas las intenciones, de Khalid, pues a principio de la década, ya había intentado lo propio tras el fallecimiento de su tío Alí ibn Said al-Busaid, pero la cosa terminó en una simple revuelta de palacio.

Esta vez no. Con el sultán recién desaparecido, Khalid decidió que nadie como él para llevar las riendas de Zanzíbar. Las sospechas de que estaba directamente relacionado con la reciente muerte estaban ahí. Y, por su parte, Gran Bretaña se amparó en un tratado de 1866 (en el que se establecía que un nuevo sultán solo podía llegar al trono con el permiso británico) para negarse a reconocer al autoproclamado líder. Y esas mismas llevaron al estallido de la Guerra Anglo-zanzibariana.

Khalid ocupó el palacio, por lo que los británicos le dieron un ultimátum para que lo abandonara antes de las nueve en punto de la mañana del 27 de agosto, aunque la respuesta fue el repliegue de sus tropas en el interior del mismo. Frente al edificio, se disponían, entre otros cuerpos, tres cruceros y dos cañoneras. El contralmirante Rawson comandaba el contingente de la Royal Navy y cerca de 2.800 zanzibaríes defendieron el palacio entre guardia del sultán, población civil reclutada, sirvientes y esclavos.

Unas crónicas dicen que el primer disparo fue a en punto, otros que a y dos minutos. De una forma u otra (aunque la versión más extendida es que la guerra duró 38 minutos, hay textos que la amplían hasta los 45), antes de las diez menos cuarto la bandera de palacio fue derribada.

Las fuerzas del sultán sufrieron cerca de 500 bajas, mientras que solo un marinero británico resultó herido. Khalid “el breve” recibió asilo en el consulado alemán antes de escapar a África Oriental Alemana (en la parte continental de la actual Tanzania) y los británicos no perdieron el tiempo para colocar al sultán Hamud a modo de títere. La fugaz guerra, mucho más corta que cualquier simple batalla de otro conflicto, marcó el final del Sultanato de Zanzíbar como un Estado soberano y el comienzo de un período de fuerte influencia británica.