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Funeral político: Urtasun retira los restos humanos de los museos

Centros estatales como el Arqueológico Nacional modificarán sus espacios ante una Carta del Ministerio para el «tratamiento ético» de momias o cráneos

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Si mira cara a cara a Ramsés II, trate de no cosificarlo. Fue, como usted y como el de su derecha, un ser humano. Una persona de carne y hueso, con sus preocupaciones, ambiciones y sentimientos. Aunque, al fin y al cabo, para la sociedad actual fuese ante todo un gran faraón del Antiguo Egipto, protagonista de la historia que se estudia e investiga. Su cuerpo descansa en la sala de las momias reales del Museo Egipcio de El Cairo. Una exhibición, entre muchas otras alrededor del mundo, que plantea la siguiente disyuntiva: ¿responde al morbo turístico, o a la inquietud intelectual de conocer el pasado de nuestra civilización? Este es el debate que surge ante la última medida impulsada por el Ministerio de Cultura de España. Este lunes se hacía pública la respuesta del equipo de Urtasun al Código de Deontología para los Museos que aprobó en los años 80 el Consejo Internacional de Museos (ICOM). Unas recomendaciones relacionadas con la exhibición en museos de restos humanos que, en pocas palabras, impulsan la voluntad de dejar de ver por ejemplo a las momias como objetos y comenzar a tratarlas como sujetos.

A partir de hoy, el visitante del Museo Arqueológico Nacional (MAN) no podrá ver en sus vitrinas a la famosa momia guanche. Nos preguntamos si es un primer paso para su regreso a Canarias. Se ha retirado de su exposición pública como consecuencia de lo difundido ayer por el Ministerio: «Carta de compromiso para el tratamiento ético de restos humanos». No es, especifican a LA RAZÓN desde Cultura, una prohibición de exponer restos humanos, sino un compromiso ante el que cada museo decide cómo proceder, una recomendación para «un tratamiento específico y diferenciado de otro tipo de bienes», reza dicha carta. Defienden que estos restos se incluyen entre los materiales culturales delicados, y «deben ser tratados con respeto y dignidad, y de conformidad con los intereses y creencias de las comunidades y grupos étnicos o religiosos de origen». Unos aspectos que responden «a los principios éticos actuales sobre el tratamiento de restos humanos en la conservación, custodia, exposición, acceso, investigación, digitalización, difusión e incremento de colecciones».

Espacios como el MAN o el Museo Nacional de Antropología (MNA), que se encuentran entre los gestionados por el Ministerio y, por tanto, han recibido estas recomendaciones, llevan meses gestionando estos cambios. No se han pronunciado al respecto, indicando que se trata de una información centralizada por el Ministerio. Por lo que cabe recurrir a quienes deben presidir esta polémica: los expertos. El historiador y egiptólogo José Ramón Pérez Accino observa que esta Carta responde a dos intereses. Por un lado, «la idea del tratamiento ético. ¿A quién le sirve la exhibición de estos seres humanos? La ciencia no necesita que estén expuestos, y su exhibición pública no garantiza el respeto», explica. Por otra parte, «está el morbo que tenemos sobre algunos casos concretos. Es algo muy impresionante ver el estado de momias como las andinas o las siberianas, o poder mirar a la cara a monarcas que conoces por las inscripciones».

Nadie quiere faltar el respeto a nadie. De esa base partimos. Quizá la clave resida en la siguiente cuestión: ¿cuáles son los límites de estas recomendaciones? ¿No resulta radical eliminar todas las representaciones de restos humanos, independientemente de su utilidad para contextualizar de la historia? La Carta del Ministerio habla, ante todo, de dignidad: de respetar la de aquellos seres del pasado que no eligieron pasar el restos de sus días en una vitrina. Pero, matizan, «se entiende por restos humanos todos los restos físicos que pueden asignarse a la especie Homo Sapiens». Igual las anteriores no tienen derecho a ser dignificadas. Además, reza la Carta que esto incluye «cuerpos completos o partes de estos» y, en particular, «huesos, personas momificadas, tejidos blandos, órganos, secciones de tejido, embriones, fetos, piel, cabello o uñas». Se excluye de lo anterior máscaras mortuorias, grabaciones de voces humanas, fotografías o ajuares funerarios. Además, «partes corporales como cabello, uñas o dientes en los que se pueda determinar razonablemente que han sido ofrecidos libremente o bien desprendidos natural o intencionadamente del cuerpo sin modificar el mismo» quedan también excluidas de esta retirada, apunta el Ministerio.

Sistemas y soluciones

Asegura Pérez Accino que «siempre me ha parecido muy importante tener en cuenta que son restos de seres humanos. Es importante darle al público esa idea. ¿A usted le gustaría acabar sus días en una urna donde todo el mundo le mirara? Hay muchas maneras de plantear un tema, de explicar lo mismo sin estos restos, y no se invalidaría el discurso». ¿Qué ocurre, en este sentido, con otros restos humanos expuestos como pueden ser los cuerpos de los santos en las iglesias? Accino ve aquí una distinción. Es consciente de «la complejidad de este tema. En el caso de los santos responden a un tema de veneración», explica. E incide en que no se trata de generalizar. «Hay que diseñar sistemas, soluciones intermedias, y sobre todo hay que dejar hablar a los expertos».

La Carta del Ministerio apunta que puede haber excepciones. Que «podría valorarse la exposición pública (de restos humanos) cuando esta resulte imprescindible para transmitir el conocimiento que se pretende mostrar, siempre que no exista otra alternativa». Es decir, y en época de la Inteligencia Artificial y de resolutivos avances tecnológicos, prácticamente casi nunca. Los restos retirados serán custodiados «en un espacio diferenciado y correctamente identificado», explica Cultura, cuyo acceso estará limitado «al personal técnico del museo, al personal externo previamente autorizado para desarrollar trabajos de investigación, así como a individuos o grupos que se acrediten como miembros de la comunidad o grupo étnico o religioso de origen». De nuevo, la Carta se remite a esa reivindicación de los pueblos colonizados, que viene siendo hilo conductor de Urtasun desde su inicio en el mandato. Un aspecto que no debería meterse en el mismo frasco que el de esta Carta, pues «sería una medida presencialista e imprudente», opina Accino. Además, en cuanto al incremento de colecciones de restos humanos, el Ministerio se refiere a la Ley 16/1985, relacionada con hallazgos en excavaciones arqueológicas. «En los casos no previstos por la ley, no se aceptará el nuevo ingreso de restos humanos salvo por disposición legal o resolución judicial». Se acabó, por tanto, lo de aceptar regalos diplomáticos, como es el caso de las momias egipcias del MAN. Las personas no son regalos, sino que deben estar bajo control (del Ministerio).