Jorge Pardo: “Tengo muchos proyectos pero nadie tiene interés"
Mientras se prepara una película sobre su figura, publica, a dúo con Gil Golsdtein, un disco de estándares de jazz, “Brooklyn Sessions”
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Es una de las figuras del jazz nacional, reconocido como el mejor Músico de Jazz Europeo en 2013 y el primer español premiado por la Academia Francesa de Jazz. Jorge Pardo es una figura indiscutible de nuestra música y publica ahora “Brooklyn Sessions”, un disco de jazz a dúo con Gil Goldstein en el que se asoman a estándares del género como si los hubieran aprendido y desaprendido a tocar. Un músico excepcional, reconocido con el Premio Nacional de Músicas Actuales, que mira la cruda realidad de su oficio con desafección pero con una punzada.
-Viene con disco y una futura película.
-Ambos están relacionados. Hice una visita a Gil para la película “Trance”, en la que una productora francesa ha estado siguiéndome a África, Asia, la India en la que se explora el aspecto creativo de un artista trabajando con otros. Y bueno, en Nueva York hicimos una sesión de estándares de jazz que nos encantó y pensamos que era buena idea publicarla como disco.
-¿Qué quería contar en el filme?
-Bueno, es una película documental, pero yo quería que no intentasen ser científicos acercándose a un músico, sino más bien añadiéndole fantasía. Y es una ficción, incluye algo de fantasía.
-¿En torno a su figura?
-Bueno, sí. Soy el protagonista entre comillas, porque la nómina de artistas que aparecen van desde un músico aficionado flamenco que no conoce nadie a Chick Corea o Mike Guiliana o Edmar Castaneda, Diego del Morao, Toumani Diabaté o Israel Fernández... nombres de nivel mundial. En realidad, ellos me quitan el protagonismo. Pero son mis actividades y mi manera de pensar y de vivir las que se reflejan.
-¿Teoriza sobre su música?
-Bueno, tengo que hacerlo porque me obligan preguntas que me hacen. Llevo muchos años respondiendo a qué me gusta más, o qué hago más, o dónde me siento mejor, y bueno, uno entra en las definiciones y trata de verse desde fuera.
-Las preguntas sobre la ortodoxia.
-Sí, son clichés artísticos y humano que utilizamos para entender si el que toca es rubio o moreno, alto o bajo o qué toca. Son múltiples preguntas que hacemos por curiosidad uy ánimo de clasificar.
-Usted es muy difícil de clasificar. Este disco es de clásicos.
-Sí, porque un artista debe sentirse libre para hacer lo que quiera. Son estándares que puede ejecutar cualquiera que tenga esa educación pero yo insistiría en que me he animado a grabar estándares porque yo no los toco como un jazzista habitual. Mi óptica es diferente, a través de los años porque sutilmente, aunque yo no hago flamenco, incorporo algunas frases de flamenco al jazz. Y todo pasado por una lectura muy personalista. Intento definir esta situación diciendo que cuando aprendí a hacerlo de otra manera es cuando me atrevo a enseñarlos.
-Dice en el disco: “Cuando empecé a tocar la flauta me las aprendí. Cuando mi flauta se hizo flamenca sentí que las podía decir de otra manera. Cuando me liberé de ataduras las sentí así”. Aprender y desaprender las cosas.
-Sí, creo que son cosas de sentido común. Aprender para desaprender es un método que tiene miles de años. Es muy humano. Aprendes a hacer las cosas para desenvolverte en el mundo y cuando ya has aprendido, te das cuenta de que el mundo funciona también de otra manera. Una vez que conoces las reglas, eres capaz, si quieres y tienes el coraje, de moldear tu mundo a tu manera.
-Su actitud siempre fue más lúdica.
-Sí. Para mí, la música siempre ha tenido esa atracción de algo misterioso y firme pero maleable, de manera que, cuando tienes un instrumento en la mano, puedes sentir que estás tocando de otra manera.
-¿No sentía respeto por el repertorio?
-Pues no. Es una de las cosas que un artista debe aprender rápido. El respeto, claro, pero también el que te tienes a ti mismo, el de hablar por tu boca y no con la de los demás.
-¿No tiene límites, no se cansa?
-Pues mira, no y por varias razones. Una de las suertes de mi vida es no haber ganado mucho dinero con esto y haber tenido que trabajar siempre. Mucha gente siempre ansía pegar un golpe y tomarse la viuda de otras manera, pero es que a mí me gusta tocar. Cada día. Y sé que si tuviera mucho dinero abandonaría un poco la música. Y por eso me encanta que esta situación de necesidad me empuje porque coincide con mi otra necesidad de hacer música cada día y tener que estar reinventándome.
-Mucha gente prefiere las Maldivas.
-Bueno, siempre me he ganado la vida. No he sufrido el azote de la música. No me ha sido fácil, pero justo en el camino intermedio he podido seguir un día y otro y otro.
-¿Y esa paz que siente en lo prosaico la siente en lo artístico?
-No soy hombre de metas. No es que quiera que me mencionen, me den tal premio o tocar en tal lugar o con Fulanito, que es mi ídolo. Me mueve el sentido de construir día a día. Y he tocado con gente de mucho nombre y otros con una enorme calidad humana. No pienso en nada que me quede por hacer. Si tengo algún dolor o picor es la cosa de que en el entorno en el que vivo me siento muy querido por todos vosotros y por la afición, pero es verdad que el vacío que he sentido en toda la vida en cuanto a mis actividades tanto por las empresas como por las instituciones es grande. Se me han ocurrido proyectos interesantes que no han tirado hacia adelante. Es un agua tibia en la que parece que estás ahí, pero como un pringado. Ese pequeño dolor de no haber encontrado una productora que me haya ayudado porque tengo cantidad de proyectos que no he podido realizar. Eso sí que me duele un poco.
-¿Por las discográficas?
-Una mezcla de todo. Empieza por mi propio carácter, seguramente, por no llamar a las puertas, claro, hacer amistades. Tienes que vender tu película y promocionarte... y a mi me gusta tocar la flauta. No me han venido a ayudar y es una evidencia. Pero que no suene a reproche, es una realidad nada más.
-Pero es una pena que se queden esos proyectos en el cajón.
-Bueno, pero no uno ni dos, tengo proyectos que no puedo realizar porque no puedo contratar a músicos o a una pequeña orquesta de cuerda, o a un estudio. No tengo ese dinero ni nadie cercano que lo tenga. El único que apostó por mí fue Mario Pacheco. Y ahí están esos discos de Nuevos Medios. Mi camino ha sido trabajando en casa y pidiendo un favor y devolviéndolos. Buscando la vida. Pero un trabajo por derecho, de alquilar un estudio cuatro o cinco días con cuatro o cinco músicos... eso no me lo puedo permitir. No lo puedo hacer. Tengo muchas ideas en el ordenador. Pero no las puedo llevar a cabo. Vas trampeando. La película de “Trance” lo muestra bien. Por un lado parece que soy un músico reconocido a nivel nacional y a cierto nivel internacional también, pero me tengo que buscar mucho la vida para el concierto o para el disco. Pero ya ves que me río, no quiero que suene a una frustración. Es una circunstancia que es cierta.
-Es valioso que se diga.
-Ponlo, claro, no tengo ningún pudor. Pero no quiero que esa pequeña denuncia eclipse que tengo muchas ganas de hacer cosas.
-Pero es que como artista, usted trascenderá.
-Las empresas hacen comercio. Y su actitud es la mis que quienes fabrican ketchup. Es lo mismo, buscan rentabilidades parecidas y todo lo que no sea inmediato, pues piensan que ya me ganaré yo la vida. Deben pensar que me consagrará la historia. Y en ese momento, cuando me haya muerto, es muy probable que saquen discos míos y me valoren de otra manera. (risas). La vida es así, ¿qué le vamos a hacer? No me amargo por eso, pero lo pienso y lo digo.