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Las directoras de los Goya: entre el perdón de Icíar Bollaín y el verano en la Costa Brava de Clara Roquet

Ambas compiten con “Maixabel” y “Libertad”, sus respectivos y personales trabajos, en la categoría de mejor película
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  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Generacionalmente pertenecen a parcelas temporales distintas, profesionalmente comparten sensibilidades afines. De esas que se detienen en lo pequeño, en la intimidad de los apegos y la depuración social de las injusticias cotidianas que terminan percibiéndose como universales. Como si de una corriente atávica y eléctrica se tratase, capaz de conectar las miradas cinematográficas de Icíar Bollaín y Clara Roquet por canales situados encima del espacio y del tiempo ocupado por las trayectorias de cada una, resulta curioso detener la lupa en coincidencias hermosas como esta: ambas debutaron (en el caso de Bollaín en el 95) y debutan (si hablamos de Roquet en términos de presente) en la pugna por conseguir el reconocimiento a la mejor dirección novel en los Premios Goya con películas que hablaban entonces y hablan ahora de la amistad entre dos chicas, de su necesidad de romper con las ataduras que lleva aparejada su etapa de transición y de su prisa por ser libres.
En 1995 Bollaín se estrenaba en eso de los reconocimientos académicos dentro de la categoría más bisoña con “Hola, ¿estás sola?” (con una luminosa Candela Peña que empezaba a florecer tras su debut en “Días contados”), preludiando ya un enorme talento que, en las sucesivas ediciones seguirían aupando desde la Academia en forma de nominaciones (hasta en cuatro ocasiones la directora de “También la lluvia” ha participado en el certamen más destacado del cine español optando al galardón de mejor dirección y consiguiéndolo finalmente en 2003 gracias a “Te doy mis ojos”, con Luis Tosar y nuevamente Candela como compañeros principales de viaje.
Ahora, repite oportunidad con su película “Maixabel” (candidata a 14 premios), una reivindicación de la escucha y del perdón centrada en el encuentro mantenido entre la viuda del político socialista Juan María Jáuregui y su asesino etarra, a quien da vida precisamente Tosar, que también está nominado como mejor actor protagonista. La directora reconoce al otro lado del teléfono, cuando apenas falta un día para que el Palau de les Arts de Valencia se vista de fiesta, que se encuentra “muy muy contenta y también nerviosa, creo que hay mucho que celebrar y al mismo tiempo pienso que los trabajos de mis compañeros son muy sólidos, por eso afronto el sábado con relativa tranquilidad, porque creo que está muy difícil, es una competición muy dura y hay trabajos muy buenos”.
El género de sus compañeros de nominación en la categoría de mejor dirección (que en esta ocasión se identifica con las figuras de Fernando León de Aranoa por “El buen patrón”, Manuel Martín Cuenca por “La hija” y Pedro Almodóvar por “Madres paralelas”) no es algo que sorprenda excesivamente a la cineasta: “La verdad es que la Academia recoge mucho la presencia de las mujeres, de hecho, lo recoge de manera que parece que somos más, te diré. Porque las cifras siguen siendo muy bajitas, no sé si este año habremos llegado al 15% de mujeres dirigiendo y sin embargo hay representación de directoras nominadas en los premios, eso es bueno. Las nuevas directoras además que están llegando hacen mucho ruido y eso es importantísimo, como la propia Clara Roquet ¿no? que ha estado en el Festival de Cannes o Carlota Martínez con su propuesta en Sundance. Pero la Academia al final recoge lo que hay y la realidad es que todavía por desgracia hay pocas mujeres directoras”, afirma contundente.

Ni la tercera parte

Por su parte Roquet, a quien Icíar referencia de manera natural a la hora de poner como ejemplo la fuerza que presentan las voces emergentes, todavía se encuentra digiriendo la estela de su exitosa participación en la última edición del Festival de Cannes a la que no pudo asistir por pillar el condenado virus. Atesora seis nominaciones a los Goya de este año, entre ellas las de mejor dirección novel y mejor película con ese hermosísimo y sutil canto transicional enclavado en un verano en la Costa Brava y protagonizado por dos adolescentes que se miran horizontalmente pese a su evidente diferencia de clase que constituye “Libertad”.
Después de deleitarnos con un sorbito de café telefónico y reconocer entre risas que “físicamente estoy avanzada, no tengo Covid y procuro ver a muy poca gente y hacerme test cada dos días” pero también “muy ilusionada y muy contenta y aunque suelo ser bastante tranquila a la hora de gestionar en general las cosas y la vida, sé que el día de la gala me voy a poner muy nerviosa”, la realizadora catalana aprovecha para respaldar la mirada reivindicativa de Bollaín: “En los Goya hay más paridad de lo que hay en la industria real porque ahora han salido un par de estudios que aseguran que solo el 17% aproximadamente de películas hechas en España durante el año pasado han estado dirigidas por mujeres. Imagínate, es que no llega ni a una tercera parte. Así que incluso en los Goya, como te digo, la imagen que damos es de que en realidad hay más paridad de la que demuestran las cifras. Falta mucho trabajo, falta compromiso, yo siento, desde las instituciones, las productoras y las escuelas de cine”, apunta.
Ya de paso, aprovecha para señalar, en línea con el carácter vindicativo de la presencia de mujeres en la industria, que es posible dirigir desde el privilegio sobre el privilegio de manera válida. “Muchas veces nos pensamos que solo se puede hablar de situaciones de injusticia social o de la falta de privilegios desde el punto de vista del menos privilegiado y yo siento que llevar a cabo una crítica del privilegio desde el privilegio es igual de válida y muchas veces más honesta”, afirma Roquet.
Pese a retratar historias que narrativa y temáticamente nada tienen que ver, las películas de ambas han logrado conectar con una capa de la sociedad que reclama sensibilidad. Bollaín comenta que, en su caso, “el tema lo afrontamos desde un primer momento con mucho respeto y sabiendo que podía salir mal. Es algo muy doloroso, que sigue sangrando en la sociedad y además los encuentros de Vía Nanclares en su momento también fueron susceptibles de críticas, como de hecho sucedió, porque hubo gente que no estaba de acuerdo con el hecho de que se llevaran a cabo”.
Y reconoce: “Tenía miedo de que esta película se prejuzgara antes de verse, porque yo creo que la historia tiene una potencia enorme, lo que hacen estas personas de sentarse a hablar a mí me parece alucinante. Especialmente en el caso de Maixabel, que es capaz de dar una segunda oportunidad. Pero claro, eso se puede malinterpretar si no has visto la película antes porque obviamente también hay un retrato de estas dos personas que se sentaron con Maixabel y hay un viaje de autocrítica. Sin ver la película si que me planteé que igual había gente que podía pensar, primero que esto no tenía sentido o segundo, que los etarras que aparecen no estaban lo suficientemente arrepentidos, pero en ese sentido creo que ha habido mucho respeto. La película se ha visto y se ha entendido muy bien y eso la Academia creo que ha sabido recogerlo”.
“En el caso de “Libertad”, creo que es complicado saber hasta qué punto nuestro paso por Cannes ha influido en la decisión de los académicos”, señala la también guionista de cintas como “Petra” (dirigida por Jaime Rosales) o la ópera prima de Carlos Marqués Marcet, “10.000 km”. “Porque yo creo que hay muchas razones que pesan, el voto de los académicos es como misterioso, hay años que dices “qué curioso que ésta haya sido la elección”. Y muchas veces también hablamos de la Academia como si fuese una masa ¿no? y en realidad son muchas personas con ideas muy diversas, con gustos y criterios muy distintos y eso también es lo bonito. Estoy segura de que el estreno en Cannes nos ha traído mucha difusión hasta el punto de que al ser una peli pequeñita tal vez si se hubiera estrenado en otro lado hubiera tenido una repercusión mucho más discreta y en eso me siento muy agradecida. Bueno y de hecho, gracias a los Goya por ejemplo se ha vuelto a reestrenar la peli en salas”, apunta entusiasmada.
En definitiva: visibilidad, exposición, proyección, difusión. Ellas están aquí, haciendo cosas, creando historias, ideando universos, moldeando vidas. Tanto las que cuentan con la veteranía y la solidez de Icíar Bollaín como las que quieren ampliar el campo visual con sus miradas, sus luchas, sus particulares lenguajes audiovisuales y sus creaciones autorales y delicadas como en el caso de Clara Roquet. Da igual quién gane mañana, el premio de ser reconocidas en su trabajo ya lo tienen y eso, tal vez, sea mejor que todos los cabezones del mundo.