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Caravaggio
Este cuadro vale más que Mbappé
«The Sleeper. El Caravaggio perdido» es un trepidante thriller documental

Imagina que, como cada mañana, te suena el despertador a las siete y cuarto, juras en moldavo, activas los datos del móvil y te empiezan a entrar frenéticamente wasaps y notificaciones hasta saturarte el terminal. No comprendes, no das crédito: estás muy dormido... Te lavas bien la cara, orinas con la puntería de Almeida tirando penales, te enjuagas las manos y, por si acaso, vuelves a lavarte la cara. Consultas de nuevo el teléfono: sí, «no puede ser», pero así es: resulta que el cuadro familiar, ese de temática piadosa que colgaba de toda la vida de Dios en el salón de los abuelos y cuya representación de Pilatos te daba un buen canguelo cuando eras un mico, vale ahora más que la ficha de Mbappé. Y, aunque tu tío Antonio, que el único museo que visita es el del Bernabéu, te haya dicho que es «un Cannavaro», sabes perfectamente que se refiere al genio del «chiaroscuro». De camino al baño, para asuntos de mayor calado a causa de los nervios, recuerdas aliviado que la tía abuela Puri quería vender aquel «dichoso Ecce Homo» por Wallapop para al menos darnos una comida familiar a la salud de la abuela.
Un final inesperado
En fin, de una sorprendente premisa similar parte el increíble thriller-documental «The Sleeper. El Caravaggio perdido», dirigido por Álvaro Longoria, productor de «Campeones». La familia Pérez de Castro tiene en su casa del barrio de Salamanca un «Ecce Homo» de Caravaggio que podría llegar a valer 300 millones, y no lo saben. Lo ponen a subasta en 2021 en una galería madrileña por 1.500 euros. El catálogo, como es preceptivo, se publica en internet, y algunos expertos italianos empiezan a sospechar y a rular vía Whatsapp que aquella pintura atribuida a la escuela de José de Ribera puede ser el Caravaggio perdido. La fiebre por conseguirlo se desata, ¿quién será el cazador más rápido? Y aquí entra en escena Jorge Coll, marchante de arte y CEO de Colnaghi, pero sobre todo buen amigo de Álvaro Longoria, lo que va a permitir que este entre –se empotre– con su equipo a grabar hasta la cocina en este críptico proceso de tasación, validación y compra-venta que vive el cuadro durante más de tres años.
«Cuando nos embarcamos en esto lo hicimos a la aventura –cuenta su director, admirador de David Lynch–. Los financieros te preguntan que cuál es el guion del documental: entonces, bueno, iba a depender de lo que ocurriese, pero nos lo tuvimos que inventar. Sólo teníamos claro que queríamos centrar el tiro en la parte de la venta y del renacimiento del cuadro».
Asegura Longoria que daba «por descontado que el cuadro –una vez que se protege y se devalúa se vende por unos 36 millones de euros a un británico anónimo mediante la declaración de BIC– iba a acabar en el Museo del Prado, que lo iba a comprar; pero bueno, al final hay un giro de guion inesperado». Más allá de la confianza del cineasta con Álvaro Coll, cabe preguntarse cómo logran entrar a un mundo tan sumamente cerrado: «Al principio nos costó mucho. Poco a poco se fue relajando la cosa y ahí ya tuvimos más acceso. Lo difícil fue que la familia poseedora del cuadro nos diera su confianza. Una vez conseguida, todo fluyó mucho más rápido», dice.
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