Crítica de "Solo para mí": antes de la violencia de género ★★★ 1/2
Directora: Valérie Donzelli. Guion: Audrey Diwan, Valérie Donzelli (novela de Éric Reinhardt). Intérpretes: Virginie Efira, Melvil Poupaud, Virginie Ledoyen, Dominique Reymond, Romane Bohringer. Francia, 2017. Duración: 105 minutos. Drama.
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“Solo para mí” aborda la violencia de género desde la perspectiva de la víctima. Al situar la historia en un entorno acomodado, Valérie Donzelli quiere demostrar que se trata de una pesadilla transversal, que afecta a todas las clases sociales. A diferencia de títulos como “Te doy mis ojos”, su relato no empieza ‘in media res’, cuando el maltrato ya incendia el hogar, sino cuando víctima y verdugo aún no son conscientes del papel que cumplirán en el futuro, y solo hay amor y deseo mutuos.
Esas escenas son esenciales para entender la cárcel en la que se convertirá el matrimonio: el rojo que predomina en las imágenes de su primer encuentro, en una fiesta, y las secuencias de sexo, que Donzelli planifica como si estuviera filmando un thriller erótico, anuncian el lado oscuro de una pasión obsesiva, que separará a Blanche (Virginie Efira) de su familia y amigos, y que irá revelándose lentamente, a través de pequeños gestos de control y aislamiento que culminarán en un ritual de crueldad psicológica y abuso físico. Una espléndida Efira sabe transmitir el desgarro de una vida maltratada: la colisión entre el amor y la sumisión, la culpa por no saber cómo combatir una relación tóxica, la vergüenza que empuja a la víctima a esconder su drama ante los demás y mantener las formas.
Cualquiera diría que “Solo para mí” es un ‘remake’ de “Durmiendo con mi enemigo”, aunque Donzelli utilice la estructura narrativa de la película. Concebida a partir de la confesión de Blanche a una abogada, para separarse del thriller al uso. Lo importante aquí es trabajar la indefensión de la víctima a partir de la puesta en escena, desde la tenebrosa fotografía con que la oprime en los interiores hasta el diseño de la casa familiar, que aniquila toda posibilidad de intimidad. Blanche siempre está vigilada por su marido (un Melvil Poupaud al que le resulta muy sencillo dar grima), y también por la cámara. Ese rigor en la planificación humaniza el sufrimiento de la protagonista, aleja al filme del relato de periodismo de sucesos, a pesar de que Donzelli desaprovecha un hallazgo de guion -Blanche tiene una hermana gemela, hecho que podría haber sofisticado el relato ‘à la De Palma’- y de que, en su tramo final, dé la impresión de que comprime demasiado la acción con el fin de provocar tensión.
Lo mejor:
El rigor y la mesura al acercar su cámara-microscopio a un caso de violencia de género.
Lo peor:
Que el personaje de la hermana gemela de Blanche ocupe un lugar tan periférico en la trama