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Cinco mujeres ansiosas por florecer en primavera

El Teatro María Guerrero del CND abre la temporada con dos obras escritas y dirigidas por Carolina África «Verano en Diciembre», en la que también actúa,  y «Otoño en Abril», la continuación

Imagen de "Otoño en abril"
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Tras pasar por el doloroso trance de abandonar su local de creación y ensayo a consecuencia de la suspensión de representaciones por la COVID, “La Belloch Teatro retoma sus proyectos con toda ilusión y más fuertes que nunca”, abriendo la temporada del teatro María Guerrero con un díptico escrito y dirigido por Carolina África, “Verano en diciembre”, con sólo tres días para aquellos que no la vieron y ella misma actuando en el reparto y “Otoño en abril”, que es su continuación. Pero “a pesar de que haya una continuidad temporal de los personajes, cada una por separado tiene entidad y sus propios conflictos y pueden verse independientemente una de otra”, explica África.

“Verano en diciembre”, es el viaje emocional y vital de una familia en la que varias generaciones de mujeres comparten la búsqueda de la felicidad. Un reflejo de los distintos roles y conflictos generacionales que surgen en una institución tan compleja como es la familia. “La escribí en Buenos Aires donde para mí era rarísimo que en diciembre fuese verano, con ella traté de hacer un homenaje a mi familia, muy llena de mujeres, partiendo de mis propias experiencias. Marcada por los cuidados a los mayores, mis dos abuelas, que eran muy matriarcas y la añoranza de vivir un verano idílico, la obra encara las maneras distintas de enfrentar la vida de cada uno de los personajes. En verano hay ganas de escapar, de viajar y de abandonar el crudo invierno”, explica la autora. En “Otoño en abril”, ya no está esa abuela, el viaje es el inverso, cuenta el inevitable retorno de unas hijas al nido familiar, aunque ese hogar no sea un refugio añorado y necesario sino el lugar incómodo del que se huyó. “Ahora, los cuidados no son a los mayores sino al bebé que llega, es la maternidad con sus contradicciones y renuncias, el paso de ser hija a madre, de abandonar la protección y aprender a darla”. África señala la contradicción que se da: “Cuando uno emprende su propia familia tiene que alejarse, pero siempre hay algo que te hace volver a casa, a veces la necesidad, a veces el afecto, y cuando volvemos como madres o padres entendemos muchas cosas que de joven no entendías y criticabas, te ves cometiendo los mismos errores e incluso más grandes. Esto te lleva a perdonar muchas cosas a los padres porque te das cuenta de lo difícil que es”, afirma.

En cualquier caso, “la a veces tan denostada familia es el núcleo de estas dos obras, aunque contada desde ópticas distintas y desde cierto naturalismo o realismo. Para bien o para mal, son las grandezas y miserias de un hogar reconocible, con todos los afectos y contradicciones que podemos detectar en nuestros propios hogares”, asegura. Un retrato plagado de ironía, broncas, perdones, buenas intenciones, risas y decepciones. “Lo que somos como mayores tiene mucho que ver con cómo nos han educado y cómo lo aceptamos o nos rebelamos y este aspecto subyace en las dos piezas”, resalta la directora. Y aunque no aparecen hombres, no considera que sea una obra femenina. “Ellos son el motor de mucho de lo que les ocurre –afirma-, todos sus conflictos son provocados por el padre fallecido o las parejas, aunque no los veamos. No los hemos borrado en la historia, pero el reparto es de actrices y la mirada está puesta en ellas”, remarca.

Carolina África escribe, dirige, interpreta y produce.“Todo ha sido fruto de la necesidad y del deseo y un poco por azar –señala-. Yo me formé como actriz porque donde disfruto es encima del escenario. Cuando escribí “Verano en diciembre” le ofrecí la dirección a Lautaro Peroti y cuando leyó el texto me dijo: “La tienes dirigida, están las acotaciones, la “tenés” en la cabeza”, debes dirigirla tú, “probá”, búscate una ayudante y si no “podés”, yo entro”. Pronto empezó a fluir porque como actriz entiendo a los personajes desde la interpretación y ese pulso escénico creo que es mi mayor valor como directora, entiendo los procesos de ayuda al actor para encarnar el papel. Sin embargo –prosigue-, me pongo más nerviosa viendo la función desde fuera sin poder hacer nada, que dentro defendiendo al personaje. La dirección la he vivido como un proceso natural, como una consecuencia de la escritura y me gusta, pero que cada vez lo necesito menos porque es muy cansado hacerlo todo, escribir, dirigir, actuar e, incluso, producir", asegura.

Volver a ensayar y representar después del parón de la pandemia “ha sido un cóctel de emociones muy fuerte –manifiesta-. Prima la ilusión brutal y las ganas, pero somos conscientes de los tiempos tan difíciles que corren para todos, especialmente para el teatro, donde se han caído muchísimas producciones, hemos perdido gran parte de la inversión y tenido que decir adiós a nuestro espacio de creación por no poder afrontar el alquiler. Estamos muy agradecidas de poder exhibir nuestro trabajo, pero con mucha prudencia, siguiendo los protocolos a rajatabla para que nada se tuerza y con un pequeño rinconcito del corazón por si todo estalla por los aires”, concluye.

DE “VERANO EN DICIEMBRE” A “OTOÑO EN ABRIL”

Escribió “Verano en diciembre” en Buenos Aires gracias a una beca de ampliación de estudios. Fue galardonada con el premio Calderón de la Barca 2012 y tuvo varias nominaciones a los MAX 2014. “Otoño en abril” fue escrita el amparo de una beca del Pavón Teatro Kamikaze. Ambas parten de distintas vivencias familiares de la autora: “Solo sé escribir de cosas que me afectan o me tocan, la ficción te permite viajar más lejos, inventar, tergiversar, traicionar tus propios recuerdos hasta donde la intuición y la imaginación te lleven. Para que la obra tenga alma y corazón tienen que ser cosas que me hayan removido”, asegura.