André Butzer, el expresionista que se fundió a negro para renacer
El Museo Thyssen realiza una exposición del artista alemán a través de cuadros de la colección privada de Blanca y Borja Thyssen a la que se suman obras de otros coleccionistas
André Butzer (1973, Stuttgart) habla bajito, casi en susurros. Su discreción contrasta con el color y expresividad de sus obras en las que dominan los míticos rostros de ojos inmensos que la revista de arte Taschen catapultó al mundo. «Mi obra es el escenario de mi vida en la que siempre hay un duelo entre la vida y la muerte. Ambas se entremezclan. Constantemente estamos muriendo para renacer, ese concepto del que hablaba Nietzsche», asegura el expresionista alemán a este diario.
Así lo muestra por ejemplo en uno de sus cuadros, «Mörder (Asesino)», el cual pintó cuando tenía 26 años y que forma parte de la veintena de obras que desde hoy pueden visitarse en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, entre las que también destaca, por ejemplo «Leche cruda», un cuadro donde a través de sus pinceladas maestras conversa con los visitantes sobre los riesgos que hay que asumir en la vida. «Vivir es inseguro, pero solo cuando nos enfrentamos a la vida desde el riesgo somos capaces de vivir. Si nos protegemos, estamos muertos», puntualiza.
Lejos de ser un niño prodigo, comenzó en el arte de la pintura a los 20 años con la admiración reverencial ante Cézanne, Matisse, Kirchner y Munch y la intención de sacar a flote sus vivencias a través de grandes pinceladas.
En la colección que ahora presenta en el Thyssen contrasta una obra de grandes dimensiones en «total black» con una pequeña grieta blanca que deja el lienzo a la vista. «Durante siete años solo pinté en negro. Necesité acudir a ese extremo para regresar al planeta tierra. No fue fácil, aunque para mí, la riqueza del color está tanto en el negro como en el color. El negro es la potencialidad del resto de colores». Desde su humildad, confiesa que «cada vez que pinto un cuadro lo hago como si fuera el primero y el último».