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Feria del libro: escritores, editores y soldados imperiales

Darth Vader coincide con Theodor Kallifatides, que reconoce que “se siente aterrorizado ante una vuelta de los totalitarismos” y el fundador de Anagrama, Jorge Herralde, que evocó en un coloquio a Roberto Calasso y asegura que lo que está a punto “de desaparecer son los editores debido a los grandes grupos”
Alberto R. RoldánLa Razón

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Parece que las expectativas no engañaban y que había ganas de regresar a la Feria del Libro de Madrid. Tantas que no solo han acudido escritores, políticos (Nadie Calviño) y el público habitual, sino que también ha contado con la presencia de Darth Vader, que ha aparecido escoltado por una patrulla de soldados imperiales. Se ve que esto de la lectura es universal y no solo se lee en Palacio, también lo hacen en la Estrella de la Muerte. Entre Santiago Posteguillo, María Dueñas, Fernando Aramburu, Fernando Savater, Juan Gómez Jurado, Karina Sainz Borgo, los autores de Carmen Mola, estaba el escritor griego Theodor Kallifatides.
Él empezó a escribir a los cinco años. La misma edad en la que presenció cómo los nazis ejecutaban a una persona. «Mis grandes experiencias biográficas han sido la Segunda Guerra Mundial y la guerra civil en Grecia. Es lo más importante que he vivido», adelanta el novelista. Por eso, ante el nuevo auge de los nacionalismos en Europa, no vacila en responder que «no es que tenga miedo, es que estoy aterrorizado de que vuelvan los fascismos y los totalitarismos».
El escritor asegura que hoy en día estos movimientos «se ocultan, es su oficio» y «llevan otras máscaras», como las del populismo. Pero también recuerda que «todo comienza con las palabras; solo después llegan las armas. La guerra es el odio sin ojos. No existe nada positivo en una guerra, desde Troya hasta hoy» y para dejarlo claro pone el sufrimiento de las mujeres en primer plano: «Desde la antigüedad hasta hoy, sus cuerpos son campos de batalla en los conflictos. Siempre ha ocurrido así. No es posible hacer una guerra sin violencia». El escritor, que comenzó a estudiar español a los 82 años, ha terminado una estancia en España de seis semanas y se marcha con la impresión cultural que deja el legado histórico de sus ciudades y pueblos.
Su último libro, «Timandra» (Galaxia Gutenberg), ha vendido en este tiempo 10.000 ejemplares y ya tiene contratados otros doce para publicarse próximamente en nuestro país, donde se ha convertido en un tardío, pero impresionante fenómeno. Una de estas obras es «Cartas a mi hija», una lúcida reflexión sobre el destierro de Ovidio. «Fue uno de los primeros escritores en padecer un exilio», comenta inclinando los hombros, pero con una extraña lucidez en sus ojos azules, aún sin nublar por la edad.

Nuevas ideas

Kallifatides, al revés que otros, no hace una defensa corriente de los intelectuales. Él avanza por otros caminos. «No necesitamos tantos intelectuales, sino que calen en Europa las ideas centrales sobre libertad, equidad, justicia y paz. Sobre todo, es importante que lleguen a la conciencia de todos los ciudadanos. Es esencial, que tengan presentes estos conceptos y que los sientan como suyos». Y añade una importante coda a su declaración: «Estas ideas no son solo ideas. Se refieren a los problemas esenciales que caracterizan a los seres humanos. Proceden de la cultura griega y latina y son útiles».
Para Kallifatides, de hecho, hay mucho más: «Necesitamos regresar a la filosofía para empezar a dialogar entre los distintos países europeos. De manera especial en una situación como la actual para encontrar pronto una idea para coexistir juntos, sin más conflictos bélicos. Las contiendas son una fuente perpetua de lágrimas». Por eso apela a que renovemos con nuevas proposiciones estos afluentes de convivencia, para regenerarlos y no sucumbir a las nuevas tentaciones que asoman por el horizonte. «Es imposible ser optimista hoy en día, pero no tenemos otro remedio que intentarlo. Tenemos una guerra abierta ahora en Europa, que está documentada al momento por todos, pero, ¿los europeos estamos seguros de la información que tenemos y que se nos está ofreciendo?», plantea.
Lúcido, a pesar de su edad, con una enorme ganas de no ceder ni rendirse, Kallifatides, que ha sido inmigrante, que tuvo que abandonar su Grecia natal para buscar la prosperidad en Suecia, asegura: «Tengo el convencimiento de que siempre existe espacio para ideas que invocan la convivencia, que ayudan a construir».

Herralde, Calasso y los buenos días de la edición

En otro punto de la Feria del Libro, Jorge Herralde, el fundador de Anagrama, recordaba a un buen amigo: Roberto Calasso. El editor, gracias al cual los lectores españoles hemos conocido a autores tan importantes como Martin Amis, Julian Barnes, Emmanuel Carrère, Michel Houellebecq y que descubrió al mundo los nombres de Roberto Bolaño o Enrique Vila-Matas, evocó la amistad que compartieron durante años y reflexionó sobre el mundo del libro. «Más que intelectuales o grandes escritores como Roberto Calasso, que siempre surgirán, lo que está casi a punto de desaparecer son los editores, debido a los grandes grupos y la tecnología. Casi todo se está complicando ahora», comentaba Herralde, con seriedad, pero con una brizna de ironía en las palabras, como si para él resultara imposible hablar de asuntos relevantes sin una nota de humor que refresque la inteligencia.
Para él, en la actualidad «hay mucho pseudolibro que se publica. En estos últimos años los que están acertando son muchas pequeñas editoriales, que funcionan a lo grande». Durante la conversación salen a relucir las tácticas de su viejo oficio, cuando se invertía en un autor porque era bueno o porque le gustaba al editor. Entonces, el convencimiento de que lo valioso acabaría por ser reconocido por el tiempo era un artículo de fe. Fue el caso de Houellebecq, que se publicó por primera vez en Francia «en una editorial muy buena, pero que vendía mal»: «Entonces bebía más que ahora. Ahora ha entrado también en la dinámica de otros autores que se niegan a hacer una promoción de su obra. Pero lo importante es que él, igual que otros novelistas, son distintos, siempre te encuentran, siempre te incomodan. Esta clase de autores siempre tendrán sus lectores».
Jorge Herralde, que participó en una mesa con Basilio Baltasar, presidente del Premio Formentor y director de la Fundación Formentor, reconoció que de su profesión «lo más gratificante es encontrar un gran escritor. Es lo más satisfactorio, ver cómo el publico comparte tu mismo gusto». Pero Jorge Herralde también sacó a colación la memoria de sus años iniciales, cuando Anagrama no solo era un sello literario, sino también combativo y publicaba ensayos beligerantes contra la dictadura. «Era una placer luchar contra el mal absoluto, que entonces era Franco. También es cierto que tenemos el récord absoluto de secuestros editoriales».