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Cine

Los apegos feroces de Celia Rico: "¿Quién cuidará de nosotras cuando seamos mayores?"

La directora de "Viaje al cuarto de una madre" vuelve a profundizar en la complejidad del vínculo maternofilial con "Los pequeños amores"

Un fotograma de "Los pequeños amores"
Un fotograma de "Los pequeños amores"La Razón

En mimado ejercicio de continuidad emocional, Celia Rico, que debutó en el cine con una película de exploración de la intimidad como "Viaje al cuarto de una madre", en la que los ecos sordos de las relaciones maternofiliales rebotaban en la limitación de las paredes de una casa de pueblo preñada de recuerdos y miedos evolucionados –a la independencia inevitable de la hija, al mantenimiento de los lenguajes compartidos o a la complicidad vital estructurada en mitad de un duelo–, estrena hoy, coincidiendo con la idoneidad del Día Internacional de la Mujer, "Los pequeños amores".

En este relato protagonizado por María Vázquez y Adriana Ozores seguimos la convivencia estival. de nuevo en una casa familiar, de esta madre momentáneamente lesionada por un incidente doméstico localizado en la pierna (a quien da vida una emocionante y naturalísima Ozores) y esta hija que alcanza la cuarentena como profesora en un instituto y que durante las semanas que pasa junto a su madre ayudándola y facilitándole las exigencias físicas del cotidiano, se interroga de manera discreta y reposada, acunada por los enclaves rohmerianos de un verano sin prisa y con silencios, acerca de los sueños profesionales que nunca llegó a realizar y también sobre aquellos que le dijeron que tenía que perseguir, mientras late un deseo de maternidad dormido y el establecimiento fútil de un amor en la distancia.

Presentada ahora en el marco de la Sección Oficial del Festival de Málaga, desde LA RAZÓN nos reunimos una semana antes con la cineasta para desgranar –o al menos intentarlo– algunas de las complejidades que narrativamente han acompañado y construido el relato de un vínculo doloroso y bello del que en determinadas ocasiones creemos saberlo todo hasta que descubrimos que en realidad no conocemos nada.

Un fotograma de "Los pequeños amores"
Un fotograma de "Los pequeños amores"Imdb

Atravesando la película, es en esa conversación nunca producida pero inevitablemente manifestada a través del diálogo discreto de los pequeños gestos –"la sartén siempre hay que fregarla a mano hija, porque si no, quedan restos, no la metas en el lavavajillas" o "este gazpacho está un poco soso"– donde aparecen los apegos y los reproches tardíos y las evidencias de que el tiempo ha pasado y no nos hemos dado ni cuenta, donde Celia Rico sitúa la cámara para decirnos lo que siempre supimos pero nunca llegamos a asumir: y es que llega un momento en el que el mayor miedo que puedes tener como hija es el de perderte las cosas de la vida de tus padres que suceden sin ti. La aparente insignificancia de lo ordinario. La constatación de que como decía Whitman "prosigue el poderoso drama". Por si acaso, intentaremos no irnos demasiado lejos. De momento solo hasta la butaca en la que nos sentamos cómodas frente a Rico mientras un hilo de fondo musical mece nuestro encuentro en el interior de un acogedor hotel de la Calle Huertas.

¿Había vocación de continuidad en este segundo proyecto con respecto a tu primer trabajo teniendo en cuenta que vuelven a ser dos mujeres, madre e hija, y sus distintas formas de vincularse las que colonizan el relato?

La verdad es que "Los pequeños amores" nace efectivamente de mi primera película y de darme cuenta de que es un tema que no se acaba nunca ¿no? A raíz de conversar con el público sobre la película y darme cuenta de que había escrito algo que ya me había pasado y que mi momento vital ahora era otro. Pensaba, bueno, ¿qué ocurre cuando sigues siendo hija y empiezas a acercarte a una edad en la que ya cruzas los 40? ¿Cómo seguir pensando en ese tema cuando tienes esta edad? Luego también había una cuestión que me inquietaba un poco que era cómo pensar en hacerse mayor si no tienes descendencia. Evidentemente ahora las cosas están cambiando y si las mujeres no tenemos hijos ya no se nos juzga o al menos no tanto como antes, pero seguimos arrastrando una pregunta un poco trampa. Que es, ¿quién va a cuidar de nosotras cuando seamos mayores?. Se supone que no se tienen los hijos para eso pero al no tenerlos se queda un vacío de cara al futuro que no sabemos cómo rellenar. Al final con esta peli quería permitirme pensar en la maternidad desde ese otro lugar, incluso desde la no maternidad, como le ocurre a Teresa (Vázquez).

"Me gusta asomarme a lo íntimo porque entiendo que es en ese lugar donde nos conocemos mejor"

Celia Rico

¿Cómo crees que se ha tratado históricamente en el cine español el tema de los cuidados? Porque hemos visto de forma reciente ejemplos de ello como en el caso de "Cinco Lobitos" pero parece que cuando una se pone a hacer balance tampoco salen tantos nombres a colación...

La verdad es que yo empiezo a sentir que que hay como un ruido alrededor de la idea de que las mujeres que estamos haciendo películas ahora estamos tratando en nuestra obra siempre los mismos asuntos pero luego miro la historia del cine español, y no hay tantas películas que hablen de estos temas o muestren bien algo como los cuidados. Es verdad que, por ejemplo, en "Cinco lobitos", resulta muy bonito cómo cuenta los cuidados cuando eres madre por primera vez, pero no sé si hay tantas películas que cuenten esto desde la perspectiva del cuidado de los mayores. Los cuidados recaen en las mujeres siempre. Y si no son las hijas las que cuidan a los mayores al final son mujeres a las que se contrata para que hagan exactamente eso. No sé, ¿tienes tú tienes como en mente alguna película que trate este tema?

Pues pensaba en "Solas" de Benito Zambrano por ejemplo. Un trabajo súper reivindicable además y que tiende a olvidarse en las conversaciones...

Ay mira sí, es verdad. Hace muchos años además de "Solas" ¿verdad? De hecho yo estaba estudiando en la universidad y es verdad que ahí se mostraba con mucha delicadeza una relación de cuidados entre una madre y una hija también. Pero claro, no sé si después se ha vuelto a hacer algo así. El tema de los cuidados se puede abordar realmente desde muchos ángulos pero en mi caso y en esta ocasión, lo quería hacer desde la mirada madre e hija porque siento que como hijas, se nos ha educado de forma un poco distinta que a los hijos. Se nos ha educado para que obedezcamos y las madres socialmente han estado ahí poniendo límites. Como que les ha tocado a ellas cuidar. Entonces cuando nuestro rol como mujer en la sociedad tiene que ver con cuidar o ser cuidado, encuentro muy difícil que seamos capaces de salir de ese binomio en otros ámbitos de la vida, como por ejemplo el profesional. Si pensamos dentro del cine cuáles son los roles que ha ocupado la mujer, llegamos a conclusiones interesantes yo creo. Por ejemplo, yo antes de ser directora era coordinadora de producción, algo que como yo digo, tienen que ver casi con cuidar la casa y que estén todas las cositas perfectas para que los demás puedan hacer bien su trabajo. Existe un rol de cuidados también dentro de nuestra industria. Tengo la sensación de que a los padres les ha tocado el rol de enseñar el mundo y a los hijos el rol de desobedecer esos límites.

Imagino que en el personaje que interpreta aquí María Vázquez, inevitablemente, resuenan habitaciones propias.

Siempre me gustar escribir desde lugares cercanos. De cosas que me han pasado o que le han pasado a amigas o a gente que de alguna manera conozco profundamente. María en realidad es un descubrimiento que hago cuando ya a montar el equipo y ya tenía una directora de casting con la que montar el reparto y es verdad que es uno de los nombres que estaba desde el principio en nuestra cabeza. Incluso iba reescribiendo el guion pensando en cómo lo haría ella. No es un personaje autobiográfico porque no hago películas para dejar registradas mis cosas, sino para reflexionar sobre momentos vitales. Hay quizás algo que me pertenece a mí y que le pertenece casi a toda una generación que tiene que ver con cumplir los cuarenta. Cuando eres joven estás mirando más hacia el futuro, a todo lo que te va a pasar, todo lo que está por venir, y cuando empiezas a acercarte a los cuarenta empiezas como a recoger lo que ya has hecho, las consecuencias de las decisiones que has tomado. La mirada es un poco amarga te diría o al menos de hacer balance. Este momento vital me hacía pensar mucho en qué significan las expectativas, cuáles son las que han depositado nuestros padres sobre nosotros, si nos podemos o no librar de ellas, cuáles son en realidad las nuestras, las que nos pertenecen. Pensaba mucho en el hecho de que a veces nos colocamos más en la proyección y en el imaginario, que en lo que nos pasa realmente. Conseguimos cosas pero estamos pensando en lo que no conseguimos. Tenemos una relación que no nos sale bien y la interpretamos como un fracaso, como si el modelo del amor para toda la vida aún nos lo siguiéramos creyendo. Teresa está construida sobre esas contradicciones y todas nosotras un poco también.

¿Hasta qué punto dirías que siendo mujeres y llegando a determinadas edades una cree que la persona en la que se ha convertido ha sido gracias a esas proyecciones o expectativas de las que hablabas procedentes de las madres?

Bueno yo creo que nos cargamos encima y esto a veces tiene cosas buenas pero otras muy pesadas, porque parece que hay otra persona hablando por ti. Por eso quería que este personaje de la madre fuera como una voz puntillosa que está todo el rato diciendo cómo se tienen que hacer las cosas. Hay veces que las expectativas se convierten en mandatos y ahí surge el movimiento. ¿Qué ocurre? Que esto se puede vivir de muchas maneras... desde el conflicto, desde el enfado, pero también desde el amor, cosa que por otro lado también es peligroso porque cuando lo vives desde el amor tú te quieres hacer cargo de esas expectativas y quieres que tus padres estén orgullosos y contentos. Tardas mucho en darte cuenta que en realidad estás persiguiendo los deseos de otros y no los tuyos. Esto no ocurre sólo con las madres, también con la sociedad. De alguna manera la dificultad está en descubrir cuáles son tus propios deseos.

¿Está pervertido el concepto de "cine íntimo" en cuanto a que se relaciona con algo pequeño o enmarcado exclusivamente en los márgenes de lo femenino?

Claro es que una cosa son las etiquetas que a veces simplifican y son reduccionistas y otra cosa es el significado de las palabras. A mí la palabra "intimidad" me parece un término con el que me siento cómoda. Me ha venido el título ahora de "La resistencia íntima" por ejemplo, de Josep Maria Esquirol. Me gusta asomarme a lo íntimo porque es en ese lugar donde entiendo que nos conocemos mejor, donde nos podemos mostrar frágiles, donde podemos acompañarnos y en mis historias me meto siempre en esos lugares, no puedo desligarme de ello. El problema es cuando esa palabra engloba una categoría de cine de mujeres. Podría ser un hombre haciendo estas películas perfectamente. Reivindico la palabra, pero no la categorización. Ocurre lo mismo con lo de cine pequeño, que también es una categoría reduccionista que nos obliga a meternos como en una especie de cajón en el que se da por hecho que podemos hacer películas con poco presupuesto y no. Necesitamos presupuestos grandes para hacer las cosas. Cuando hablo del "cine pequeño" que a mí me gusta, me refiero al que se hace con un equipo de gente reducido, porque es mucho más cómodo trabajar con menos personas pero tener más tiempo. Por otro lado, a mí me gusta también hablar de un "cine de lo cotidiano", que no tiene por qué ser pequeño y que tiene que ver con las cosas que nos pasan a todos. De alguna forma creo que intento contar historias que no tengan que ver con los grandes hechos o los grandes giros de guion sino con lo que nos pasa en nuestro día a día. Y que nos pase en el día a día no tiene por qué significar que sea pequeño. Es importante lo que nos pasa en nuestro día a día.