El viaje ultrasecreto del “Guernica” de Nueva York a Madrid que terminó en gran ovación
Una sigilosa misión de Estado completó el rescate de la famosa obra de Picasso en 1981
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Todavía queda rastro de Pablo Picasso en Nueva York. Su escultura “Tête de Femme (Fernande)”, propiedad del Museo Metropolitano de Nueva York (Met), saldrá a subasta el próximo mes de mayo y se calcula que su precio alcanzará los 30 millones de dólares. Pero si una obra de Picasso ha brillado en Nueva York ésa es el “Guernica”, expuesto durante 42 años en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa) y cuyo viaje de traslado a España fue tan secreto como emocionante.
Hay que situarse en septiembre de 1981. Tras culminar cuatro años de muy complejas negociaciones, altos cargos del Gobierno de la UCD se desplazan a Nueva York para llevar a España al “último exiliado” —así se llamaba a menudo al “Guernica”, la obra maestra que Picasso pintó en 1937 por encargo del gobierno de la II República con el propósito de denunciar la barbarie de la Guerra Civil—.
El “Guernica” se había mostrado por primera vez al público durante la Exposición Internacional de 1937 en París y generó desde el primer instante un enorme impacto. El deseo de Picasso era que el cuadro, pintado a lo largo de un mes en su estudio de París, acabara exhibiéndose en España con una condición: que hubiera “libertades democráticas”.
El tour del “Guernica” y la frustración de Franco
Concluida la Exposición de París, el “Guernica” inició un tour por varias ciudades (Oslo, Copenhague, Estocolmo, Goteborg, Londres, Leeds, Liverpool, Manchester) hasta que, por decisión de Picasso, aterrizó en Nueva York en 1939 con el fin de recaudar fondos económicos para el bando republicano.
Y allí permaneció durante más de cuatro décadas, pese a los infructuosos intentos del régimen de Franco por hacerse con el Guernica.
Muerto el dictador, el gobierno de la UCD se puso en marcha para traer a España la famosa obra de Picasso. Uno de los negociadores fue el entonces subdirector de Artes Plásticas del Ministerio de Cultura, Álvaro Martínez-Novillo, a quien el Gobierno encargó viajar a Manhattan en 1981 para completar el rescate.
Casualmente, Martínez-Novillo coincidió a su llegada con el cineasta Luis García Berlanga en un restaurante neoyorkino. Tan extrañado se quedó Berlanga de ver a Martínez Novillo en Nueva York que no dudó en bromear con él acerca de su presencia: ¿Acaso estaba allí para robar el “Guernica”?
En efecto, lo estaba. Pero Martínez-Novillo tenía instrucciones muy claras del Gobierno: toda la operación “Guernica” debía transcurrir en la más estricta confidencialidad para no alertar a ninguno de los herederos de Picasso y, así, no desatar ninguna acción judicial que hiciera descarrilar el traslado del cuadro a Madrid.
El apagón en Manhattan y el vuelo de Iberia
La noche del 8 de septiembre se descolgó el “Guernica” (7,75 metros de ancho x 3,50 metro de ancho) y se prepararon los extraordinarios bultos para embarcarlos en un vuelo regular de Iberia. Ni aviones militares ni de mercancías.
Los rectores del MoMa hicieron un solemne y discreto acto de entrega a las autoridades españolas con el ministro de Cultura, Íñigo Cavero; y el director de Bellas Artes, Javier Tusell (absolutamente clave en la negociación) a la cabeza de la comitiva nacional.
Embalado el cuadro en un rollo y dispuestas para el traslado un total de cinco cajas —entre el lienzo y los 63 bocetos que dieron pie al “Guernica”—, dos camiones escoltados por cuatro automóviles de la policía metropolitana de Nueva York y un equipo de agentes españoles salieron del MoMa en dirección al aeropuerto Kennedy el 9 de septiembre de 1981. Todo ello en medio de un apagón eléctrico en Manhattan.
“Bienvenidos a Madrid. Han venido acompañando al Guernica”
El “Guernica” llegó sin mayor dificultad al aeropuerto Kennedy y fue embarcado en el Boeing 747 Lope de Vega de Iberia, que tomó tierra en Barajas al día siguiente con 319 pasajeros y 19 tripulantes a bordo.
Con los motores aún encendidos, el comandante Juan López Durán anunció al pasaje: “Señoras y señores, bienvenidos a Madrid. Tengo que decirles que han venido acompañando al Guernica de Picasso en su regreso a España”.
No hubo en realidad tal regreso a España porque el “Guernica” jamás había estado en nuestro país. La emoción del pasaje se desató y se produjo una ovación atronadora. La operación había sido un éxito.
En Barajas esperaba un centenar de personas, que recibieron la llegada del “último exiliado” a pie de pista en un clima de gran euforia. Es posible que aquel día, aquel 10 de septiembre a las 8:30 horas de la mañana, culminara la Transición en España.
El lamento de Berlanga
Solo una cosa puede lamentarse de la sigilosa misión de Estado de aquellos días. Berlanga ató cabos rápidamente de todo lo ocurrido y llamó enfurecido a Martínez-Novillo por no haberle desvelado su secreta misión en Manhattan. Lamentaba el cineasta no haber alquilado en Nueva York un equipo de rodaje y filmar el traslado del “Guernica” a España.
Al conocer el ministro Cavero el cabreo del cineasta dijo que, en efecto, hubiera sido buena idea que Berlanga grabara toda aquella operación. Hubiera sido redondo. Pero ya se sabe que la Transición fue magnífica pero no perfecta.