Buscar Iniciar sesión

Cuando el entrevistador es el interrogado

El CDN trae al María Guerrero “Los papeles de Sísifo” de Harkaitz Cano, que rinde homenaje al periodismo a través de una creación libre sobre el cierre del periódico vasco “Egunkaria”
Mikel Blasco

Creada:

Última actualización:

Hace dieciocho años, en febrero de 2003, el juez Juan del Olmo ordenaba el cierre del periódico ”Egunkaria”, escrito completamente en euskera, acusado de colaboración con ETA. Siete años después, sus directivos fueron absueltos por la Audiencia Nacional, que dictaminó inconstitucional su clausura y no encontró una sola prueba que vinculara al periódico con la banda terrorista. “El cierre fue una injerencia en la libertad de prensa”, dijo el veredicto final. Poco después, en abril de ese mismo año se entregaban los premios de la música en el palacio de congresos de Madrid. Al recoger el premio a la mejor canción en euskera, Fermín Muguruza denunciaba el cierre de “Egunkaria” y, nada más comenzar, fue abucheado. “Esa fue la génesis de esta pieza”, explica Fernando Bernués, que codirigía la gala junto a Mario Gas. “Me asaltaron lágrimas de incomprensión y rabia, no entendí que en un marco contestatario de “No a la guerra”, se abucheara la denuncia del cierre de un periódico, el único que se hacía cargo de la cultura en euskera. Esa intolerancia de casi todo el auditorio me impresionó. Para mí fue un shock emocional y me dije que algún día habría que hablar de esto, así que siempre lo he sentido casi como una obligación”.
El guante lo recogió el escritor Harkaitz Cano, que creó “Los papeles de Sísifo”/ “Sisiforen paperak”, su primera pieza dramática, que llega al teatro María Guerrero en coproducción del CDN con los teatros de las capitales vascas, Arriaga, Principal y Victoria Eugenia, dirigido por el propio Bernués. Cano utiliza el mito de Sísifo, -condenado a empujar cada día un peñasco montaña arriba hasta la cima, sólo para caer rodando y volver a subir indefinidamente-, “como metáfora del hecho de volver a levantar un periódico empezando desde cero -afirma el director-, pero también sobre el concepto de que el periodismo supone un volver a empezar cada día. El periodista, como Sísifo, sabe que a diario debe comenzar de nuevo”.
Sin embargo, aunque Harkaitz Cano suele trabajar a partir de hechos reales, “esta obra no está concebida como un ejercicio de teatro documental ni como recreación histórica de unos hechos –afirma-. Cano sabe combinar temas socialmente complejos y a la vez darles una dimensión que trascienda el mero hecho documental, por eso fue a él a quien le planteé escribirla –señala Bernués-. El teatro tiene para mí una capacidad de emoción y quizá éste no es el medio más adecuado para hacer una narración historicista, sino que partiendo de un hecho muy referenciado, con claves conocidas, trata de tomar distancia para reflexionar sobre el periodismo, sobre su ética y su compromiso, para hacer conceptualmente una vinculación entre una redacción y una comisaría y desdibujar los límites entre una y otra, entre un interrogatorio y la entrevista y ver la actitud de muchas personas, tanto del medio judicial o policial como del periodístico, en su día a día y en su dimensión más humana, estos son los dos frentes que ha labrado Harkaitz Cano”, significa.
El director donostiarra cree que, aunque los hechos no son tan lejanos, “el sosiego en la mirada pasa por la distancia temporal, por no estar sometidos a la visceralidad del momento y de las ideas de cada uno. El tiempo, dicen, pone las cosas en su sitio y, tras 18 años, la mirada ya se ha hecho mayor de edad, hay cierta distancia para verlo más sosegadamente, para que reflexionemos sobre cómo nos informamos y qué calidad de información tenemos. Parece que en vez de estar mejor informados, compramos relatos preestablecidos, que las noticias generalmente ya vienen envueltas con lo que debemos interpretar y pensar al leerlas en vez de dar margen al lector. Hay mucho periodista con vocación honesta, con escrúpulos y con criterio, pero los ámbitos en los que se mueven, en general son bastante deficitarios y teledirigidos. Las coordenadas no las marca él, pero la actitud y la ética personal son imprescindibles. Este pretende ser un homenaje al periodismo hecho desde la honradez y el compromiso frente a las presiones, intereses y otras cuestiones”, explica Bernués.
Por otro lado, “el idioma en esta pieza es tan importante que forma parte del nudo, casi de la trama”. Dos funciones serán en euskera con subtítulos, aunque no enteras, sino mezclado con el castellano porque son dos mundos los que conviven, el de la redacción vasca y el judicial. “Me parece emocionante que pueda verse así. Una cosa que no hemos sabido es hacer de las lenguas del Estado un espacio de encuentro que hubiera pulido muchas aristas, así hubiésemos evitado usarlas como arma política arrojadiza”. Además, el espectáculo cuenta con música en directo. Ikerne Giménez, que tocó con Fangoria, firma la escenografía y toca la guitarra eléctrica. “La música, es un hilo conductor que mantiene las tensiones y da los respiros suficientes para transitar, para procesar y, en definitiva, para acompañar”, concluye Bernués.