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¿Por qué la Navidad se celebra el 25 de diciembre?

El origen de esta fecha está en las Saturnales romanas y el intento de hace coincidir esta fecha tan importante para el cristianismo con uno de los rituales más conocidos en Roma
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La Razón
  • Sofía Campos

    Sofía Campos

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Es común en todas las civilizaciones. Los vestigios de una cultura son usurpados y ocupados por los de su sucesora. Es algo que se ve con claridad en cómo se ocupan los templos. Donde había uno griego, luego habrá otro romano; y donde existía uno romano se levantará después uno cristiano y, más adelante, uno musulmán. En nuestro país, el ejemplo más diáfano está en Córdoba. La iglesia visigoda es derribada para levantar la mezquita y, posteriormente, ésta será consagrada bajo la advocación de la cruz cuando los reyes del norte de España vuelvan a tomar la ciudad.
Con las fechas sucede lo mismo. El calendario cristiano no es casual ni tampoco fortuito. Es algo premeditado y que está bien calculado. Una evidencia es el día de Navidad, el 25 de diciembre. ¿Por qué esta fecha? En la Biblia no existe ninguna evidencia de en qué día nació Cristo. Es imposible saberlo, aunque existan suposiciones o teorías. ¿Por qué entonces la celebramos en este momento? La respuesta está en las Saturnales, un rito extendido en el imperio romano y uno de los momentos festivos más importantes para ellos. Era el momento en que daban la bienvenida el invierno. Existía la tradición ya de reunirse en familia, de que fuera algo más cercano al hogar. El avance de la iglesia era imparable en muchos ámbitos de la sociedad, pero se encontraron con una dificultad: cómo podían extender su culto entre la población pagana.

Una decisión crucial

Los eclesiásticos no tardarán en comprender que debían ganar adeptos y que la mejor forma de conseguirlo era no oponerse a las tradiciones y establecer un calendario distinto. Habría parte de la población que tendría reticencias y que mostraba desconfianza hacia la nueva fe, por eso decidieron hacer coincidir las principales celebraciones del nuevo Credo con aquellas que prevalecían en Roma desde hacía décadas. La intención era, en realidad, apropiarse de las Saturnales. A nadie le extrañaría que hubiera ritos a esa altura del año y eso a la Iglesia le proporcionaba la oportunidad de ir granjeándose simpatías y quebrando recelos hacia ellos.
Muchos de los aspectos que hoy consideramos intrínsecos a la Navidad, en realidad, provienen de los romanos. Ellos solían adornar las casas con vegetación (hoy sería el árbol de Navidad y las coronas de hojas secas que se cuelgan de las puertas), se hacían regalos (los Reyes Magos) y las normas sociales, siempre tan estrictas en el imperio, solían relajarse y todo parecía estar empañado por un aire festivo, que es el que adjudicamos en la actualidad a la Navidad. Cuando el 27 de febrero del 380, Teodosio promulgó el célebre Edicto de Tesalónica, por el cual el cristianismo se convertía en la religión oficial del imperio, la Iglesia ya había nombrado el 25 de diciembre como el día del nacimiento de Cristo. La decisión se remonta a un Pontífice, Julio I, quien alumbró la idea de atraerse, con esta maniobra, a los romanos hacia su religión.
Pero existe otro detalle que no es menor. Las Saturnales abarcaban un periodo de tiempo más amplio que el cristiano. ¿Por qué justo el 25 diciembre y no otro día? Tampoco eso quedó al azar, a un capricho. En esa jornada, según el calendario romano, se celebraba el nacimiento del «Sol invicto». No existía mejor oportunidad. Y así lo entendieron los primeros Padres de la Iglesia.