Sección patrocinada por sección patrocinada

Arte

Mengs, la revolución del pintor desconocido

El Museo del Prado presenta una retrospectiva del artista alemán, pintor de Cámara de la Corte española y cuyas ideas anticiparon el neoclasicismo, pero que ha sido «olvidado durante 250 años»

MADRID, 24/11/2025.- El Museo Nacional del Prado y la Fundación BBVA presentan una ambiciosa exposición, la más importante hasta la fecha, dedicada a Antonio Rafael Mengs, figura clave en el nacimiento del Neoclasicismo y uno de los artistas más influyentes del siglo XVIII, este lunes. EFE/ J.J. Guillén
El Museo Nacional del Prado presenta la exposición dedicada a Antonio Rafael MengsJ.J. GuillénAgencia EFE

Como recordaba ayer Andrés Úbeda, jefe de Colección de Pintura del Siglo XVIII del Museo del Prado, nunca es necesario hacer una introducción para presentar a los protagonistas de las exposiciones de la pinacoteca: son suficientemente reconocidos tanto por los especialistas como por el público general, tanto, que las firmas caen a veces en la redundancia y la obviedad. Sin embargo, esta ocasión es diferente: «Si cogemos un manual de Historia del Arte, Antonio Rafael Mengs será una figura en la que se pase por encima, si es siquiera mencionada», aseguró. Sin embargo, el maestro alemán, pintor de cámara de Carlos III fue el impulsor de una propuesta «revolucionaria» en palabras de Úbeda, tenía un carácter bastante antipático que le proporcionó no pocas polémicas (incluso con España, su país de acogida) y se involucró en una apuesta estética visionaria y de enorme trascendencia: el regreso a la belleza clásica de manera radical y que, para el Prado, le convierte en el «creador» del neoclasicismo. Todo lo anterior le causó el ostracismo de más de dos siglos. «Mengs le dio a cada momento de la historia posterior un argumento para despreciarlo e incluso para odiarlo», dijo ayer Úbeda en la presentación de la gran muestra, de 159 piezas, que desde hoy acoge el Museo del Prado.

Mengs, nacido en las cercanías de Dresde en 1728, fue criado bajo las altísimas exigencias de su padre, pintor de miniaturas, quien le puso el nombre de Rafael para que desde siempre se midiese con «el príncipe de los pintores», Rafael Sanzio. Pasó su aprendizaje en Roma hasta que fue «fichado» por Carlos III, donde encontró otro rival con el que medirse: Giovanni Battista Tiépolo, con el que pintaba pared con pared. «En la década de 1760, Madrid es uno de los grandes centros artísticos europeos. Hablamos de dos personalidades completamente antagónicas tanto en su carácter como en sus ideas estéticas. Pero ya sabemos que no hay un motor mejor para el talento que la rivalidad y eso hay que ponerlo en el haber de Carlos III», dijo Miguel Falomir, director del Prado, que recordó que el monarca estuvo a punto de eliminar de las colecciones reales los desnudos de la pintura mitológica de Tiziano y Rubens y que hoy se conservan gracias a Mengs, defensor del canon clásico. «Esta es la tercera exposición que acogemos de Mengs, pero no se hace a golpe de efeméride, sino porque hay algo que decir», señaló Falomir.

Un vacío

Úbeda abordó de frente la gran cuestión: ¿por qué le dedica el Prado una exposición monográfica a un artista que necesita ser presentado? Mengs fue el artista más reconocido y prestigioso de su época. Contó con el apoyo del pionero de la historiografía del arte, Johan Winckelmann, que le consideraba «el más grande artista de su tiempo y de los que vendrán» y de «el Rafael alemán». Mengs había conocido en Roma la estela de los seguidores de Rafael, el gran paradigma de la época, pero en 1750, cuando él llega a la ciudad, el último de sus continuadores había muerto: quedaba un vacío sobre la dirección que debía tomar la pintura. En 1761, el pintor alemán dio su respuesta: «El parnaso» rescataba en tema y estilo la antigüedad clásica y se convirtió en casi su manifiesto pictórico. «Tuvo el acierto y la necesidad de inventar, de imaginar una nueva forma de pensar y ejecutar la pintura. Mengs propuso cambiar completamente los fundamentos de la pintura europea de la época, colocando en el centro de la creación artística la escultura y la tradición del mundo griego». Y lo hizo, según Úbeda, con un espíritu «libresco, engañoso», porque en aquel tiempo los europeos no viajaban a Grecia: «conocían los vestigios de la antigüedad en términos generales, con lo cual había algunas mentiras, pero sus contemporáneos creyeron y aceptaron la propuesta». Aquellas ideas marcaron a Antonio Canova o Jacques-Louis David, sentó las bases del neoclasicismo. Sin embargo, su nombre fue paulatinamente borrado de la historia.

«En realidad, esto tiene que ver con cómo se hace el arte, cómo se publica el arte. ¿Quién decide que un artista es importante o que no lo es? ¿Quién establece que un artista debe pasar a la posterioridad o un artista debe ser olvidado? En primer lugar, está el talento, pero hay muchos artistas con talento. El otro factor es la trascendencia, es decir, el ser capaz de crear una pintura que sea reconocida como algo distinto de lo que se hacía antes y que sea seguida por los que continúan en esa larga cadena que es la historia del arte. También por el carácter visionario, por creer en tus ideas. Pues bien, Mengs participa de todas estas características y, sin embargo, la historia del arte no le ha reconocido ese papel en los manuales de arte», afirmó Úbeda.

Atormentado y antipático

En cuanto a las razones para el crédito y el descrédito de Mengs, en opinión del experto, no hay que descartar «su personalidad algo atormentada y a veces antipática» que le trajo algunas enemistades. Pero además del talante, si se repasa la historia del pensamiento europeo desde 1800 «han sido muchas las causas por las cuales ha sido expulsado de la historia de la pintura». «Sus contemporáneos manifestaron una amplia y una abierta hostilidad por Mengs, porque él era partidario de un concepto universal de la belleza, la griega, que era universal porque era objetiva, se basaba en la perfección formal», explicó Úbeda. Pero Mengs exaltó este modelo denigrando las escuelas nacionales, la escuela española, la francesa, la italiana o alemana. «No eran escuelas reivindicables, sino muestras de la ignorancia de aquellos que no eran capaces de entender que la única belleza posible era la del mundo griego. Claro, cuando a los españoles les decían Velázquez, Murillo, Ribera, son buenos artistas, pero son artistas ignorantes porque carecen del conocimiento del mundo clásico, pues eso provocó heridas muy profundas entre los críticos e historiadores», señaló el comisario de la muestra. En el siglo XIX, Marcelino Menéndez Pelayo «detestaba el siglo XVIII porque consideraba que había introducido de las ideas de la ilustración, le identificaba con el extranjerismo a partir de la llegada de los Borbones o con la impiedad. Y para él, Mengs era el paradigma del siglo XVIII que concentraba los males de ese tiempo, pues era un personaje extranjero, racionalista y que además tenía una relación conflictiva con los españoles. Pero podíamos ir yendo época a época e iríamos descubriendo las razones por las cuales Mengs iba siendo sepultado a través de generaciones sucesivas», explicó este experto.

En la muestra, organizada temáticamente, hay muestras de su grandeza como «La lamentación sobre el Cristo muerto» o la perspectiva espectacular de «El padre eterno». También retratos en Roma como los del papa Clemente XIII y el cardenal Zelada que, en su época como pintor de la Corte de Carlos III se multiplican con retratos de la familia real y figuras de la España ilustrada. Hay archiduques, infantes, y también anunciaciones, vírgenes y crucifixiones. También Octavio y Cleopatra, Diana y Proserpina y la apoteosis de Trajano. Un pintor «trascendental» en palabras de Falomir, que merece una relectura. «Creo que al Prado le sientan bien estas exposiciones. Naturalmente que podríamos hacer las mismas las que se hacen en otros muchos museos. Ustedes pueden ver que las programaciones de otros lugares son perfectamente intercambiables y previsibles. Pero el Museo del Prado apuesta por otro modelo de actividad cultural, creemos en ello», señaló Úbeda.