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De cómo los libros vencieron a la esvástica

Mike Newell viaja a la Isla de Guernsey para recordar la invasión nazi de la isla británica a través de los ojos de una escritora en busca del amor.

De cómo los libros vencieron a la esvástica
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Mike Newell viaja a la Isla de Guernsey para recordar la invasión nazi de la isla británica a través de los ojos de una escritora en busca del amor.

Mike Newell, a pesar de los exitazos comerciales («Cuatro bodas y un funeral», «Harry Potter y el cáliz de fuego»...) es un anciano tranquilo, excéntrico, con pintas de jubilado de la campiña inglesa. Su motivación principal, según cuenta, para hacer esta nueva película, «La sociedad literaria y el pastel de piel de patata», es enternecedora: «Tengo una hija de 35 años, que, junto con mi hijo, es el amor de mi vida. Ella es en este momento un poco infeliz, así que yo quería hacer una historia sobre una chica infeliz que al final se convertía en radiantemente satisfecha y realizada». En la novela de Annie Barrows y Mary Ann Shaffer encontró los mimbres.

La historia se cuenta a través de Juliet Ashton, una escritora comprometida con un diplomático estadounidense en el Londres de 1946 que contacta por carta con un granjero de la Isla de Guernsey, en el Canal de la Mancha. Un grupo de habitantes de este lugar creó durante la guerra una sociedad literaria para eludir el toque de queda que los nazis, que ocuparon la isla, habían impuesto. Juliet, deseosa de conocer a tan peregrinos lectores, decide viajar a Guernsey, donde se topará con misterios no resueltos de la guerra y con un dilema amoroso.

«Una de las cosas que pensé al hacer el filme –revela Newell– es que vivo en Londres en el siglo XXI, en una de las ciudades más materialistas en una de las épocas más materialistas hasta la fecha. Así que quería hacer algo sobre una chica que renunciaba a todo para vivir con un granjero. Pero me preguntaba si yo mismo me creía esta historia». Por eso fue componiendo un tapiz de personajes excéntricos, que van envolviendo con la magia provinciana a una Juliet que busca «ir más allá del londres sofisticado». El anciano cartero, la viuda solitaria, la joven que ha quedado para vestir santos... «Tenían que ser personajes eléctricos, vivos. Y me interesa ver cómo encajaban. Juliet lo logra», explica el director. Consiguiendo poner de acuerdo a estos isleños que viven con el peso de la memoria de la guerra, la escritoria londinense encontrará también su lugar en el mundo.

Hijo de la II Guerra Mundial

La historia de la invasión de Guernsey por parte de los nazis es poco conocida en España. «Los menores de 50 años no saben que hubo un trocito de Inglaterra en el que la esvástica ondeó, pero mucha gente de mi generación –Newell tiene 76 años y nació durante la II Guerra Mundial– sí lo sabe. Pero lo más interesante no es que estuvieran ocupados sino que los isleños ingleses se las apañaron para tener una vida plenamente imaginativa bajo esa presión». Es el caso de estos personajes, que encuentran en la literatura un refugio y una manera de estrechar lazos frente a las calamidades.

El propio Newell ha demostrado su amor por las letras dirigiendo numerosas adaptaciones literarias como «Grandes esperanzas», «El amor en los tiempos del cólera» y una de las películas de la saga de «Harry Potter», de J. K. Rowling. «No veo posible hacer otro filme de estos libros, porque los chicos han crecido y su voz ahora es ronca», bromea. Tampoco tiene claro si regresaría a Estados Unidos (donde rodó cintas emblemáticas como «Donnie Brasco» o la más reciente «Príncipe de Persia: las arenas del tiempo»): «Me gusta vivir en casa, en Inglaterra, con mi mujer y mis hijos. Tendría que ser algo realmente muy especial lo que me llevara de nuevo a América. Además, alguna vez tendré que pensar en parar, soy mayor y mis piernas no funcionan ya muy bien». Pero antes de que eso ocurra, Newell ya se ha embarcado en otro proyecto, una cinta que recreará los promenores de la fabricación de la primera bomba atómica en manos de Inglaterra. A los 25 años de «Cuatro bodas y un funeral», su director sigue estando en la brecha.