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Libros

Carlos García Gual: «La gente cada vez es más vulgar y le gusta parecerse más a la mayoría»

El filólogo y helenista publica «Vidas de Alejandro» y asegura que ya resulta difícil encontrar espíritus individuales y críticos en la sociedad de masas

Carlos García Gual, escritor@Gonzalo Pérez Mata
El helenista Carlos García GualGonzalo Pérez Mata Fotógrafos

Gozaron de una enorme popularidad, pero después cayeron en el olvido. Son dos textos, de distinta naturaleza, pero tema común, que forjaron y alentaron la imagen y leyenda del conquistador de Persia: «Vidas y hazañas de Alejandro Magno», de Pseudo Calístenes, que reúne y ata en un relato la tradición y noticias de manuscritos anteriores, pero ya perdidos, y «Nacimiento, hazañas y muerte de Alejandro Magno», de autoría anónima y con cierta tendencia a la fantasía. A pesar de disfrutar de fama y gozar de una enorme divulgación en siglos anteriores, los dos títulos cayeron en el olvido, junto a su fama y prestigio.

Ahora, el helenista, mitólogo y miembro de la Real Academia Española Carlos García Gual los devuelve a las librerías en una edición publicada por Siruela. El primero llega en una traducción nueva, extraída por primera vez del original griego, y el segundo, en otra, anterior y ya premiada en su momento, pero imposible de encontrar. Unas obras que para muchos pueden resultar una curiosidad reservada a historiadores, friquis del macedonio o amantes de la antigüedad, pero que, en realidad, fijaron durante siglos en el imaginario colectivo una figura que se convirtió en espejo de virtudes y ejemplo, pero que, ahora, en estos tiempos azarosos y de rumbo cambiante, el revisionismo pone en cuestión.

¿Qué debemos a estos dos textos de la leyenda de Alejandro Magno?

Esta pareja de textos pertenecen a una misma tradición. El primero es del siglo II y III d. C. Del autor no conocemos nada. El texto figuraba en unos papiros que mencionan a un tal Calístenes. Es una obra redactada, con toda probabilidad, en Alejandría alrededor de unos 500 años después de la muerte de Alejandro. El segundo está inspirado en el anterior, es de raíz popular y fue editado en los siglos XVII y XVIII. Es literatura popular griega. Los dos textos son esenciales para esa parte novelesca de un Alejandro mitificado. Los documentos escritor por historiadores contemporáneos de Alejandro se extraviaron. Así que los primeros libros fiables son del siglo I y II d. C. Pertenecen a Plutarco y Quinto Curcio. Posteriormente, sale este Pseudo Calístenes, que da cuenta de muchas cosas, porque conoce bien la tradición oral.

«Al desdén tradicional hacia los clásicos hay que sumar el papanatismo hacia lo nuevo»

Carlos García Gual

Los primeros documentos sobre Alejandro se perdieron...

Los libros de los primeros historiadores y compañeros de Alejandro, Ptolomeo y de otro Calístenes, que murió incluso antes que Alejandro, se extraviaron. Eran los testimonios más inmediatos y los primeros textos sobre él. Pero, a pesar de eso, sabemos bastante de su figura porque los historiadores posteriores fueron serios y recogieron versiones biográficas fehacientes. Pero, frente a eso, emerge la imagen de un Alejandro como hombre que conquistó el imperio Persa, se enfrentó a pueblos extraños y realizó viajes que resultan fabulosos. Es el Alejandro novelesco, que disfrutó de un enorme

éxito en la literatura hasta el

siglo XV.

¿Por qué fascina todavía el hijo de Filipo, el rey de Macedonia?

Fue el último héroe histórico griego. Es el monarca joven, discípulo de Aristóteles, que se lanza a la conquista de un imperio a partir del reino de su padre y que, además, lo consigue a través de una serie de batallas. Funda Alejandría, vence al ejercito del inmenso Darío, prosigue hasta los bordes del río Indo y, al volver, muerte misteriosamente a los 33 años en la legendaria Babilonia. Es un personaje fascinante. Pero además de esto, tiene otros rasgos valiosos para nosotros. Es un monarca valiente, heroico, lanzado a la aventura, pero magnánimo, que lucha al frente de su tropa, pero que tiene afán de ir más allá. Es históricamente, incomparable. Todos lo han imaginado como una gran figura porque está ansioso de saber. Es como un explorador del mundo, que quiere saber más y conocer más.

«Las lecturas son cada vez más vacías y el fenómeno del “best seller” es un mundo tan terrible»

Carlos García Gual

Quiere ir más allá.

Tiene esa enseñanza que hereda de Aristóteles. Ese afán de conocer el mundo es muy griego. Alejandro, que era macedonio, hijo de Filipo, representa muy bien este tipo de héroe griego, que es magnífico y que luego será ejemplar.

Pero hoy está cuestionado. Hasta lo llaman genocida.

Ahora se buscan aspectos más oscuros. Se quiere renovar su imagen, en parte, para hacerlo más humano. Hoy se tiende a desmitificar la imagen de los héroes. Muchas veces se tiende a rebajar a las figuras heroicas. Es como si tuviéramos la necesidad de recortar su prestigio. Es cierto que Alejandro, en sus campañas, causó algunos desastres, pero no era Atila. No era destructor. Todo lo contrario. Me temo que en estos tiempos modernos hemos perdido el sentido de la admiración. Es fácil criticar pequeños aspectos y dejar de lado lo grandioso, lo que es heroico. Uno de los atractivo de la historia reposa en estas figuras. Todo gran personaje, por supuesto, posee un lado sombrío, como toda gran gloria tiene sus pequeños desastres. Pero, sin duda, yo soy partidario de la admiración heroica.

«La cultura popular hoy es más basta y chillona que nunca. Vivimos inmersos en el ruido»

Carlos García Gual

Lado sombrío.

También se aprende de esto. Se trata de que la sombra no termine por reducir la luminosidad que descansa en algunos personajes. Alejandro adopta gustos orientales y, en eso, había una enorme generosidad: era dejarse conquistar por lo nuevo, por el otro.

¿Hay cierta dejadez respecto a los clásicos?

Me preocupa esto. La época que vivimos no es buena para los clásicos, porque los clásicos requieren un lector atento. Gustoso por apreciar un poco la finura, la grandeza y el estilo... Eso requiere una mentalidad de lector. Vivimos un tiempo apresurado, dominado por imágenes audiovisuales, por una relación muy rápida con la cultura. Al desdén tradicional hay que sumar ahora el papanatismo ante lo nuevo. Es una mal momento. Leer clásicos exige un esfuerzo de sensibilidad. Fíjese, la erudición no es importante para disfrutar de ellos. Lo que es relevante es el gusto, el aprecio, advertir lo nuevo y lo emotivo que tienen... y eso es difícil de conseguir en estos días. Esta lectura lenta que recomendaba Nietzsche, que afirmaba que convenía una lectura lenta, es un lujo casi imposible.

¿Y el arrinconamiento de las humanidades?

El exceso de comunicación y de datos inmediatos, ese prestigio de lo visual y de lo inmediato. No. Hay que ejercer esa especie de sensibilidad o de imaginación que requieren otras épocas y los textos antiguos. Lo hermoso no es solo lo contemporáneo, sino aquello que nos hace entrar en otros mundos y en otras eras. Lo atractivo es eso y no la repetición cotidiana del presente. Lo interesante de la educación es abrir la sensibilidad y los horizontes de las personas, pero eso supone un enorme esfuerzo individual. Y, además, los planes de estudio son cada vez peores.

Y la transmisión oral de la cultura se ha interrumpido.

La cultura popular es más basta y más chillona que nunca. Vivimos en el ruido, en la imagen. El gusto por la literatura supone tomar un reposo. Observar. Ser crítico y ser también individual. El individualismo crítico es cada vez más extraño. Vivimos en una sociedad de masas dominada por la cultura inmediata. Es un sino terrible.

Individual y crítico. Eso no está de moda.

No, no está de moda ser individual ni crítico. Está todo influido por la televisión. Se aprecia en la vida corriente. Las lecturas de la gente son exiguas y vacías. El mundo de los cómics está bien, pero, hombre, luego hay que pasar del cómic a lecturas distintas.

¿La calidad de lo que se lee es relevante?

Por supuesto. Antes había personas que leían menos libros, pero los apreciaban mejor. Hoy hay un evidente bajón en la universidad y la enseñanza media. Antes la lectura era importante. La lectura crítica. Eso ya no lo hay.

Usted pertenece a una tradición de renombrados humanistas. ¿Cómo ve el desdén que existe hacia el intelectual?

Esto es muy característico de la sociedad de masas, de la gente que se amontona, que juzga el éxito de una novela por el número de lectores, pero no por su calidad. Vivimos en un mundo acelerado, de portátiles y de estar sentados muchas horas delante de ellos. El tiempo está ligado a la propia persona y eso influye en su desarrollo posterior. Y los maestros, tanto de los que enseñaban en las escuelas como los que impartían en la universidad y que invitaban a reflexionar y a sentir, se está perdiendo ya. Ahora está el mundo del «influencer», la comunicación incesante. Eso es perjudicial. Con sinceridad, creo que ya no existe más salvación que la individual. Abrir ese jardín propio.

¿Qué le da miedo?

¿A mí? Lo tengo claro. Esta cultura de masas. Marcuse ya hablaba del individuo unidimensional de la cultura de masas, ser como los demás, dejarse llevar por lo que está de moda y no defender el carácter individual y propio. Cada vez la gente es más vulgar, más masiva y cada vez más le gusta sentirse como la mayoría. Para mí, cada uno debe buscar su propio camino de reflexión y para eso la literatura era buena. La literatura siempre ha sido un camino de sugerencia, aunque ahora, con el presente mundo de los «best seller», que es un mundo tan terrible...