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Siniestro Total: gamberros, hipnóticos y poderosos

Su concierto de despedida, después de cuatro décadas sobre los escenarios, demuestra que están en forma y lo muchos que se les va a echar de menos
La Razón

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Vinieron, llegaron y vencieron. Cuarenta años no es nada, o no, al menos, para «Siniestro Total» en esta despedida bautizada «40 años sin pisar la Audiencia Nacional» donde se reunieron todos... menos los que ya no están como el fallecido Gemán Coppini , al que no olvidaron recordar sobre el escenario. Ya vencieron una vez cuando, con su segundo álbum, Cuándo se come aquí -después de haber sido «Mari Cruz Soriano y los que afinan su piano»- actuaron en la cuna de la música madrileña ochentera, el Rock Ola.
Eran años en los que mucha gente tenía un único disco y había más talento que pericia musical, pero los gallegos, sabían tocar. Los mismos que la madrugada del 20 de agosto de 1981 tuvieron un grave accidente de coche, en un Renault 12 familiar, en dirección a Bouzas. El mismo coche siniestrado en el que viajaban Julián Hernández, Manuel Romón, Javier Soto, Alberto Torrado, Miguel Costas y José Manuel Barros, que anoche presidió el escenario de un WiZink Center en su despedida. Después del primer riff de guitarra de la serie Corrupción en Miami llegó la experiencia de reírse todo, especialmente de sí mismos a ritmo de rock, swing, punk, folck y heavy. Sonido sólido e inconfundible a golpe de bombo, caja y pastilla Gibson.
Los chicos malos -como dirían los finolis: “gente NTR”, o lo que viene a ser “No Tipo Ritz”- que han fabricado magia haciendo guiños a Los Ramones, AC/DC, Liner Skinner, The Kings, mis queridos Obús o los Rolling hasta retorcer sus acordes con letras madrastras - Cuánta puta y yo que viejo, Es que me pica un huevo, Más vale ser punkie que maricón de playa u Opera tu fimosis- consiguieron un aforo crossover, que no es otra cosas que transversal, llena de padres con hijos, algunos músicos como Hombres G, en las gradas, o tertulianos como Antón Losada.
Sonido firme, compacto como una roca, para una cuarentena canciones que atendieron a todas las sensibilidades con grandísima irreverencia y calado contracultural. Alguien dijo que los autores de Sweet home Alabama, habían cobrado más derechos de autor por la versión siniestrototalera de Miña terra galega que por la original. Ignoro si es cierto pero pocas veces algunas temas se convierten en himnos como este.
Sonaron igual que siempre: poderosos, hipnóticos, ligeramente abstractos y sonámbulos (a pesar de la mala calidad de la megafonía de la sala). Igual apelaron a las angustias, a las identidades quebradas, a las eternas frikadas y a los nacionalismos del alma. Lo que hicieron, una vez más, por última vez, se llama Zeitgeist, y hace referencia al clima, ambiente o atmósfera cultural de una determinada era. Los peatones de la historia que lo vivimos en directo, más que escucharlos, estuvimos invitados a bucear y a participar dentro de ellos para corroborar lo que «los siniestro» nos enseñaron: que es mejor tener al indio dentro de la tienda y meando fuera, que fuera de la tienda y meando dentro. No permitiremos que nadie baile sobre su tumba... porque, tan hechos a mano como están, saben demasiado de la naturaleza humana.