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“Trabacaciones”: ¿oportunidad veraniega o esclavitud?

Expertos en sociología, psicología y recursos humanos, analizan para la razón este término que tanto revuelvo ha generado en la sociedad. la implantación de nuevos modelos de trabajo impulsados por la pandemia ha agitado también a los periodos de descanso. ¿Cómo influye esto en nuestra psique?
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Seguro que en alguna ocasión, aunque sea de refilón, ha chequeado el email de trabajo mientras estaba sentado bajo la sombrilla frente al mar. Incluso, es más que probable que alguna llamada de un despistado jefe haya caído en medio de una conversación con amigos en el chiringuito con la excusa de no saber si estaba de vacaciones.
Las «trabacaciones», ese neologismo heredado del inglés («workation», que resulta de la suma de «work» y «vacation», es decir, trabajo y vacaciones), ha cobrado fuerza ante la implantación del teletrabajo por la pandemia. Un palabro que ha generado un fuerte debate en las redes y la sociedad entre los detractores que lo ven como el summum de la precarización laboral y aquellos que encuentran en este nuevo modelo una oportunidad para combinar trabajo y tiempo libre. Ante tal revuelo, hablamos con sociólogos, psicólogos, economistas y expertos en recursos humanos para comprender con exactitud cómo gestionar las «trabacaciones» y si realmente están aquí para quedarse.
Para Jorge Cagigas, experto en innovación, management y liderazgo este controvertido término responde a la transformación de la concepción del trabajo que surge en los países desarrollados y que produce un choque entre conceptos laborales heredados del sigo XIX que se quieren aplicar a trabajos del XXI. «En las sociedades modernas, hablar de horarios y tiempo de trabajo no es más que una entelequia. Antes, las vacaciones de un mes íntegro estaban basados en labores propias de la revolución industrial y las vacaciones eran necesarias para un trabajador exhausto con mínimos derechos laborales», asegura.

Vacaciones conectados

Pero, según detalla Cagigas, esto cambió tras la Segunda Guerra Mundial, donde aumenta el sector servicios y toma más importancia el valor de la persona. «Sin embargo, el modelo de trabajo no cambia, seguimos anclados en sistemas vacacionales propios de la revolución industrial y del valor tiempo-horario. Y es que al final, lo que de verdad conllevan las vacaciones es el poder de autonomía, autogestión y el acuerdo».
Para este experto en relaciones laborales y presidente de la Fundación Española para el Desarrollo de la Función de Recursos Humanos (FUNDIPE), la clave está en la madurez de empleado y jefe «basado en un contrato de confianza entre ambos. La desconexión laboral claro que es necesaria pero no en tiempos marcados como ocurría antes. Esto es lo que responde al concepto teletrabajo lo cual supone una interesante oportunidad».
Desde el punto de vista sociológico, Roberto Barbeito sentencia que se trata de una palabra que expresa muy bien una situación laboral que afecta cada vez más población ocupada, y, por extensión, a sus familias y amigos: la dificultad de desconectar de las preocupaciones laborales en tiempo que teóricamente es de vacaciones. «Pienso que genera polémica en las redes porque cada vez toca a más gente, de manera directa o indirecta. Si un miembro de la familia no puede desconectar, descansar y distraerse durante las vacaciones por causas laborales, difícilmente podrán hacerlo los convivientes».

Relaciones personales en riesgo

Según este profesor de la Universidad Rey Juan Carlos, nos encontramos ante la «trampa de la flexibilidad» particularmente en los sectores servicios y de cierta cualificación laboral. «Es una trampa porque estos puestos de mayor cualificación en el ámbito de la gestión pueden desempeñarse centrándose más en objetivos y compromiso con un resultado, pero es una trampa porque obliga a tener una dedicación continua y constante más allá de los horarios convencionales. Obliga a trabajar en deshoras, fines de semana y vacaciones, no se puede desconectar porque se trabaja por objetivos».
Barbeito reconoce que las «trabacaciones» suponen una flexibilidad en cuando al uso de las horas de trabajo del empleado «pero el caso es que a diferencia de lo que sucedía antes, los profesionales no tienen un control cierto sobre su puesto de trabajo, no disponen de los recursos para tomar decisiones libres. La flexibilidad real sería si el trabajador decidiera sobre sus propios objetivos y disponer de la movilidad de medios necesaria».
Por ello, apunta a que esto conlleva serias consecuencias ya que la esfera laboral condiciona todas las demás de la vida de un individuo: «Se difumina el ámbito de lo laboral y el ocio y esto aumenta la fatiga lo que puede acabar quemándoles y reducir su eficiencia». Así que para él, más que una oportunidad se trata de una obligación.
Una opinión que va en línea con la del psicólogo Ricardo Pascual para quien esta tendencia «supone una absoluta aberración»: «Las vacaciones son vacaciones y no se puede mezclar con el trabajo. Es una manera de precarizar al empleado. La desconexión total es necesaria, es más, yo recomiendo desinstalar hasta la cuenta de correo del trabajo en tiempos de vacaciones. Las consecuencias psicológicas del contacto constante con el trabajo son totalmente negativas».
En esta idea ahonda su colega de profesión Esmeralda Salinas, que argumenta que «podemos entender las ‘’trabacaciones” como la unión del periodo vacacional con tareas propiamente laborales o bien como la posibilidad de trabajar dentro del horario laboral desde cualquier lugar, incluidos lugares vacacionales, no sin ello dejar de disfrutar de los correspondientes días de vacaciones regulados por ley». Para ella, tener la posibilidad de trabajar desde un lugar vacacional «puede ayudar a disminuir los niveles de estrés, mejorar el estado de ánimo y aumentar la motivación y la productividad profesional, siempre y cuando el tiempo dedicado al trabajo y a la vida personal esté bien distribuido».

Límites confusos

Por eso, dice, en función de cómo se identifique el término y cómo se lleve a cabo, así podrá traer unas consecuencias más o menos positivas tanto para las personas trabajadoras como para los negocios. « Si lo que se busca es favorecer el estado anímico de las personas trabajadoras muy probablemente esto traerá consecuencias positivas para la empresa rápidamente ya que posiblemente haya menos bajas laborales, más adhesión e implicación con los valores de la empresa y menos rotabilidad en los puestos de trabajo. Si por el contrario lo que sucede es que la persona trabajadora no disfruta enteramente de sus días de vacaciones establecidos por ley y regulados en el Estatuto de los Trabajadores, sino que los tiene que compatibilizar con asuntos laborales, entonces puede conllevar un aumento significativo del riesgo de padecer estrés laboral y burnout».
Una opinión que comparte el psicólogo Jesús Matos: «El cambio de aires puede venir bien, siempre que esta libertad que da la empresa no suplante las vacaciones al uso de toda la vida. Un desahogo y cambio de rutina es positivo. Lo que es muy necesario es saber separar ambientes, cuando se está trabajando, se esté donde se esté, ya sea en la playa o en la oficina, no se pueden plantear actividades de ocio. La flexibilidad es positiva, pero la desconexión también».
El sociólogo Iago Moreno señala lo curioso de cómo la lógica del descanso reproduce también la del trabajo: «Hay gente que cuando está de vacaciones se comporta como si estuviera trabajando. En cierto modo, las empresas lo que quieren hacer es que el trabajo impregne todas las partes de nuestra vida, de ahí a que se construyan guarderías o centros lúdicos en el ámbito laboral. Los límites son cada vez más confusos», concluye.

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