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Jane Austen, una influencer del siglo XVIII

Espido Freire publica «Tras los pasos de Jane Austen», fruto de décadas interesándose en una autora de perpetua actualidad gracias a sus reediciones y adaptaciones cinematográficas
La novelista Jane Austen nació en Steventon, al sur de Inglaterra, en diciembre de 1775
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El amante de las novelas de Jane Austen, durante los últimos años, está de enhorabuena, pues siempre hay motivos para volver a ella: un volumen exquisito como el publicado por la editorial Alba, «Recuerdos de Jane Austen», de su sobrino James Edward Austen-Leigh, su primera biografía, en que se abordaba el seno familiar en el que nació la autora, la rectoría de Steventon, en Hampshire, en el año 1775, en un entorno de reverendos y fabricantes textiles. Un texto en que se analizaban los hábitos y las costumbres de finales del siglo XVIII en esa zona sur de la costa de Inglaterra, evocando a los parientes de la narradora y contando cómo los Austen tuvieron que trasladarse a Bath y a Chawton, donde la tía Jane escribió sus mejores obras. Austen-Leigh comentaba sus obras, mostraba cartas que la escritora dirigió a su querida hermana Cassandra, hablaba de uno de sus admiradores, el príncipe regente, y el conjunto ofrecía una imagen encantadora de Jane Austen: humilde, irónica y, al fin, resignada cuando la muerte se la llevó pronto, a los cuarenta y un años.
En aquel primer esbozo biógrafico surgía el aspecto de la homenajeada –físicamente era muy atractiva»–, su formación –«a Jane le gustaba la música, y tenía una voz muy dulce, tanto al cantar como al hablar»–, sus lecturas predilectas –«la poesía de [Walter] Scott le proporcionaba un gran placer»–, su cariño por los demás –«su amor por los niños y su maravilloso don para entretenerlos»–, y su afán perfeccionista a la hora de escribir «Juicio y sentimiento», «Orgullo y prejuicio», «Mansfield Park», «Emma», «Persuasión» y «Los Watson».
También tuvimos al alcance sus «Cartas», preparadas por la editorial dÉpoca (2017), que despertaban interés por sentir la voz natural, directa y cariñosa de Austen, al tiempo que se contextualizaba el momento, lugar y personas citadas de cada epístola, llevándonos a conocer la cotidianidad inglesa de provincias. Y ahora tal cosa se complementa con una novedad que se abre justamente con unas palabras tomadas de la correspondencia de la autora a modo de epígrafe: «¿Por dónde debo empezar? ¿Cuál de mis importantísimas naderías he de contarte en primer lugar?», lo cual le escribió a Cassandra en 1808. Y es que fueron los chismes familiares, los bailes públicos o los asuntos de ropa lo que inunda su epistolario, pero esas nimiedades diarias fueron cruciales, pues era lo que Austen literaturizó en sus obras.

Una escritora luchadora

Espido Freire, en «Tras los pasos de Jane Austen» (Ariel), recorre los territorios reales y ficticios de la autora de «Orgullo y prejuicio», «Sentido y Sensibilidad», «Mansfield Park», «Emma»… Los lugares que marcaron su vida. Todo empieza en Steventon: «Esta será, en muchos aspectos, una historia de familias, de familia, como lo fue la vida de Jane Austen. De hecho, es posible que el lector acabe tan harto de hermanos, sobrinos y cuñadas Austen como en ocasiones lo debió de estar la propia Jane: la sociedad del siglo XVIII se sustentaba firmemente en los lazos de sangre y de clase, y los padres de Jane cultivaron con esmero esas relaciones, de las que dependía su subsistencia y, como podremos comprobar, también la de sus hijos».
Para la escritora bilbaína, Austen representaría «la capacidad de lucha y el triunfo de una voluntad individual», y tiene muy en cuenta el apasionante contexto histórico en que concibió sus obras. Vemos a la autora inglesa hacerse inseparable muy pronto de Cassandra, las tiranteces que mantuvo con su madre, la voluntad de sus padres por ascender de su clase social… Luego, aparece Oxford, «una ciudad casi mítica por su tradición e historia», y una Jane cuyo «mundo femenino comenzó a enriquecerse con amistades y relaciones familiares nuevas que definirán otro anillo de su esfera personal». Surge, asimismo, la etapa de la adolescencia, de la que no hay apenas datos, pero que «fueron esenciales en su formación como escritora, no digamos ya como persona: durante ellos se inició en lecturas más serias y en la redacción de sus primeras obras juveniles; cubren, además, los años en la vida de una joven en los que sus heroínas, más tarde en las novelas, desarrollarán tramas y evoluciones dramáticas».
La ganadora del premio Planeta en 1999 ya había incursionado en Austen y en las hermanas Brönte en un libro de 2004, «Querida Jane, querida Charlotte», donde se preguntó cómo cuatro mujeres solteras y pobres, autodidactas, con mala salud, aisladas en el campo y que murieron de manera muy temprana lograron escribir algunas de las mejores obras de la literatura inglesa e incluso universal. De modo que conoce bien las dificultades que una mujer tenía que afrontar para satisfacer y desarrollar sus impulsos intelectuales; por ello, en «Tras los pasos de Jane Austen» tiene mucho peso el modo en que Austen se fue preparando «para su entrada en sociedad». Freire se fija en la vestimenta de la época, que marcaba el paso a la edad adulta, la inevitable presencia en fiestas, bailes y celebraciones nocturnas que anunciaba la salida al mundo de todas las jóvenes en aquellos tiempos.

Casarse sin amor

Semejante punto será familiar para todo aquel que haya visto adaptaciones de las novelas de Austen a la televisión o al cine: «Eso significaba que acudirían a las “assembly rooms”, donde el importante ritual del baile, el “gentle dancing”, sería la excusa para conocerse, calibrarse y mirarse». Un punto de inflexión biográfico, dado que «más o menos por ese periodo Jane experimenta un cambio sustancial en su manera de escribir y de relacionarse con el mundo: es posible que a su madurez física y mental se uniera la impresión de que su hermana no estaría con ella para siempre, y con ella, el miedo a la soledad y su propia búsqueda de una identidad despegada de la de Cassy, que hasta entonces había sido su otra mitad». Su hermana estaba comprometida, de modo que su vida en común tendría un fin pronto, quedándose ella soltera y sintiéndose sola, consagrada a una obra que no deja de pervivir entre nosotros.

Investigación financiera

Sobre todo gracias a que, por así decirlo, fue la fundadora de un género narrativo, en el sentido de que alimentó sus inmarchitables ficciones con la interferencia, por parte de los padres, en los asuntos matrimoniales de los hijos, hasta hacerlos concertados; esta «sería la base del género en el que tanto destacaría Jane, la hija del señor Austen», según Lucy Worsley en «Jane Austen en la intimidad. Una biografía de la vida cotidiana de la escritora y su época» (editorial Urano). Un libro este, publicado también hace pocos años, en que se analizaba cómo se preparaban los matrimonios una vez se decidía que la joven de turno había llegado al punto de casarse y tener hijos; y se hacía por etapas, por así decirlo, «previa al enamoramiento y posterior matrimonio».
Esta etapa implicaba investigar los recursos financieros de cualquier potencial marido, haciendo que la cuestión del amor se obviara por completo, con la esperanza que apareciera con el tiempo, después de casarse. En todo caso, en lo que concierne a Cassandra, fue diferente a ojos de esta historiadora, creadora del programa del 2017 para la BBC «Jane Austen: Behind Closed Doors» –en que visitaba los lugares y casas que vieron los pasos de la escritora y sirvieron de inspiración para los escenarios de sus novelas–, pues «se hizo mayor en un momento curioso de la historia de las relaciones de pareja. La gente daba por supuesto desde hacía tiempo que el matrimonio y el amor debían ir de la mano. Pero en tiempos de Cassandra se empezó a pensar, ahora con más decisión, que la posición financiera y social, aun siendo importante, no lo era tanto como la compatibilidad». ¿Y no es ese exactamente al fin y al cabo el meollo de «Orgullo y prejuicio»?
Lo doméstico como tema literario
La historiadora Lucy Worsley habla de cómo era la vida cotidiana en la rectoría de Steventon, la cual, «si bien distaba de ser incómoda, requería ciertos esfuerzos. Los Austen no aspiraban a llevar una existencia de lujos, aunque sí elegante, pulcra y autónoma». Tanto era así, que «en sus novelas, Jane demuestra gran prevención hacia la “incomodidad” doméstica; una casa desorganizada, un servicio irrespetuoso, recursos malgastados». Muy en particular, en una obra como «Mansfield Park», que presentaba un trío de hermanas casadas que se caracterizaba por sus distintos estilos de llevar una casa. Todos, eso sí, «imperfectos: la envidiosa y mezquina señora Norris; su desorganizada y derrochadora hermana, la señora Price; y lady Bertram, ajena a todo mientras dormita, como drogada, en el sofá». Y concluye: «Jane, como mujer que era, lo sabía todo acerca de la organización doméstica. Pero nadie antes que ella lo había convertido en arte».