El Met, otro mundo
Muchas son las cosas a admirar cuando se acude al Met neoyorquino, empezando por la plaza del Lincoln Center
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Muchas son las cosas a admirar cuando se acude al Met neoyorquino, empezando por la plaza del Lincoln Center, con su fuente, a donde se vuelca el teatro, la New York City Opera y la Filarmónica de la ciudad. Unos paneles permiten conocer las óperas en cartel: «Fanciulla del West», «Don Carlo», «Boheme» y «Carmen» en un mismo fin de semana, de viernes a domingo, con sesiones de mañana y tarde este día. Toda una demostración de un poderío con el que ningún otro teatro del mundo puede competir. A través de su enorme frontal de cristal se vislumbran esos dos inmensos Chagal que la institución ha tenido que hipotecar para hacer frente a la crisis. Nada de reducciones en actividad, hay que subsistir.
Dentro se observan colas ordenadas para cualquier cosa: los bares, los vasitos de agua en los grifos empotrados en mármol con dedicatoria para Enzo Pinza, las «toilettes» o la misma entrada a la sala, en la que los acomodadores entregan unos amplios programas de mano. La misma educación y el mismo orden se dan en las escaleras de salida del metro o en la entrada a los vagones, a donde nadie accede sin antes dejar salir a los viajeros.
Las butacas son tan cómodas que ninguna parte del cuerpo se resiente tras las dos horas y cuarto seguidas de un «Buque fantasma». Detrás den cada una de ellas se coloca, como en el Liceo, la pantalla de subtitulación en el idioma de la obra, inglés y español. Debajo de ella una chapista dorada indica quién la ha financiado. Y en esto la sociedad americana es admirable: los programas de mano exhiben enormes listas clasificadas de patrocinadores, que empiezan con aquellos que aportan anualmente más de treinta millones de dólares, cuatro particulares a título personal y una fundación para ser exactos. Claro que para que esto pueda ser así es precisa una legislación de mecenazgo como la que haría falta introducir en España para que las administraciones públicas no cargase con ni metiesen mano en asuntos que realmente no les incumben. El tema tiene obviamente sus fortalezas y debilidades, pero ha de tenderse hacía él, aunque una señora Harrington pueda decirle al más reputado director de escena que no le gustan los planos de diseño de la producción que ella financia y, o cambia el concepto o se va a su casa o se busca otra pagana.
Nueva York y su Met son, sin duda, otro mundo. Este 10 de diciembre lo podrán comprobar desde cines en gran parte del mundo a través de la emisión en directo y alta definición del estreno mundial de «The Hours», de Kevin Puts, adaptación de la aclamada novela de Michael Cunningham inspirada en la «Sra. Dalloway», de Virginia Woolf, y llevada al cine y ganadora del Oscar en 2002 con Meryl Streep, Julianne Moore y Nicole Kidman como protagonistas, ahora con Renée Fleming, Kelli O’Hara y Joyce DiDonato en los papeles principales bajo dirección musical de Yannick Nézet-Séguin y Phelim McDermott como regista de la función.