Cargando...
Sección patrocinada por

cine

La juventud más rohmeriana de Jaime Rosales: "He roto las ataduras con esta industria tan tutelada"

El cineasta aborda con una historia de amor y duelo las derivas afectivas que rodean su etapa vital predilecta a través de un artefacto cinematográfico extra poético

Última hora La Razón La RazónLa Razón

Tiene Jaime Rosales una defensa muy particular de la mirada propia, como si llevara años militando en el lado correcto del criterio, en el terreno exclusivo de una elegancia audiovisual silenciosa cuya fórmula solo parece conocer él, teniendo completamente definida la estructura de su mayor oponente en términos de libertad creativa –la industria– y al mismo tiempo sintiera una cierta necesidad irresistible y hasta placentera de rebelarse en su contra con cada trabajo nuevo que se plantea. "Todo empieza en un viaje de promoción que hacemos con "Petra". Me envían a este pueblo, a Morlaix, porque tienen una sala de cine muy chula y enseguida tengo una gran epifanía con el lugar. No solo con el pueblo y con su inmenso acueducto, que me lleva a un universo trágico sino también con la geografía circundante: el mar, el estuario, los Monts d’Arrée, que son como una enorme ciénaga. Eso por el lado del entorno, del lugar y después, en cuanto a la atracción por volver a explorar la juventud que comentas, es verdad que me interesa mucho. Me interesa esa etapa en la que están decidiendo qué van a hacer con sus vidas a nivel profesional y también a través de sus primeras experiencias amorosas. Al final son las generaciones futuras y tengo la sensación después de haberme aproximado a ellos de esta manera tan cercana, que fíjate que no son para nada tan diferentes de cómo era yo a su edad", reconoce el director en entrevista con LA RAZÓN sobre la continuidad exploratoria de la juventud que tanto se evidencia en su última y personalísima propuesta, "Morlaix".

Una cadenciosa y poética historia río sobre el amor y el duelo vertebrada por un triángulo afectivo que se debate cronológicamente entre los recuerdos traumáticos de una pérdida ocurrida en el pasado, un enamoramiento desbocado cuyo nacimiento solo resulta factible en las orillas de un tiempo en el que todo está aún por ser y ocurrir y unos miedos presentes removidos por el torrente emocional de esa clase de sentimientos que ya no vuelven.

Industria tutelada

"Ha cambiado mucho el entorno, los usos tecnológicos, pero en realidad cuando empezamos a tocar temas esenciales como la muerte, el amor, la libertad, el sentido de la vida... te das cuenta de que se hacen las mismas preguntas que nos hacíamos nosotros y curiosamente encuentran respuestas parecidas porque en el fondo, el ser humano, en su ADN no ha cambiado nada, le pasan las mismas cosas", completa. 

Pese a ese reconocimiento de reanudación temática, la juventud que presenta aquí Rosales no tiene nada que ver comparativamente con la que proponía en su anterior película, "Girasoles silvestres". Mientras que en esa cinta protagonizada por Anna Castillo y proyectada en el marco del Festival de San Sebastián cuyo ambiguo y confuso tratamiento supuestamente crítico con las masculinidades tóxicas y retrato artificiosamente social de una generación marginal que parecía abocada a la precariedad vital y laboral no precisamente por falta de oportunidades sino por ausencia de ganas, no terminó de acercarse con acierto a la captación de las problemáticas de los veinteañeros, en "Morlaix" observamos una estetización manifiesta fuera del tiempo y casi del espacio -excepto por el propio pueblo que da nombre a la película, elemento que ancla y aterriza-, una suerte de "rohmerización" de los protagonistas que se vuelve más evidente en el tratamiento de los paseos dialogados, en la confección añorada de los personajes y en la poética utilización de la imagen y su continua alternancia afectiva entre el color y el blanco y negro. 

"Digamos que lo que me interesaba en este caso era extraer en la película y por tanto también en la historia y en los personajes, la dimensión política y sociológica. Me interesaba centrarme en aspectos universales como el amor o la representación y en cambio no me interesaban las temáticas que vienen desde la agenda política de la actualidad. Ni problemas de identidad sexual, ni igualdad, ni precariedad, ni tensiones racistas... nada de lo que está en la agenda cultural inyectado desde la política. Todo eso iba a estar fuera. Incluso los padres. Eso no significa que los protagonistas no tengan padres o preocupaciones políticas o sociales pero eso me permite como director ofrecer una película que no va a tener una lectura realista (ni siquiera está claro en qué plano de realidad se coloca la historia ni en qué época transcurre) y que se coloca voluntariamente fuera de la corriente dominante en estos momentos". 

El espíritu artísticamente indisciplinado del también director de "La soledad" ha conseguido trasladarse en esta ocasión también al recorrido promocional menos mediático e informativamente amplificado elegido para "Morlaix", que ha sido presentada previamente en museos como el Thyssen, el Prado o mañana sábado en el Reina Sofía y en universidades de todo el territorio nacional para explorar otros circuitos y propiciar un acoplamiento de todo ese público joven exigente de arte y ensayo que ha dejado de acercarse a las salas y se inscribe dentro del ejercicio de coherencia discursiva mantenida sobre y hacia la totalidad de su obra. "En una industria que está enormemente tutelada, tanto desde el punto de vista temático como estético, rompo ataduras, me emancipo de los temas y de la estética en un acto de libertad y de propiciar un encuentro con un espectador que también espero que busque esa libertad". 

¿Qué consecuencias tiene o ha tenido seguir manteniendo una tendencia rupturista dentro de esa industria tutelada que menciona a la hora de crear? "Si te digo la verdad tiene consecuencias negativas. Fuera de la industria hace mucho frío, se está más calentito dentro. Tiene mecanismos de control pero también de confort para los cineastas. Si eres obediente y ortodoxo vas a recibir reconocimiento e impulso económico pero en el momento en el que decides apartarte de la línea oficial, estás más solo. Aunque conectas con un público muy generoso y exigente que siente un hartazgo y un aburrimiento por esa falta de libertad y esa homogeneización. Es ese público al que pretendo tocar, estimular. Pero ya te digo que es una sensación extraña la que me invade como director cuando reflexiono sobre este tipo de cosas", admite generoso y honesto Rosales a modo de despedida.