Cargando...
Sección patrocinada por

Historia

Sexo e intrigas en la Roma de Augusto

Julia la Mayor y Julia la Menor, hija y nieta de Augusto, han sido durante siglos figuras envueltas en escándalo y silencio, acusadas de adulterio y desterradas. Una novela histórica, 'Las máscaras de Julia', nos acerca a su historia real

Fresco romano del siglo I, con dos mujeres representadas Getty Museum

Las fuentes clásicas por las que las conocemos fueron escritas desde la perspectiva del poder que las condenó, y, sin embargo, durante mucho tiempo, nadie se cuestionó que estas fuentes pudieran estar redactadas con un interés particular. Hasta que, en las últimas décadas, la historiografía ha revisado críticamente esta narrativa y revelado que, detrás de estas acusaciones, se ocultaban tensiones sucesorias, redes familiares y maniobras políticas que marcaron el nacimiento de un nuevo régimen al amparo de Augusto.

Julia la Mayor fue educada como modelo de virtud femenina. Su imagen pública, cuidadosamente proyectada por el régimen augusteo, la presentaba como matrona ejemplar: madre fecunda, esposa obediente y una figura central, incluso en actos públicos. Casada primero con Marcelo, luego con Agripa –padre de sus cinco hijos– y finalmente con Tiberio, su papel era el de garante de una continuidad dinástica incipiente. Augusto adoptó de hecho a sus dos hijos varones mayores, Cayo y Lucio, siendo solo niños, y los educó personalmente. Julia quedaba así en el centro del proyecto político.

Su caída en el año 2 a. C. plantea numerosas incógnitas. Fue acusada de adulterio y desterrada a la isla de Pandataria sin juicio. Sus supuestos amantes también fueron sancionados sin ningún proceso legal. Entre estos Julo, hijo de Marco Antonio –el gran enemigo de Augusto vencido en Actio–, fue incluso conminado a suicidarse. Todo ello en contradicción con las leyes que el propio Augusto había promulgado solo unos años antes.

La severidad de las penas, la ausencia de juicio y la coincidencia con la purga de una facción política sugiere, para muchos historiadores, que el escándalo fue una herramienta para eliminar una posible conspiración. Ya algunos autores clásicos supusieron que tras la acusación de adulterio a Julia la Mayor podía haber algo más. Tácito constataba que Augusto había ido más allá de sus propias leyes y Plinio el Viejo llegó incluso a sugerir que pudo existir un intento de parricidio.

Julia la Menor, segunda hija de Julia la Mayor y, por lo tanto, nieta de Augusto, vivió su propia tragedia en un contexto aún más convulso. Tras la muerte de sus dos hermanos Cayo y Lucio –los dos hijos adoptivos de Augusto–, muchos en Roma sintieron haber apostado por el caballo perdedor. Las esperanzas de esta facción se volcaron en su otro hermano, Agripa Póstumo, adoptado por Augusto junto a Tiberio, pero sin los privilegios de este, que asumió un verdadero poder político y militar.

Aunque se suela pensar que el principado de Augusto fue una época particularmente próspera, al año siguiente Roma sufría una serie de calamidades que agravaron la tensión política: inundaciones, terremotos, hambrunas, enfermedades y una cruenta revuelta en Iliria. El clima era de descontento y miedo. Un terreno fértil para unas revueltas que incendiaron la ciudad alrededor del año 6 y que fueron consideradas lo suficientemente serias como para que el senado iniciara una investigación. El hombre tras estas revueltas, según el consenso de varios historiadores, era Lucio Emilio Paulo, esposo de Julia la Menor, acusado entonces de conspiración y desterrado. Dicha condena parece haber supuesto también la relegación progresiva de Póstumo: primero en Sorrento y a posteriori a la isla de Planasia.

El destierro de Julia la Menor no tardaría en darse. Para algunos historiadores, este pudo deberse a un matrimonio secreto con Décimo Junio Silano que la situaba en el centro de una red de viejas familias directamente implicadas en la conspiración de su madre, Julia la Mayor. La discreción con el que se llevó a cabo sugiere que no contaba con el beneplácito imperial, y que podía tratarse de una maniobra para favorecer una línea sucesoria alternativa.

A esto, muchos historiadores suman otra conspiración que se dio hacia el año 8: un intento de liberación tanto de Julia la Mayor como de Póstumo, que habría llevado directamente a Julia la Menor al encuentro de su destino: el destierro.

La historiografía actual ha revisado las narrativas tradicionales en torno a las Julias, no para exculpar sin más, sino para entender el papel que jugaron ambas en el entramado político del principado: sus matrimonios, hijos, sus amistades. No fueron solo víctimas de escándalos, sino piezas en un complejo entramado político: un juego de tronos.

Portada de 'Las máscaras de Julia', de Sandra ParenteDesperta Ferro Ediciones

Para saber más...