El horrible mito griego de Perseo que da origen a las Perseidas o Lágrimas de San Lorenzo
Una violación de Zeus, secuestros o violencia vicaria, algunos de los argumentos que posee esta historia de la mitología griega
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Las conocidas como Perseidas o Lágrimas de San Lorenzo son lluvias de meteoros procedentes del cometa Swift-Tuttle, descubierto en 1892. Todos los años atraviesan la Tierra entre los meses de julio y agosto, teniendo su pico máximo en la madrugada entre el 11 y el 12 de agosto. Sus orígenes, aunque son explicados por la ciencia, tienen otras historias peculiares, dramáticas o propias de una película de ciencia ficción. Su origen más aceptado está en el mito griego de Perseo.
Cuenta la mitología griega que Perseo era hijo de Zeus y la ninfa Dánae. Se trataba así, de un semidiós, como era el caso de Heracles (Hércules en la mitología romana) o Teseo, y a lo largo de su vida fue capaz de llevar a cabo numerosas tareas sobrenaturales, la más conocida, la decapitación de Medusa.
El rey de Argos, Acrisio, que era padre de Dánae, la encerró en una torre de bronce para evitar que ella concibiese un hijo, ya que un oráculo le advirtió que un nieto lo mataría y se haría con el trono. Pero no contaba con que el todopoderoso Zeus deseaba a Dánae (como a muchas otras mujeres), y rechazaba el castigo.
Como Zeus era experto en transformarse para seducir, se transformó en forma de lluvia de oro y visitó a la mujer en su torre de bronce. Entró en el calabozo en el que estaba recluida, y con ese aspecto, líquido y dorado, cubrió el cuerpo de la princesa. De esta forma, nueve meses después, nacería Perseo.
Acrisio, sorprendido con el castigo divino (aunque no estaba dispuesto a creer la historia de la lluvia dorada), no podía permitir que la profecía se cumpliera. Era sangre de su sangre, el nieto del que el oráculo le había advertido y, según el destino, su verdugo y sucesor. Por tanto, encerró a la madre y al hijo en un caja y los arrojó al mar, pensando que morirían. No obstante, la caja llegó hasta la isla de Sérifos, donde Dánae y su hijo fueron acogidos por el Dictis, un pescador que acogió y cuidó a los náufragos.
A Dánae todos los males le venían juntos. No era suficiente con que su propio padre la encerrara en una habitación sin salida o con el concúbito de Zeus, obsesionado con ella, Polidectes, que era rey de Séfiros y hermano de Dictis, también se enamoró de ella. Quería pedirle matrimonio pese a los múltiples rechazos de la princesa.
Él no perdió la esperanza, y pasaron los años, y seguía insistiendo. Su perseverancia no daba sus frutos, pues solo se encontraba con la negativa de Dánae, que no quería su enlace con el monarca. Al mismo tiempo, Perseo se fue convirtiendo en un extraordinario y fuerte guerrero.
Ya no era un niño, y por tanto, pasaba a ser considerado por Polidectes como una amenaza en su objetivo de enamorar y poseer a Dánae. Posiblemente, él no lo reconocía, pero en verdad, le temía. Eso significó que quisiera librarse de Perseo.
De este modo, secuestro a Dánae y le pidió al semidios que, para liberarla, debía traerle la cabeza de Medusa, una Gorgona que, con mirar a los mortales, los transformaba en piedra. Pensaba que Perseo no sería capaz de vencerla, acabaría también convirtiéndose en estatua y dejaría de ser un impedimento.
Por otro lado, también pensó que, con un regalo exótico para ella, que le hiciera parecer rico frente a los demás, conseguiría su amor. Así que anunció un falso compromiso con la princesa de un reino vecino, y así conseguir lujosos regalos mientras Perseo se encontraba en su odisea.
El camino no fue fácil, pero Perseo, tras vencer a criaturas extrañas y con la ayuda de Atenea, logró llegar hasta Medusa y cortar su cabeza. Pasó a convertirse en héroe legendario, y cuando Polidectes estaba a punto de formar a Dánae, volvió con la cabeza de Medusa y consiguió usarla para convertirlo en piedra, salvando así a su madre de ser violada y liberándola del malévolo rey.
Origen cristiano
No obstante, quizás el origen más terrible proviene de la tradición cristiana. Las Perseidas también se conocen como Lágrimas de San Lorenzo, ya que la onomástica de este santo se celebra el 10 de agosto, unos días antes de tengan su punto álgido.
Según los cristianos, San Lorenzo fue quemado vivo en una parrilla, en Roma. Se dice que, en medio del martirio, gritaba. “Dadme la vuelta, que por este lado ya estoy hecho”. Así, se cuenta que sus lágrimas son “las estrellas” que en las noches siguientes caen del cielo.