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Crítica de “Being the Ricardos”: I don’t love Lucy ★★☆☆☆

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La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Dirección y guion: Aaron Sorkin. Intérpretes: Nicole Kidman, Javier Bardem, J.K.Simmons, Nina Arianda. USA, 2021. Duración: 125 minutos. Biopic. Amazon Prime
Aaron Sorkin ha declarado que “I Love Lucy” le parece una ‘sitcom’ caduca, solo apta para nostálgicos. Tal vez ese sea el problema más grave de “Being the Ricardos”: que esa visión condescendiente de la serie que inventó la gramática formal de las “sitcoms” -decorados fijos, grabación con tres cámaras, iluminación cenital del plató- sea, para él, un objeto arqueológico desechable. No tenemos suficiente espacio para llevarle la contraria, ni para desarrollar el feroz discurso que Lucille Ball, a través del arquetipo de la mujer ingobernable, estaba lanzando contra el imperio de lo doméstico entendido como sublime representación del sueño americano. Sorkin se equivoca cuando separa a la Lucille Ball visionaria -siempre detrás de los escenarios, perfeccionista paranoica, dura como un diamante- de la cómica, que mide con metrónomo de oro su capacidad para el ‘slapstick’ destructor. Tal vez tras el desprecio de Sorkin a las bondades de “I Love Lucy” solo hay su incapacidad para reproducir la brillantez del “show”.
Como ocurría en “Steve Jobs”, con guion de Sorkin, la película busca un arco temporal delimitado -en este caso una semana laboral, la que va de la lectura del guion de un episodio de la serie a su grabación- que concentra los aspectos más polémicos de la carrera de Ball -fue (falsamente) acusada como simpatizante comunista en plena Caza de Brujas; quiso incorporar su embarazo a la narrativa de la “sitcom”, lo que escandaliza a los ejecutivos de la CBS- con la crisis de su matrimonio con Desi Arnaz, músico cubano, adicto al adulterio, con el que tiene una singular sinergia creativa.
A Sorkin le gusta describir los procesos de creación, siempre atados (o estrangulados) por la presión del capitalismo. Se muestra menos afortunado cuando se acerca a la vida en pareja, en exceso simplificada, y lastrada por una decisión de reparto que no aporta demasiada verdad al relato. El problema no son los parecidos razonables con la realidad, sino la falta de chispa de la ficción: Nicole Kidman, que aporta determinación e inteligencia al personaje, cada vez se parece más a la Edith Scob de “Ojos sin rostro”, y Javier Bardem está como un pulpo en un garaje. Entre ellos, solo existe química inorgánica.
Lo mejor
La existencia del filme nos recuerda la importancia capital de la figura de Lucille Ball en la historia de la televisión.
Lo peor
Se nota demasiado que a Sorkin no le gusta el ‘show’ original.