Chillida: el artista que se hizo mediterráneo
La galería Hauser & Wirth dedica una muestra a las estancias en Menorca del escultor
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En los años ochenta, Eduardo Chillida emprendió la búsqueda de un lugar que le ofreciera nuevas posibilidades para expandir su imaginación artística. Quería alejarse de Saint Paul de Vence, muy apegado a él, pero frecuentado por una recurrente afluencia de artistas, pensadores y escritores, y también de Burgos, donde poesía un molino apartado. Pero durante esa década nació en él la necesidad de encontrar un sitio que le permitiera aislarse, descansar y, al mismo tiempo, encontrar la oportunidad de una luz nueva, distinta a la del País Vasco, que le abriera a nuevos horizontes artísticos. «José Antonio Fernández Ordóñez le mencionó Menorca. Era una época distinta a hoy. Había menos turismo. Al inicio, reparó en una casa, pero no le convenció porque estaba demasiado metida en el interior y a él le gustaba el mar. Al final dio con la casa de Alcaufar», comenta Luis, el hijo del artista. Así es como el escultor llegó a «Quatre Vents», que se convertiría en su residencia veraniega y donde construyó un providencial taller al aire libre, justo debajo de una higuera, donde proseguían trabajando, aunque de una forma más indisciplinada de horarios, más a su aire, de una forma muy distinta a como lo hacía el resto del año. «Digamos que en invierno es como si dirigiera una orquesta y aquí, en cambio, se dedicara a creaciones más íntimas, como si estuviera componiendo música de cámara», clarifica Luis.
La galería Hauser & Wirth ha inaugurado en sus instalaciones de la Isla del Rey, en Menorca, una exposición compuesta de 63 obras del escultor que homenajea, no solo la señalada fecha de su centenario, que contará también con otra muestra en Chillida Leku que se inaugurará este martes próximo (con las piezas que posee la Fundación Telefónica), sino también los dilatados meses de estancia que disfrutó en esta isla mediterránea y que le pusieron en contacto con elementos nuevos que incorporaría a su trabajo. La muestra enseña una sucesión de obras que abarcan desde el papel, la piedra hasta el mural y el hierro. «Cada material era importante para él. Él odiaba eso de dominar un material. Al contrario, consideraba que tenías que adaptarte a él, a sus propias posibilidades de expresión. Aseguraba que una misma idea aplicada dos materiales distintos, daban piezas diferentes».
Con esta filosofía, Chillida encontró en Menorca una serie de elementos que complementarían sus reflexiones, como las que dedicó al viento, Menorca es la isla de los vientos, el sol del Mediterráneo, que incidirían en sus dibujos, la tierra chamota. «Este se endurecía por fuera, pero se mantenía blanda por dentro. Por eso, cuando las transportábamos en coche, temblábamos en cada bache, porque temíamos que se rompieran», asegura Mikel, el nieto del artista.
Él mismo relata uno de los procesos artísticos que más le interesaban a su abuelo. «Aplicaba óxido y al cocerse se volvía negro. Para él, este fenómeno estaba vinculado al revelado, al positivado. Pero, además, estas líneas de óxido le permitían dibujar estructuras que no apearan en ningún lado. Parece que se sostuvieran en el aire, porque la piedra funcionaba como el vacío».
Pero Chillida, que mantuvo una fuerte amistad con Miró, aunque no coincidieran durante estos meses en Menorca, también disfrutaba con los talayots, por su piedra y por su primitivismo –le gustaba visitarlos en noches de luna llena–, y el empleo de la piedra marés, muy típica de esta geografía insular y que tiene una evidente presencia en esta exposición. «Siendo un perfeccionista como era, sin embargo, respetaba las imperfecciones naturales que acarreaba la piedra marés. Ahí pueden verse sus rugosidades. Para él, estos matices formaban parte de la historia de la obra. Estas bases sumaban un elemento que es muy importante. La solía usar como peana para apoyar sus piezas en hierro. Esto no era un capricho, porque percibió muy pronto que esto le permitía aliviar el peso, volver ingrávidas las esculturas, quitarles parte de su peso y volverlas más ingrávidas y livianas. Aliviaba su peso», asegura Mikel.