España

Cuando Unamuno amenazó al Rey

Cuando Unamuno amenazó al Rey
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Decía Antonio Machado que «de los cuatro Migueles que asumen y resumen las esencias de España (Miguel Servet, Miguel de Cervantes, Miguel de Molinos y Miguel de Unamuno) es Unamuno el último en el tiempo, de ningún modo el menor de los cuatro gigantes». De la magnitud del escritor vasco, de la profundidad de su pensamiento y de la influencia de su palabra hay muestra, no solamente en su obra literaria sino también en su epistolario. La Universidad de Salamanca, la misma en la que el autor de «Abel Sánchez» fue rector, ha asumido el reto de publicar su epistolario completo bajo el cuidado de Colette y Jean-Claude Rabaté, autores de la biografía de referencia del autor. El proyecto editorial, o, mejor dicho, este acontecimiento literario, viene a ser una suerte de memorias, de larga autobiografía que en los próximos años estará formada por ocho tomos con 2.800 cartas.

En esta primera entrega que se mueve entre 1880 y 1899, el lector se encuentra con el joven Unamuno a partir de 303 misivas, siendo inéditas 60 de ellas. Es la aparición de uno de los intelectuales más agudos de su tiempo, en una serie de textos que tiene como receptores a Rubén Darío, Leopoldo Alas Clarín, Ángel Ganivet y Francisco Giner de los Ríos, entre muchos otros.

Diferentes caras

El que será uno de los principales nombres de la denominada Generación del 98 empezó muy pronto a aficionarse a las comunicaciones epistolares. Con solo doce años, a consecuencia de la ley de abolición de los fueros del 21 de julio de 1876, envía con un amigo una carta al rey Alfonso XII con amenazas de muerte.

En esta magnífica edición, hay muchos Unamunos: está el íntimo y familiar, el intelectual y el político comprometido. Es alguien a quien no le importan las consecuencias de sus palabras, una voz crítica que puede llegar a resultar incómoda. Él mismo apunta, en referencia al periodista y escritor Francisco Fernández Villegas en 1896, que «no soy revolucionario aunque lo parezca y que mi modo de ser me lleva a expresar, por contrapuestas exageraciones, apareciendo ya anarquista, ya ultraconservador, ya materialista, ya místico, porque no sé buscar la diagonal». Al mismo emisor, en el mismo año, le recuerda que «acepto cualquier mote aunque no me siento insecto clasificable, a quien quepa meterle un alfiler por el coselete, con su etiqueta y clavarlo así en el corcho de la caja entomológica. Yo soy yo, como cada quisque, género aparte. Y mi progreso consiste en unamunizarme cada vez más».

A lo largo de estas cartas, Miguel de Unamuno abre polémicas, se acerca al socialismo, se encuentra ante la pérdida de las últimas colonias en Filipinas y Cuba y se preocupa por la situación que se vive en Cataluña hasta el punto de sentirse identificado con esa tierra. Es en Barcelona donde sus primeros textos cosechan más éxito y «es ahí donde el movimiento intelectual y artístico es más de mi agrado».