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Contracultura

La gente no respeta ni que estamos en carnaval: la censura "woke" llega a Cádiz

Tras décadas de paz ideológica, la guerra cultural «woke» ha llegado a Cádiz, poniendo en juego el arte de la sátira de agrupaciones copleras históricas

La gente no respeta ni que estamos en carnaval
La gente no respeta ni que estamos en carnavalMANUEL FERNÁNDEZ

Los periodistas Chapu Apaolaza y Juan Soto Ivars coinciden en afirmar que el Carnaval de Cádiz es el canario en la mina. «Si consiguen acabar con la fiesta gaditana significa que la sociedad está perdida», argumenta el autor de «7 de julio», confeso enamorado de Cádiz y su Carnaval, al que califica como «la reserva intelectual de Occidente» y como «el arte más elevado de todos los que tienen que ver con la palabra». Por su parte, el autor de «Nadie se va a reír: la increíble historia de un juicio a la ironía», sostiene que comparsas y chirigotas, como el pajarito minero, «nos están avisando con sus toses y sus protestas del escape de gas venenoso que ahoga la libertad de expresión».

Para Miguel Ángel García Argüez, «El Chapa», que es escritor amén de autor de agrupaciones carnavaleras, «hay un antes y un después de 2018 en la forma de entender los compromisos éticos de las coplas. Siempre he intentado estar alerta de algunas expresiones machistas, racistas... Pero cuando veo que se empieza a mirar con lupa y a decir cosas que son banalidades y que se convierten en dardos acusatorios contra quien hace los repertorios, piensas: ‘‘Hasta aquí llegué’’».

Un ecosistema cultural

Pero ¿qué pasó hace ahora seis carnavales, ese punto de inflexión, para que autores como el propio Argüez con su comparsa a la sazón «Los Prisioneros» (que, por cierto, iban de canarios enjaulados) cantaran letras como la que sigue en la que daban fe de «¡qué de alguaciles tiene ahora la moral!?» («Seguid así, que entre todos nos vamos a cargar la libertad más sencilla y sagrada. Seguid así, ya veréis que va a acabar el carnaval encerraíto dentro de una jaula»).

Ocurrió que una chirigota chiclanera fue linchada virtualmente y amenazada con ser llevada a juicio por los «indepes» porque decapitaron simbólicamente a Carles Puigdemont. Además, se sumó que los abogados de Andreíta Janeiro requirieron a otra chirigota por hacer mofa del físico de la muchacha, instándoles a que retirasen todo el contenido alusivo a su ofendida defendida. Y, para colmo, una comparsa que denunciaba la situación de los inmigrantes que cruzan el Estrecho fue acusada de racismo porque se pintaron la cara de negro. Si nos vamos diez años atrás, hasta 2008, la chirigota «ilegal», «Rumanía, Rumanía» de las famosas Niñas de Cádiz tuvo problemas serios con la embajada rumana por parodiar el tipo de zíngaras pedigüeñas. «Y entonces no estaban afinados los mecanismos de linchamientos de masas», apunta Apaolaza al respecto.

«Si un rumano ve la actuación de Las Niñas a través de un vídeo de Youtube, fuera de contexto, no es lo mismo que quien las escucha un lunes de carnaval en la plaza de Macías Rete. No tiene los códigos para entender esa idiosincrasia», aclara el periodista donostiarra aludiendo al carnaval de calle que, para El Chapa, «tiene esa pátina canalla de nocturnidad, libertinaje, ebriedad y subversión».

Al hilo de la contextualización de la fiesta, el autor de «La casa del ahorcado» habla del Carnaval de Cádiz como «un ecosistema cultural». Y ahonda: «A los ecosistemas les afecta mucho la contaminación que pueda venir de fuera». Y se explica a continuación: «Vivimos hiperconectados y eso quiere decir que la casa del ahorcado, donde no se debe mentar la soga, tiene las paredes transparentes».

Pero, claro, si es un «ecosistema cultural» esta fiesta ha de tener elementos diferenciales, autóctonos, identitarios. «Es un fenómeno cultural, social, artístico y etnográfico que va mucho más allá de unos días de holganza, máscaras y subversión. Mucho más que la ruptura del orden o la insumisión de las reglas», aclara el letrista de «Los Prisioneros», antes de señalar que el Carnaval de Cádiz es «ante todo, las coplas».

¿Y qué son exactamente las coplas? «Un trabajo artístico colectivo y una expresión asombrosamente identitaria. Generadas en un proceso anual, apasionado, creativo y fugaz. Coplas efímeras que arden pronto en la gran hoguera comunal [como las fallas valencianas] de estos días de locura y fervor», explica El Chapa.

Y para Chapu, «la medida de todo es la copla, la palabra, la literatura; es lo que le da sentido a todo. Si al Carnaval de Cádiz le quitamos el resto y dejamos las coplas desnudas, no pasaría nada, es decorado». «Sin las coplas sería otra fiesta», abunda nuestro autor de carnaval.

Viñeta de contracultura sobre los carnavales
Viñeta de contracultura sobre los carnavalesLa Razón

La moral de Doña Cuaresma

Más allá de la fiesta gaditana, el carnaval o las carnestolendas es ese combate entre Don Carnal y Doña Cuaresma que representó Pieter Brueghel el Viejo. La intención original carnavalesca ha sido «buscar el equilibrio social a base de fijar un periodo de aparente desequilibrio», escribió Julio Caro Baroja.

El carnaval es una fiesta que funciona por contraste, que se prolonga por un espacio de tiempo acotado y suspende tabúes muy severos. Es por ello que sin los censores, los moralistas que representan a Doña Cuaresma, esto no tiene sentido. Entonces, ¿acaso no le vienen bien al carnaval gaditano toda esta legión de «ofendiditos» en las redes sociales para que los autores afinen y agudicen sus letras contra la censura posmoderna?

Para el autor de «7 de julio», «El carnaval de Cádiz tiene ahora más sentido que nunca», aunque se lamenta que, dado el lastre de la censura, «nunca sabremos lo que hubieran escrito ciertos autores en 2024». Sin embargo, Soto Ivars habla de que «en los últimos tiempos ha pasado algo grave, y es que Doña Cuaresma, que era vista como la aguafiestas, tiene una especie de superioridad moral. Hoy el censor se ve por mucha gente como alguien virtuoso y no como lo que es: un puritano que piensa que los demás son más tontos y manipulables y que por tanto tienen que ser protegidos con las tijeras».

Argüez opina que lo de que la censura agudice el ingenio «es un cliché», y alude a la paradoja de que «en las coplas de las chirigotas ilegales o los romanceros, la libertad frente a la dictadura de lo ‘‘mainstream’’ es mucho mayor y, sin embargo, el ingenio y el humor son a menudo más sofisticados que en el teatro».

Si ponen el oído, ya sea en la calle o en teatro, dudo mucho que escuchen una sola letra crítica del Carnaval de Cádiz con la Amnistía, con la chapuza de ley del «solo sí es sí» o con el alcalde saliente, Kichi. En cambio, al Rey Felipe VI, al nuevo regidor del Partido Popular, a la Semana Santa y hasta a El Hormiguero ya le han dado lo suyo y lo de aquel, y aún estamos a mitad de Concurso...

Apaolaza se refiere a «una espiral de silencio que impide que la heterogeneidad del pueblo está realmente representada en las coplas: se sigue un corpus argumental de izquierdas». Para El Chapa, en cambio, depende de la óptica: «Sabemos históricamente que las coplas de carnaval brotan, germinan y evolucionan desde las clases trabajadoras, que es un arte profundamente popular, incluso periférico sociológicamente, y eso evidentemente marca las líneas maestras de su discurso. Pero tampoco olvidemos que a veces las clases populares pueden pasar de lo revolucionario a lo reaccionario sin problemas».

En definitiva, después de analizar la situación y tal y como rezaba el famoso estribillo del cuarteto «Tres notas musicales» (1991): «Ay, qué casualidad / ahora una guerra mundial: / ¡La gente no respeta / ni que estamos en carnaval!».