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Lluís Fernández

La maldición de Garland

Judy siempre fue un icono para los gay y Dorothy el banderín de enganche de ese mundillo que la venera como emblema del camino de baldosas amarillas que tuvieron que transitar hasta conseguir la igualdad

Judy Garland
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Judy siempre fue un icono para los gay y Dorothy el banderín de enganche de ese mundillo que la venera como emblema del camino de baldosas amarillas que tuvieron que transitar hasta conseguir la igualdad.

Con el paso del tiempo, el icono de Hollywood Judy Garland (en la imagen), casada cinco veces y cuatro veces divorciada, además de maltratada por los estudios y con sonados descensos al submundo de la droga y la depresión, se ha ido desvaneciendo hasta confundirse con su avatar más preciado: Dorothy, la niña protagonista de «El mago de Oz» (1939). Judy siempre fue un icono para los gay y Dorothy el banderín de enganche de ese mundillo que la venera como emblema del camino de baldosas amarillas que tuvieron que transitar hasta conseguir la igualdad, tras vencer a la bruja mala de Este y desenmascarar al mago de pacotilla. La canción «Over the Rainbow» dio origen a la bandera gay.

Dorothy llegó a ser una contraseña entre los homosexuales hasta que Susan Sontag definió esa «sensibilidad» estética en su teoría sobre el camp. Aún hoy, en los cruceros gay hay un córner con un piano de cola y un pianista llamado «El rincón de Dorothy». Judy Garland vivió una vida atada al estudio MGM desde niña, sufriendo del Señor Mayer abusos sexuales, como la mayoría de actrices de su época. Tanto sus padres como los directivos la mantuvieron activa trabajando desde los trece años a base de drogas: anfetaminas para despertarse, píldoras adelgazantes para el sobrepeso y tranquilizantes para dormirse, mezcladas ya en su madurez con alcohol, morfina para calmar el dolor y cocaína para seguir la juerga.

En Hollywood se la conocía por «Anfetamina Annie». Sus desequilibrios mentales la hicieron padecer anorexia, bulimia, alcoholismo y drogadicción en una lucha continua por superar su atormentada existencia. Se cortó las venas en 1947; la segunda vez cuando pilló a su marido Vincent Minnelli con un hombre en la cama y la última por sobredosis de barbitúricos: su pareja la encontró muerta sentada en el retrete. Lo más probable es que los chapines de rubí los haya robado un gay para ponérselos y tras trece años de dudas los ha devuelto al comprobar que no le entraban. Por