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¿Por qué decimos “poner los cuernos” ante una infidelidad?

Son varias la teorías que especulan dónde se originó este modismo
larazon
La Razón
  • Sofía Campos

    Sofía Campos

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Si alguien dice de una persona que no cabe por la puerta suele referirse a su cornamenta, que supera la altura del marco de la entrada. Es bastante común hablar de “cornudo” o de “poner los cuernos” cuando nos referimos a una infidelidad en una relación amorosa. Si bien en nuestro idioma los modismos están a la orden del día, como es el caso de “ser la leche”, “tomar el pelo a alguien” o “hablar por los codos”, la de “poner los cuernos” es uno de los más populares. Pero ¿qué significa y por qué lo utilizamos con este sentido?
La Real Academia Española (RAE) recoge esta acepción como una expresión coloquial que se limita a la infidelidad matrimonial. No obstante, la realidad es que su uso se extrapola a relaciones oficiales y no oficiales, sean noviazgos, prometidos o marido y mujer. De esta manera, que alguien ponga los cuernos a alguien significa que le ha sido infiel con otra persona, lo que significa traición y engaño. Si bien hay gente que utiliza también esta expresión para otro contexto que no sea el amoroso, lo cierto es que lo más común es que se refiera a una pareja.
De esta manera, esta expresión no es un caso moderno de expresión, sino que se utiliza desde hace siglos. De hecho, en el Diccionario de Autoridades de 1729, ya se encuentran ejemplos de este modismo, definiéndose como “faltar o hacer faltar a la fe del matrimonio”. No obstante, no está claro cuál es el origen de la expresión, por qué nos referimos a los cuernos para aludir a dicha idea. Y es en este sentido cuando surgen todo tipo de teorías.
Por un lado, la filóloga Héloïse Guerrier, en su obra “Guía etimológica”, explica que “poner los cuernos” nació en la Edad Media, cuando “el señor feudal, supuestamente, tenía derecho a acostarse con la esposa de su vasallo en la noche de bodas. Cuando se ejercía esto, se colgaba en la puerta de la casa del marido una cornamenta de ciervo”. En cambio, hay quienes apuntan al origen en la época vikinga: los jefes de las aldeas nórdicas reservaban su derecho a mantener relaciones sexuales con cualquier mujer, por lo que cuando estaban con una en concreto colgaban en sus puertas un casco adornado con cuernos de animales. De esta manera, mandaban la indirecta de que no querían ser interrumpidos.
Por último, hay quienes relacionan esta expresión con la mitología griega: según esta teoría, Pasifae, hija de Helios y la ninfa Creta, fue entregada al rey Minos como esposa, y ella fue infiel a su marido con un toro blanco. De esta relación nació una criatura con cabeza de toro y cuerpo humano: el Minotauro, y desde entonces sus cuernos se convirtieron en metáfora de la infidelidad.