Buscar Iniciar sesión

Bores, los trazos de la vanguardia

Una exposición en la Residencia de Estudiantes recupera la figura del genial artista
francisco bores
La Razón
  • M.Moleón

    Marta Moleón

Creada:

Última actualización:

Con sus trazos neofigurativos, sus pinceladas irremediablemente cubistas, sus curvas suavizadas y líricas, su nervio creativo de alumno aventajado de Cecilio Pla, sus influencias vanguardistas y ultraístas y sus fructíferas incursiones en las tertulias de los madrileños cafés del Pombo y Gijón, Francisco Bores tuvo la inteligencia de forjarse una sólida personalidad artística permeable a las modas, pero en ningún momento esclava de sus dinámicas.
Es por eso que se ha señalado a menudo, muy acertadamente, que este pintor español perteneciente a la llamada nueva Escuela de París y de cuya muerte se cumplen ahora en 2022 cincuenta años, no puede identificarse con ningún movimiento de manera exclusiva. «Nunca se ha podido encasillar a Bores en una determinada escuela o en un determinado movimiento y eso le dota de un extraordinario valor. Él toma distintos aspectos que le interesan de las vanguardias, del cubismo, del surrealismo pero desarrolla un estilo absolutamente personal que al mismo tiempo le hace fácilmente reconocible», señala Genoveva Tusell, Doctora en Historia del Arte y comisaria de la exposición «Bores. Madrid-París (1898-1972)», un recorrido por la trayectoria artística del pintor desde sus inicios en Madrid en la década de1920 y su producción de madurez, ya instalado en Francia, hasta su fallecimiento en 1972, que podrá disfrutarse en el seno de la Residencia de Estudiantes hasta el 16 de abril.
«Creo que Bores es un pintor que, precisamente porque desde muy joven se instaló en la ciudad de París, alternando con ocasiones en España, se le ha mantenido un poco en el olvido porque está muy relacionado con lo francés. Pero al mismo tiempo sí que hay que señalar que de todos los artistas de su generación, él es quien mantuvo amistad con Picasso, con Joaquín Peinado, con todos los artistas que se encontraban en ese momento en la capital de Francia y sostuvo una relación de tú a tú. Se encontraba al mismo nivel que todos ellos», continúa Tusell acerca del artista.

En la vanguardia

El alineamiento que tuvo con el impresionismo, el cubismo o el fauvismo podrían servir como uno de los puntos de partida para la explicación crítica de su obra, pero siempre resultarían un tanto insuficientes e incompletas. El arte sensible y riguroso de Bores se alimentó de las vanguardias modernas para desarrollar un estilo propio e inconfundible que destaca por su exquisitez en el tratamiento del color, el reflejo de una aparentemente sencilla intimidad y una poderosa capacidad evocadora. El alineamiento con corrientes imperantes entonces, como el impresionismo, el cubismo o el fauvismo, podrían servir como punto de partida favorable para la explicación crítica de su evolución y de su obra, pero siempre resultarían insuficientes e incompletas en el fondo. El arte sensible y riguroso de Bores se alimentó de las vanguardias modernas para desarrollar a continuación un estilo propio e inconfundible que destaca tanto por su exquisitez en el tratamiento del color como en el reflejo de una aparentemente sencilla intimidad y una poderosa capacidad evocadora.
El compendio de habilidades técnicas y finísimas particularidades como artista precipitó el calificativo otorgado en 1931 por Juan Ramón Jiménez de “un clásico de nuestro arte contemporáneo”. Algo que se contrapone ligeramente a la discreción con la que se le percibió en territorio nacional. La participación de Bores en la Primera Exposición de la Sociedad de Artistas Ibéricos, celebrada en el Palacio de Exposiciones del Retiro de Madrid en mayo y junio de 1925, marcó un hito definitivo en su trayectoria. Concurrió con dieciséis óleos y acuarelas que correspondían a la etapa de su obra que él mismo denominó «clasicismo renovado».
Entre ellas se encontraban los retratos de Guillermo de Torre —el más temprano, coincidente con su fase ultraísta— y Ángel Apraiz, principal impulsor dela Sociedad de Estudios Vascos. También mostró una serie de bodegones y escenas de interior poblados de objetos con peso y volumen, repletas de preciosismo y delicadeza y enmarcadas dentro de ese nuevo clasicismo que la modernidad demandaba.
En 1966, fue nombrado Officier de l’Ordre des Arts et des Lettres e ilustró Le Neveu de Rameau de Diderot (Berlín, Propyläen). Celebró su primera y última exposición individual en la Galería Theo de Madrid en 1971, al haber rechazado siempre exponer en España por convicciones personales. El Estado francés le propusó realizar una exposición antológica en el Grand Palais de París, pero el fallecimiento del artista el 10 de mayo de 1972 impidió que el proyecto se llevase a cabo. Bores falleció a los setenta y cuatro años de edad y sus restos descansan en el cementerio de Montparnasse, entre la amplitud vanguardista y eterna de la belleza enterrada.