Joaquín Sabina: «Yo quería ser Javier Krahe»
«Es el mejor escritor de canciones de todo el idioma español», dijo Sabina de su maestro en la presentación de una biografía: “Javier Krahe, ni feo, ni católico, ni sentimental”
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Cuando le conoció, ya era cantante. «Lo que pasa es que no era el cantante que quería ser», dijo ayer Joaquín Sabina «vacunao». Hasta que le conoció. «Y entonces quería ser Javier Krahe», señaló el que formó junto al genio fallecido en 2015 y Alberto Pérez, La Mandrágora, nombre de un sotanillo donde se cantaba y de una utopía musical. «Es verdad que nunca he disfrutado más de lo que se llama el éxito que entonces. Éramos muy pocos, unos ’'happy few’', pero ahí estaba la ’'creme de la creme’', los mejores». Todos estos recuerdos se descorcharon ayer para acompañar la presentación de la biografía del autor de «Cuervo ingenuo» y otras afiladas canciones doctoradas en sarcasmo y nostalgia. Krahe falleció en Zahara de los Atunes, vacacionando en su refugio preferido, en su «poquedumbre», porque odiaba las masas. «Detestaba a los grupos y a los partidos. Era muy singular», le definió con polisemia Sabina.
Federico de Haro, autor de «Javier Krahe. Ni feo, ni católico ni sentimental» sueña que su biografiado es el «eternelle estivant», el veraneante eterno, que ya no se preocupa de las cosas mundanas, porque Krahe no era «ni esclavo del dinero, ni del orgullo, ni del exceso de autocompasión». Fue, según su biógrafo, el frontón donde se medía Sabina. «Aún sigo pensando cuando escribo una canción si a Krahe no le daría vergüenza –reveló–. En la época de la Mandrágora, yo cantaba una canción que se llamaba ’'Bruja’', que le parecía infame, y cada vez que la cantaba se bajaba del escenario y se iba a pedir un whisky...». La admiración no fue mutua hasta tiempo después. «Creo que como amigo y como interlocutor me quería mucho. Como escritor de canciones creo que ha sido en los últimos años cuando le convencí. Un día vino a un concierto y le pregunté qué le había parecido y me dijo: ’'Muy bien, muy Sallieri’'», rió Sabina. «Era una broma sádica pero para mí era una caricia», relató el discípulo, para quien el punto de vista de Krahe para observar la realidad y escribir de ella era único. «Es el mejor escritor de canciones de todo el idioma español. Un día lo escribí en un periódico y me pidió que dijera que era el 123, que no resultaba creíble. Pero era el mejor».
Sabina leyó tres sonetos que a lo largo de su vida dedicó al padrino de su hija Carmela. «Era mi hermano, mi cómplice, mi cuate, mi maestro», recitó. Y también: «Lo quise tanto que lo odiaba a veces porque era tan mejor que me borraba». Ambos comparten incluso el enfisema pulmonar. «Tengo que dejar de fumar –admitió–. Porque de eso no estoy vacunado». Y pidió por último: «Este país tiene una deuda con Krahe. Necesita un estudio bien sesudo y serio sin llegar a académico de sus canciones. Verso por verso, rima por rima, acento por acento». Pero, sobre todo, dijo: «Nuca tendré un compadre como él».