Crítica de "Marcello Mio": memorias de una "Nepobaby" ★★
Dirección y guion: Christophe Honoré. Intérpretes: Chiara Mastroianni, Catherine Denueve, Fabrice Luchini, Nicole García, Melvil Poupaud, Benjamin Biolay. Francia, 2024. Duración: 120 minutos. Comedia.
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Para la teórica Jacqueline Reich, Marcello Mastroianni encarna las obsesiones de la masculinidad italiana -la protección del honor, la procreación, la segregación sexual- desde una performatividad autoconsciente. Esa performatividad, fuera desde lo cómico o desde lo melancólico, ponía en crisis la idea del macho mediterráneo. Por eso, en un principio, resulta tan atractiva la premisa de “Marcello Mio”: que sea la propia hija de Mastroianni y Catherine Deneuve, Chiara, la que decida resucitar la imagen de su padre disfrazándose de él, “queerizando” esa figura totémica de la historia del cine.
Es sorprendente que un director tan sensible a la causa LGTBI no sepa aprovechar ese camino, y prefiera navegar entre aguas más autocomplacientes: por un lado, pretende examinar las dudas existenciales de una ‘nepobaby’, que aún tiene que pasar por castings donde le recuerdan sus genes -la cineasta Nicole García pidiéndole que sea más Mastroianni que Deneuve- y que decide convertirse en su padre para exorcizar su herencia o invocar su fantasma; por otro, utiliza a Chiara Mastroianni como cuerpo en tránsito por los clásicos de la filmografía de Marcello (“La dolce vita”, “Noches blancas”, “Ginger y Fred”) a modo de homenaje, en el año del centenario de su nacimiento, el próximo 28 de septiembre.
El resultado es una película errática, que podría servir como retrato ficcionado de una actriz sin identidad -aquí todo el mundo se interpreta a sí mismo: desde una irresistible Deneuve, lo mejor del metraje, hasta Melvil Poupaud y Benjamin Biolay, actual pareja de Chiara- si no fuera porque toda ella parece una broma privada, exclusivamente diseñada para que familia y allegados jueguen a ser personas antes que personajes. Un juego que tiene algo de elitista y excluyente, algo que Mastroianni nunca fue.
Lo mejor:
Una Catherine Deneuve sin filtros, sarcástica y emotiva, una madre dura de roer.
Lo peor:
El tono autocomplaciente, de fiesta privada a la que no hemos sido invitados, del conjunto.