Sección patrocinada por sección patrocinada

Entrevista

Santiago Posteguillo: "Con Julio César, hoy el mundo iría mejor que con Putin y Trump"

El escritor publica "Los tres mundos", la tercera entrega de su proyecto biográfico sobre Julio César. Un volumen donde narra la conquista de las Galias, el primer triunvirato, las conjuras del senado romano y la aparición de una reina egipcia: Cleopatra

Santiago Posteguillo
Santiago PosteguilloMiquel Olivé

Santiago Posteguillo avanza despacio por el «cardus» de la antigua ciudad de Augusta Treverorum, la actual Tréveris. A su espalda queda la Puerta Negra, la entrada fortificada de 37 metros de largo que los romanos erigieron en el 180 d. C., y enfrente de él, al otro lado de la plaza central, adornada por una fuente y una columna rematada por una cruz cristiana, la basílica de Constantino, las termas imperiales, que aún conservan las galerías del hipocausto, y los restos del anfiteatro, donde antes se celebraban venationes y luchas de gladiadores, y que mantiene en el subsuelo toda su tramoya (es el único junto al Coliseum): el espacio de una rampa elevadora hoy desaparecida, los cubículos para las bestias y las estancias de los hombres destinados a luchar en la arena.

El escritor publica «Los tres mundos» (ediciones B), la tercera entrega de su ciclo biográfico sobre Julio César –que contempla seis novelas–, y ha decidido viajar hasta la urbe romana antigua de Alemania para su presentación. «Pensamos que las Galias corresponden con el plano de la actual Francia, pero no es cierto. Su territorio era mucho más amplio y extenso. Incluía Bélgica y y llegaba hasta el Rin», adelanta. Después precisa un apunte que es algo más, es un pensamiento: «Con su conquista de las Galias, Julio César forja Occidente. Se puede discutir si fue cruel o no, si resultó bueno o malo para la humanidad su decisión, pero lo importante es que con esta campaña, él se convirtió en un motor transformador del mundo, porque lo cambia por completo y ya no vuelve a ser igual», añade el autor.

En este volumen, Posteguillo explica cómo César derrota a Ariovisto, Boduognano y Ambriorix, cómo vence a los vénetos y lanza su campaña contra los pueblos britanos, que auxilian y envían ayuda a sus primos galos. Da cuenta, al tiempo, del genio militar que escondía su estrategia, cómo empleaba la guerra psicológica y las construcciones para intimidar a sus adversarios y acabar imponiéndose a ellos. Y, también, cómo no dudaba en acudir a las supersticiones de las tribus bárbaras para doblegarlos. «A César le han aplicado el adjetivo de genocida. Tendríamos que meternos en la definición de ese término, pero si consideramos que genocida es la destrucción sistemática de una civilización o de un pueblo, hay que aclarar que el propósito de César no era aniquilar la población gala por odio religioso o étnico. Él solo pretende ampliar el Estado romano y cuando tu amplías un Estado no deseas aniquilar todo lo que hay porque entonces no añades ninguna riqueza al tuyo. Sería absurdo. Lo ideal en una expansión imperialista es ampliar tu territorio causando la menor destrucción en la incorporación de ese espacio nuevo».

El escritor, que saltó a la fama por su trilogía dedicada a Escipión, profundiza en su razonamiento y asegura que «yo no diría que César fuera un genocida. Que hubo muchísimas bajas en la Guerra de las Galias, sí, indudablemente. Pero hay que saber que en esa época la guerra era así y los oponentes no dudaban en aplicar la misma violencia a las legiones romanas en cuanto tenían ocasión. De hecho, cuando tuvieron ocasión de destruir una legión y media, lo hicieron. No negociaron. Desde nuestros parámetros de hoy día, César podría resultar muy violento, pero no era un genocida y en la época utilizaba el mismo nivel de violencia que aquellos contra los que se enfrentaba utilizaban con él».

"Desde nuestros parámetros de hoy día, César podría resultar muy violento, pero no era un genocida"

Santiago Posteguillo

Por si queda alguna duda o cuestión en el tintero, suma a sus palabras otras nuevas: «Busca una mejora para Roma y eso, ¿supuso una desmejora para los pueblos celtas? Sí, pero solo durante un tiempo. La transición de pasar de ser independientes a depender de Roma fue dura, pero nunca olvidemos que la estructura del Estado romano en las Galias se convierte en el lugar a donde después todos los pueblos querían ir. Es una Galia muy estable durante mucho tiempo y una de las regiones del mundo más fructíferas económicamente, siempre en los términos del mundo antiguo –prosigue–. Ahora, esa transición es como la hace Roma y como se hacen las conquistas, muy dura y muy desagradable, con muchas bajas por ambas partes».

El escritor da cuenta en el libro del triunvirato formado por Pompeyo y Craso, de los politiqueos del senado, con Catón y Cicerón, y de la entrada de Egipto en el horizonte de la Ciudad Eterna, con una Cleopatra todavía joven. Aunque gran parte de sus capítulos están centrados en la conquista de las Galias. Un horizonte de guerra donde ya despunta la figura de Vercingetórix, que reserva su protagonismo para la próxima entrega, y que da pie a ciertas cuestiones. «Él ve esta guerra como una manera personal de autopromoción. Pero eso lo podemos ver en muchos políticos norteamericanos y cómo utilizan las guerras. Es una constante a lo largo la historia del ser humano: la utilización de la guerra con fines políticos. Pasaba en la Antigua Grecia, Mesopotamia, el antiguo Egipto, en China y en las culturas precolombinas. Siempre vemos esa utilización de la guerra con fines políticos».

Posteguillo reconoce que, a lo largo de esta parte de la historia, los lectores asisten a un oscurecimiento de la figura de Julio César. Para él, un hombre no son solo los hitos históricos, los antes y después que dividen su biografía. Su comportamiento y las decisiones toma están influidas por su vida privada y las tragedias personales que vive. Por eso, el escritor siempre hace hincapié en la existencia doméstica de sus personajes. «El carácter de César se oscurece por cuestiones privadas que le acontecen y por la presión de sus enemigos políticos en Roma, que lo fuerzan a tomar decisiones en un conflicto bélico que él habría encarado de otra forma. Vamos a ir viendo un César que al principio toma decisiones más comedidas y contenidas y luego adopta otras más duras, ya sea porque los galos se rebelan, aunque no es porque se rebelen, sino porque no dispone de tiempo para atender esas rebeliones y su respuesta es cada vez más dura».

El novelista añade después, de coda a su respuesta, una reflexión improvisada: «En la historia de la humanidad, los imperios siempre permanecen. No sé por qué. Es una estructura que el ser humano acaba reproduciendo constantemente. En la actualidad perviven estructuras imperialistas que se desarrollan de múltiples maneras. Hay imperialismos militares, políticos, económicos y culturales».

Lecciones de vida

Posteguillo prosigue con el hilo de su reflexión y comenta las lecciones que pueden extraerse de estos capítulos de la vida de Julio César. «Occidente tiene surge con un corazón imperialista, pero creo que Occidente ha asumido que el imperialismo no es el camino, por lo menos no el imperialismo militar o el imperialismo político. Al menos en Europa. En Estados Unidos, con Trump... pero creo que Occidente militarmente no quiere expandirse. Políticamente quiere influir y culturalmente también, pero es complejo tomar esa decisión, porque habría que valorar si el resto de potencias están en esa línea de no agredirnos, al menos militarmente. Habría que ver si China no está dispuesta a invadir Taiwán. Rusia parece ser que sí está dispuesta a hacer algunas invasiones. Con Julio César liderando el mundo actual nos iría mejor que con dos locos como Putin y Trump, y alguno más».

Una de las faltas que Santiago Posteguillo achaca a la política actual es la falta de calidad, algo que César sí tenía. Al margen de sus destrezas en los campos de batalla, como la cultura, el líder romano era elocuente con la oratoria y poseía la capacidad de la magnanimidad, cualidad que le permitía perdonar a sus rivales, algo que, por otro lado, le costará la vida porque serán a los que conmuta la muerte, los que acabarán apuñalándolo. «Una de las lecciones que nos enseña la historia de Julio César es que los radicalismos en política acaban siempre en violencia. El tiempo de cocción puede variar, pero lamentablemente, ese suele ser el camino. Por eso los europeos no deberíamos ir por ese camino. Deberíamos intentar desactivar las polarizaciones y las posturas más radicales».

"Los europeos deberíamos intentar desactivar las polarizaciones y las posturas más radicales"

Santiago Posteguillo

Posteguillo, que no es hombre de eludir la realidad de su tiempo ni de evadirse de su compromiso intelectual con evasivas burdas, advierte de peligros y subraya preocupaciones: «Roma, y otras civilizaciones, nos indican un signo de decadencia, y que es uno de los más claros: la pérdida de la cultura del esfuerzo. Eso se ha perdido y se ha perdido también en la educación». A eso hay que añadir el desinterés por la lectura y la falta de cultura de los políticos: «Hay que pedir a los políticos una formación adecuada. No entiendo cómo se puede ser diputado teniendo menos formación de que se exige a un bedel, que tiene que aprenderse la Constitución española».

Casi a renglón seguido, comenta: «Vamos a acabar en manos de arribistas y está que claro eso es un desastre». Posteguillo, que ya está inmerso en la redacción de su próximo texto, expresa luego con lamento: «Adocenar a la población es la forma más fácil de gobernar sin ningún esfuerzo. Si tú adocenas a una población, porque no tiene educación ni aprecia el esfuerzo y a la que has conducido hacia un elevado nivel de incultura, lo que vas a tener es una serie no ya de ciudadanos, sino de súbditos. Me da igual que lo llames democracia, serán súbditos, y serán manipulables, fácilmente influenciables y no te exigirán cuentas. Ese es un magnífico objetivo político».