La sequía saca a flote la antigüedad
La bajada de las aguas y la muerte de la vegetación han devuelto a la luz restos arqueológicos de gran valor de Noruega a Italia y de España a Irak
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Todos recordamos la impactante escena final de la película «El planeta de los simios» (1968), cuando, en una playa rodeada de naturaleza inhóspita, se termina perfilando sobre las arenas la parte superior de la conocida Estatua de la Libertad que hoy da la bienvenida al viajero que llega a Manhattan por mar. Impresiona al espectador sentir el vértigo de las edades, quizá milenios, transcurridos entre la catástrofe apocalíptica que ha acabado con la civilización humana y la nueva época regida por los simios que, en la ficción, nos han sustituido, según la novela original de Pierre Boule. Algo así deben sentir los arqueólogos que estos días, ante la terrible sequía que azota gran parte del hemisferio norte de nuestro planeta, han visto emerger, de forma inopinada, de las arenas del tiempo las siluetas extrañas e imponentes perfiles de viejas estructuras arquitectónicas de épocas pretéritas. Es un efecto curioso, paradójico e inusitado de la sequía provocada por la ya consabida crisis climática. Pero ya sabemos que, como reza el viejo adagio del antiguo testamento, nada nuevo hay bajo el sol. Han sido ya muchos los cambios climáticos, crisis energéticas, migratorias o pandémicas que se han dado en la historia más remota y con los que la humanidad ha lidiado de forma recurrente.
Así, nuestros ancestros han visto emerger de arenas desérticas, de lagunas desecadas o de selvas inaccesibles numerosas reliquias de tiempos pasados que han tomado por muestras de civilizaciones antiguas y superiores o, a veces directamente, por huellas de dioses, superhombres o seres sobrenaturales diversos. Pero es curioso ver hoy, en nuestro mundo actual, tan azotado y azacaneado por diversas crisis –que creemos, de forma un tanto adanista, ser únicas y primeras en nuestra historia–, cómo la escasez de agua y las elevadas temperaturas que nos asolan sacan a la luz estos restos en lugares muy diversos de nuestra geografía: del mundo antiguo, ciudades antiquísimas, viejos templos, campamentos romanos, castros celtas; del medieval, ruinas de castillos, viejas abadías, mezquitas y otras muchas edificaciones. Ruinas sumergidas por escombros, anegadas por las aguas o escondidas tras la vegetación, después de su ocaso, ven, en este cambio de época que estamos viviendo, una oportunidad para mostrar ante los ojos atónitos de los vivos sus imponentes siluetas.
La eterna Roma
Los ejemplos están por doquier: la sequía que ha asolado Europa, bajo altas temperaturas, ha hecho aflorar piezas de diversas épocas. En Italia, por ejemplo, ha sido noticia el hallazgo de bombas de la Segunda Guerra Mundial, que han debido ser desactivadas, o de barcos de aquella época en el río Po. De la antigüedad destaca, en la eterna Roma, cómo el Tíber ha desvelado los restos de un puente que se piensa que fue construido durante el reinado del emperador Nerón. Es un caso interesante el del llamado Pons Neronianum, que se puede ver ahora cerca de Castel Sant’Angelo, junto al Vaticano, justo en el centro de Roma. Parece que data de la época del gobierno de este emperador, entre el año 54 y el 68. Los orígenes del puente no son claros y parece que existió uno anterior que fue reconstruido en época de Calígula o Nerón para unir el centro de la urbe al Ager Vaticanus. Ahora resurge gracias a la bajada de las aguas.
Pero los hallazgos realmente más impresionantes vienen del Oriente Medio. Cerca de Mosul, una de las ciudades de Irak más tristemente célebres por las luchas en los últimos años, una antigua ciudad ha emergido gracias a la sequía. El sitio arqueológico de Kemune, en la ribera del Tigris, ha sido descubierto durante una sequía en el embalse de la presa de Mosul. Floreció bajo el poder del reino de Mitani en torno al siglo XV a.C., en plena edad del bronce. El imperio de Mitani fue uno de los estados más importantes del bronce antiguo que lucharon por la hegemonía del área crucial de la región sirio-palestina, combatiendo con las potencias de los egipcios, hititas y asirios y siendo conquistado al fin por estos últimos a mediados del siglo XIII a. C. Pero faltan muchos datos sobre este enigmático imperio. Se han postulado diversos orígenes para su pueblo, entre el mundo semita e indoeuropeo: con estos últimos parece que tiene en común la onomástica de las élites y el uso del caballo y el carro de guerra. Pero la religión parece ajena a ellos, a juzgar por teónimos de varios orígenes, y la lengua común era el hurrita, que no es indoeuropeo, ni tampoco semita, y sobre el que hay muchas interesantes hipótesis. Las tablillas encontradas en Kemune podrían ser determinantes: es el único núcleo urbano que conservamos del imperio de Mitani directamente sobre el río Tigris, lo que parece sugerir que controló gran parte de los recursos hídricos y que era un núcleo muy significativo. El descenso de las aguas y la sequía han permitido, paradójicamente, avanzar en el conocimiento de este lugar tan importante. Se han descubierto vasijas de cerámica y más de 100 tablillas con escritura cuneiforme que podrían desvelar valiosa información sobre Mitani, su cultura y su ocaso.
También el deshielo y el deterioro paulatino de los glaciares en otras latitudes, en el norte y en las grandes montañas, han procurado nuevos hallazgos. En las montañas de Noruega han aparecido recientemente restos de la edad del hierro, calzado de estilo romano y armamento fechado en la antigüedad tardía, entre el 300 y el 600: el retroceso de los glaciares provoca la aparición de este tipo de reliquias año tras año en diversos países nórdicos.
Finalmente, también se han dado diversos hallazgos de este tipo en España, donde las reservas hídricas se han visto últimamente muy mermadas. La imagen que más impresiona, como si nos llevara de golpe a la época romana, es la del campamento romano de Aquis Querquennis, que tiene perfectamente delimitado su perímetro y muestra bien conservadas aún hoy las plantas de sus edificaciones. Este asentamiento fue descubierto ya en la década de 1920 a orillas del río Limia, en Ourense, y fue sumergido en los años 40 por el embalse de As Conchas. La empresa autorizó la excavación con la bajada del nivel del agua, pero muchas veces depende de las sequías lo que se puede ver o visitar. Hoy sus contornos se vuelvan a ver como en los tiempos del imperio romano. Impresionante también lo que han revelado otras aguas en Galicia, que han dejado ver edificaciones y baluartes de la antigüedad y el medievo, como el embalse de O Bao, en la misma provincia. Iglesias del alto medievo también se pueden ver en otros lugares de España como en la provincia de Barcelona, en el caso de la iglesia de San Román de Sau.
En todos estos casos, sobre todos los de los embalses en España, las autoridades culturales han permitido que este tipo de restos queden sumergidos, prefiriendo priorizar las reservas hídricas. En todo caso, por paradójico que pueda parecer, para muchas de estas estructuras es una manera segura de quedar preservadas y, por decirlo de algún modo, «congeladas» en el tiempo. Quién sabe si en los siglos venideros algunas de las más famosas estructuras de nuestra época no serán desveladas, como en la famosa película protagonizada por Charlton Heston, por una futura civilización. El vértigo de la historia con mayúscula se siente en estos casos y regresa especialmente en estos tiempos de crisis colectiva.