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¿Por qué celebramos el Año Nuevo mañana y no cualquier otro día del año?

Para resolver esta cuestión, tenemos que remontarnos hasta la época del Imperio Romano
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La Razón

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Nuestro calendario está compuesto por 12 meses. Nos hemos acostumbrado a que estos meses sigan un orden específico, en el que enero es el primer mes y diciembre es el último. Sin embargo, en el primer calendario romano, los meses comenzaban en marzo, no en enero.

Este calendario fue, según la leyenda, creado por Rómulo, uno de los dos fundadores de la ciudad. En este sistema, los meses tenían 29 días, 12 horas y 44 minutos, que podrían llegar a 30 días. Los primeros romanos consideraban que un año tenía 10 meses. Decidieron que los años comenzarían en primavera, con el mes dedicado al dios de la guerra Marte, al que llamaban "martius" (marzo). A este le seguía el mes de "aprilis" (abril), luego el mes de "maius" (mayo) y después el mes de "junius" (junio). A estos meses les seguían los meses del quinto al décimo, que llevaban nombres que coincidían con la posición que ocupaban en el calendario. Estos meses eran "quintilis" (julio), "sextiles" (agosto), "septembris" (septiembre), "octobris" (octubre), "novembris" (noviembre) y "decembris" (diciembre). Pero este calendario de 10 meses no duró mucho tiempo.
Un calendario en el Palacio de la Bolsa de Madrid, a 9 de diciembre de 2022
Un calendario en el Palacio de la Bolsa de Madrid, a 9 de diciembre de 2022Eduardo ParraEuropa Press

Afortunadamente, el sucesor de Rómulo, el legendario rey Numa, decidió cambiar aquel calendario por uno de 355 días y 12 meses, incluyendo el mes de "Ianuaris" (en honor al dios Jano) y el mes de "februaris" (en honor a Februa, una festividad romana de purificación). Aún estaba muy lejos de ser perfecto, pero el desfase ya no era tan grande. De hecho, los propios impulsores del Calendario de Numa eran conscientes de la imprecisión…. por eso decidieron incluir dos meses adicionales cada cuatro años. El mes “Macedonius”, de 22 días, y el mes “Intercalaris”, de 23 días.

El calendario tenía un papel importante en la vida del Imperio Romano. Las crecidas y bajadas de los ríos, el momento de la siembra y la cosecha, el día en que los sirvientes cobraban su salario, o cuándo se debía hacer un sacrificio a una deidad determinada, todo dependía de la interpretación del calendario lunar que la República había adoptado en el siglo VII a.C. Sin embargo, este calendario tenía un gran margen de error, ya que los años duraban 304 días, en lugar de 365. Esto causaba muchos desfases temporales. Los pontífices eran los encargados de corregir estas diferencias entre el calendario y las estaciones del año.

Pero esta tarea, que inicialmente tenía un objetivo espiritual y místico, se fue volviendo cada vez más mundana. Los encargados de cuidar de la certeza del pueblo se habían corrompido. El momento de la cosecha ya no dependía de las fases lunares, sino que se decidía por cuestiones políticas y pecuniarias. Por ejemplo, si un funcionario público quería extender un poco su mandato, podría comprar la voluntad de los pontífices, y estos se encargarían de retrasar las elecciones, haciendo pequeños ajustes en el calendario, a pesar de las terribles consecuencias que esto podría tener para la vida del pueblo.

La situación llegó a ser tan obscena que, en cierto momento, los pontífices llegaron a situar el invierno en otoño. Esto significaba que miles de campesinos desperdiciarían sus semillas, plantándolas en el momento equivocado, o que podrían verse indefensos ante una crecida imprevista de un río. Obviamente, esto tenía que cambiar. Afortunadamente, un nuevo tirano había llegado a poner orden en Roma:

Julio César, sabiendo que no tenía conocimientos en estos asuntos, consultó a Sosígenes de Alejandría, que sostenía -con una precisión increíble para la época- que el año duraba realmente 365 días y 6 horas. Asímismo, el calendario juliano también cambiaría el orden de los meses. A partir de entonces, Enero quedaría establecido como el primer mes del calendario y, en consecuencia, el primero de enero también quedaría como el primer día del año.

El 1 de enero era un día importante en el Imperio, porque era el día en que algunos de los altos cargos de la administración civil y religiosa tomaban posesión de sus cargos. Esto también resultó en que el nombre de algunos meses quedara un poco desfasado (septiembre, octubre, noviembre y diciembre), porque su nombre ya no coincidía con el orden que ocupaban en el calendario anterior. Ahora, muchos siglos después, seguimos celebrando el Año Nuevo el primero de enero.

La precisión del juliano fue tan grande, que se seguiría utilizando hasta el siglo XVI; que es cuando el papa Gregorio XIII implementó el actual calendario llamado gregoriano, que corregía algunos desfases menores que también arrastraba el calendario juliano. Sin embargo, los cambios que trajo el calendario gregoriano fueron mucho más sutiles que los que había traído el calendario juliano. Después de todo, la labor de Julio César había sido casi perfecta, y su calendario era tremendamente preciso. Por eso, el calendario gregoriano se impuso sin mayores problemas.

El Papa Gregorio XIII fue quien instauró de manera oficial el uso del calendario gregoriano
El Papa Gregorio XIII fue quien instauró de manera oficial el uso del calendario gregorianoarchivo
Lo más problemático realmente fue la disparidad que se mantuvo durante algunos años entre los territorios católicos, que habían aceptado la directriz del papa sin rechistar, y los territorios protestantes, que sostuvieron el desfase del juliano durante algún tiempo. No fue necesario cambiar los nombres de los meses que se habían utilizado durante siglos, a pesar de haber sido nombrados, en su mayoría, en honor a los dioses paganos a los que adoraban los romanos. Por esa razón, cuando buscamos el origen de los nombres de los meses, no tenemos que buscar en el siglo XVI, sino que debemos remontarnos a la época del Imperio Romano.