“Madama Butterfly”: Triunfal debut de Marina Rebeka en Valencia
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Obra: Puccini. Intérpretes: Marina Rebeka, Cristina Faus, Mariana Sofía García, Marcelo Puente, Angel Ódena, Mikeldi Atxalandabaso, Tomeu Bibiloni, Fernando Radó. Dirección musical: Antonino Fogliani. Dirección escénica: Emilio López. Orquesta y Coro de la Comunitat Valenciana. Palau de les Arts. Valencia, 10-XII-2021.
Marina Rebeka es sin duda una de las sopranos más relevantes de hoy día. Debutó en el Palau de les Arts en 2010 como la Micaela de «Carmen» y en 2017 encarnó a Violeta de «Traviata». Viene de triunfar con «Trovatore» en Zurich junto a Piotr Beczala y en unos meses abordará «Thais» en la Scala. Este era su debut como Cio-Cio-San y el éxito ha sido rotundo. En pocos días perfiló el papel y posiblemente sea uno de sus caballos de batalla en el futuro. Quizá le falte sugerir la fragilidad de la niña de 15 años en el primer acto y algo más de peso en el registro grave para algunos de los pasajes de segundo y tercer acto, pero el caudal es amplio y muy buena la proyección.
El tenor Marcelo Puente sustituyó a un indispuesto Piero Pretti, salvando las naves como pudo. Brillante el agudo, no acaba siempre de acertar en la colocación de la voz, resultando emisiones irregulares. Estupenda la Suzuki de Cristina Faus, tanto en vocalidad como intención. Muy bien también el Goro de Mikeldi Atxalandabaso. Falto de empaque el zio Bonzo de Fernando Radó y correcto el resto del reparto.
El director italiano Antonino Fogliani se ha convertido en una figura habitual en la Ópera de Munich, donde acaba de dirigir “Falstaff” y a donde volverá para “Barbero de Sevilla” y el “Otello” verdiano. Es un director con más proyección cada día y a quien hay que tener en cuenta. Su lectura resultó impecable, sacando lo mejor de la excelente orquesta del Palau de les Arts y logrando momentos magníficos en la creación de ambientes. Quizá se precipitó en el tempo de las notas finales del suicidio de Butterfly en busca de la espectacularidad, cuando si se plantea con mayor concentración aumenta su grandeza y emotividad. Karajan era un maestro en ellas.
Esta gran producción de Emilio López se vio ya en el Palau de les Arts, como también el El Escorial y en la Quincena. Es lógica su andadura ya que, sin gran coste, narra y resuelve bien. Funciona y no perturba ni música ni libreto si nos olvidamos de que, tras la bomba atómica, no podía haber cónsul americano en Japón y otras cuestiones menores. Se han mejorado algunos aspectos, como la iluminación en la escena final, muy impactante. Una representación de la que todos pudimos salir, no ya satisfechos, sino contentos. Algo difícil hoy día. Y es que el conjunto, al final, funcionó muy bien con una gran protagonista a la cabeza de la producción.