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En solfa

Odón Alonso a los diez años

Una década después de su muerte, es necesario reivindicarlo como un director humilde y ejemplar

El músico, compositor y director de orquesta Odón Alonso, en fotografía cedida por el archivo de la Orquesta Filarmónica de Málaga.
El músico, compositor y director de orquesta Odón Alonso, en fotografía cedida por el archivo de la Orquesta Filarmónica de Málaga.Orquesta Filarmónica de Málaga. Orquesta Filarmónica de Málaga.

Hace diez años, el lunes 21 de febrero de 2011, fallecía en Madrid el director de orquesta Odón Alonso, a punto de cumplir 86. Fue uno de los directores de orquesta españoles más notables de la segunda mitad del siglo XX. Había nacido el 28 de febrero de 1925 en La Bañeza (León), primogénito del también director de orquesta Odón Alonso González (1900-1977). De pequeño le llamaban «Odonines» y su familia le apoyó en sus primeros intereses por la música. Tras estudiar en el Conservatorio de Madrid, completó su formación en Salzburgo y Viena. Asumió en 1957 la titularidad del Teatro de la Zarzuela, donde dirigió la célebre «Doña Francisquita» que encumbró a Alfredo Kraus y, en 1960, la de la Filarmónica de Madrid. De allí paso a encabezar, de 1968 hasta 1984, la Orquesta de Radio Televisión Española, desde donde dio a conocer buena parte del repertorio contemporáneo, como los «Gurrelieder» de Schónberg, «Turangalila» de Messaien o la «Sinfonía» de Luciano Berio. Pasó luego a la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, al Festival de Pau Casal y a la Orquesta Filarmónica de Málaga. Ostentó también la cátedra de ópera y oratorio en la Escuela Superior de Canto de Madrid.

Odón fue un bicho raro en nuestro pequeño mundo. Por su cabeza y sus manos pasaron prácticamente toda la música española, incluida la contemporánea. Siempre tuvo una forma personal de acercarse al hecho musical. Aún recuerdo una de sus primeras «Vísperas de la beata Vergine», en el Teatro Real, que no solo fueron mis primeras sino también uno de mis primeros conciertos. Hoy día no se concebiría una versión con plantilla tan amplia y concepto tan romántico, pero entonces estuvo llena de humanidad y, desde luego, transmitió. Odón Alonso nunca aburrió con su música. No puede aburrir quien declara con sinceridad y emoción: «No he hecho una sola nota de música sin amor». La carrera de este hombre de bien, simpático y entrañable, estuvo marcada por la serenidad, por la entrega sin quejas. Y tenía el maestro otras dos grandes virtudes: la humildad y la honestidad. La primera le llevó a decir en un acto de homenaje que le rindió la SGAE cuando le entregó su máxima distinción: «¿Dios mío, ¿qué he habré hecho yo? Si yo no soy compositor. Ellos son los importantes». La segunda le alejó siempre de la música como negocio. ¡Qué gran diferencia con las jóvenes generaciones! No hace falta dar nombres, ya que están en la mente de todos. Muchos, aún en la treintena, se creen el ombligo del mundo, los mejores, no ya dignos del reconocimiento de todos, sino hasta con poder para exigirlo. Todo lo contrario que Odón. Mucho debían aprender de él.

Apoyó la difusión de la música española durante toda su vida, en cuantos cargos ha ocupado. Recordemos su labor con la Sinfónica de RTVE, su dedicación a la zarzuela, y esa abnegada labor de los últimos años en asentar un «Otoño soriano» que nos ha dado a conocer muchas nuevas partituras. Merece sin duda que le recordemos.