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cine
Crítica de "Ghostlight": Romeo debe llorar ★★★ 1/2
Directora: Kerry O’Sullivan y Alex Thompson. Guion: Kerry O’Sullivan. Intérpretes: Keith Kupferer, Katherine Mallen Kupferer, Tara Mallen, Dolly De Leon. Estados Unidos, 2024. Duración: 115 minutos. Drama.

En ese manual de buena conducta -jamás escrito y jamás publicado- para formar parte del programa del Festival de Sundance, sería imprescindible incluir un manifiesto de temas y personajes para concebir la perfecta película ‘indie’. Incluso ahora, en estos tiempos pospandémicos, en los que el certamen celebrado en la nevada Utah parece haber perdido su relevancia en las batallas culturales que se libran en el seno del cine norteamericano, “Ghostlight” cumple todos los requisitos para ser esa película. Una tragedia que superar, un conflicto familiar, vidas corrientes sometidas a desgracias corrientes, comunidades que funcionan como redes solidarias, una luz de redención al final del camino… el formulario es el mismo de siempre, solo cuenta la caligrafía con la que se rellena la línea de puntos.
La luz fantasmal del título se refiere a la costumbre, diríamos que a la superstición, de dejar una bombilla encendida cuando un teatro está a oscuras, como un faro, una luciérnaga que nos recuerda cómo regresar desde las tinieblas. Esa luz, en “Ghostlight”, es una representación de aficionados del “Romeo y Julieta” de Shakespeare. Lo primero que nos piden los directores Kelly O’Sullivan y Alex Thompson es que hagamos un pacto con el relato, nos vendemos los ojos y nos creamos que un obrero de la construcción cincuentón no ha oído hablar en su vida del clásico de Shakespeare, no le suena ni su título (accede a él, gran idea, a través de la magnífica adaptación de Baz Luhrmann).
Aceptada tan implausible condición argumental, la obra se convierte milagrosamente en una forma de terapia para un hombre incapaz de dar forma a su duelo, a su sentimiento de culpa, si no es interpretándolo, distanciándose de él, arropado por un grupo humano que, desde el entusiasmo de lo amateur, cree firmemente en el valor curativo del arte (mención especial para la Julieta de la función, una estupenda Dolly de Leon, con su mirada y su voz sabias y achispadas).
Es hermoso que la película se presente como un asunto de familia: el matrimonio protagonista y su hija lo son también en la vida real. Eso le da una autenticidad al drama, a las obvias resonancias con la obra de Shakespeare de una tragedia que se va desvelando en cuentagotas a través del metraje, que hace que al final “Ghostlight” funcione más allá de los clichés, y de la peligrosa tendencia que tiene de caminar por la cuerda floja de la autoayuda. Tal vez porque el camino de redención está escrito desde el primer ensayo teatral, la película intenta mantener el fuera de campo de lo trágico demasiado tiempo para tensionar dramáticamente una trama que, en lo práctico, se sostiene en el naturalismo de las interpretaciones, y en la humanidad posneorrealista de las carencias y los gestos de apoyo y fragilidad de sus protagonistas.
Lo mejor:
La autenticidad que desprende el trabajo de los actores, y la fe en eel teatro como espacio curativo.
Lo peor:
No puede evitar columpiarse en los tópicos formularios del cine ‘indie’.
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