El libro de la semana

Muñoz Molina relata la huella de los amores suspendidos

El escritor publica «No te veré morir», una reflexión sobre el amor de una pareja que interrumpió su pasión de juventud

Antonio Muñoz Molina
Antonio Muñoz MolinaLa RazónLa Razón

La obra de Antonio Muñoz Molina es, desde hace años, la de un clásico de la narrativa española. Académico de la RAE, galardonado con algunos de los más importantes premios literarios, su escritura ha merecido la admiración de la crítica y el seguimiento de los lectores. Nos ha fascinado y conmovido con novelas como «Beltenebros» (1989); «El jinete polaco» (1991); «Plenilunio» (1997); «Carlota Fainberg» (1999); «La noche de los tiempos» (2009) o «Tus pasos en la escalera» (2019), análisis del miedo y la violencia en las relaciones de pareja, entre otras obras, además de un extenso conjunto de artículos periodísticos, libros de relatos breves o celebrados ensayos críticos. Su literatura se caracteriza por la implicación con un pasado de reivindicado perfil democrático, una clara autorreferencialidad personal centrada en la ficticia población de Mágina, la combinación entre intrigantes tramas argumentales y los conflictos pasionales de los personajes, un pausado ritmo narrativo de certera adjetivación, así como el insobornable compromiso con acendrados valores éticos.

En esta línea publica «No te veré morir», novela de impecable factura realista, donde mucho tienen que ver la nostalgia sentimental del pasado, el transcurso del tiempo, y los contradictorios reproches y perdones del desamor. El título del libro, un verso de Idea Vilariño, nos sitúa ante una expectativa de emociones distanciadas y apasionados desencuentros. Gabriel Aristu, directivo bancario, y Adriana Zuber, profesora de artes plásticas, vivieron en su juventud, en la España de los años sesenta, una intensa relación amorosa, pero diversas circunstancias les separarán, instalándose él en EEUU, abriéndose a ilusionantes expectativas personales y profesionales; y permaneciendo ella en los limitados horizontes sociales del franquismo. Cincuenta años después se reencontrarán («Dijiste que volverías pronto y has tardado cincuenta años», le espeta Adriana), iniciando una vorágine de recuerdos, no exenta de punzantes recriminaciones junto a los rememorados momentos felices. Esta crónica de lo que pudo haber sido y no fue, una larga vida en común, sobrecoge por la minuciosidad psicológica con la que se aborda ese fracaso amoroso, que supone a la vez una meditación sobre el azaroso destino de cada cual, las irrecuperables oportunidades perdidas, y la frustración de los deseos impedidos.

Algunos personajes secundarios, que no menores, como el profesor Máiquez, amigo del protagonista, o Fanny, la cuidadora de la ya anciana Adriana, aportan las miradas, distanciadas y cercanas a la vez, sobre ese conflicto sentimental marcado por las obsesivas ausencias de un tiempo escamoteado. La recuperación del mismo, imposible, se hace acuciante en emotivos momentos íntimos: «Según se hablaban el uno al otro al oído, se confesaban todo lo que habían callado a lo largo de los años, se asombraban y hasta se enorgullecían de todo el tiempo que llevaban conociéndose, comprobaban y corregían recuerdos, suprimiendo todo aquello de lo que se arrepentían y lo que hubieran podido reprocharse, la cobardía, la negligencia de él, la impaciencia de ella, el modo en que cada uno se había dejado arrastrar hacia donde no quería, la facilidad tramposa que tenían los dos para perderse en fantasías estéticas en vez de hacer frente a las asperezas prácticas, a las coacciones y graduales chantajes de la realidad». Parte de las figuraciones imaginarias que los protagonistas intuyen el uno en el otro transcurren en sus sueños, en una conformación visionaria de las respectivas existencias que no pudieron vivir en común. Ficción y realidad se igualan en una entelequia mental de desazonadas perspectivas.

La añoranza de aquel amor no lo es sólo de la gozosa vivencia compartida, sino también, de la juventud que la presidía, los comunes proyectos de futuro y la presunción de una «eternidad» sentimental. Las referencias a la música clásica, Pau Casals especialmente, funcionan como fórmula de huida de una áspera realidad, lenitivo de las frustraciones amorosas, con el que paliar la soledad de unas vidas desaprovechadas. Conmueve la ancianidad de Adriana, su deseo terminal, el cansancio de una vida ya con pocas expectativas. Ambos protagonistas hacen recuento, desde una vejez descrita aquí con delicada ternura, de ese pasado de ausencias mutuas, sustituido por el i recuerdo de un ayer juvenil de ilusionadas esperanzas.

Opciones decisivas

Desde una asumida cotidianidad, estos personajes recuperarán aquel pasado, y cierto tema pendiente que no conviene desvelar aquí. Se repite una de las mejores constantes de esta literatura, la presencia de decisivas opciones vitales que acaban teniendo repercusiones éticas. ¿Y si Gabriel no se hubiera alejado en busca de oportunidades? ¿Y si Adriana le hubiera esperado? ¿Hubieran sido capaces de controlar un destino azaroso? Estas encrucijadas dan una dimensión de intriga psicológica y suspense circunstancial, que mantiene al lector pendiente de unas páginas de sólido planteamiento argumental y emotivo dramatismo. La Guerra Civil gravita sobre esta historia, especialmente en la figura del padre de Gabriel, deshecho por lo vivido en ese terrible enfrentamiento. Personajes bien construidos, una fascinante historia sentimental, la reflexión ficcional sobre el ineludible destino y el paso del tiempo, así como un estilo ágil de clásica configuración realista conforman la excelencia de esta novela, con la que Antonio Muñoz Molina profundiza en algunos de sus más característicos referentes narrativos, logrando una vez más interesar al lector con esta historia de desencuentros amorosos y conflictivas recuperaciones de lo no vivido y permanentemente anhelado.

Sobre el autor

Muñoz Molina se incluye en la mejor tradición del realismo clásico, con toques muy personales de reivindicativa pulsión ética y relevante crítica social, sin olvidar la penetrante

figuración psicológica de la que dota a sus personajes.

Ideal para...

Disfrutar con una historia de amores demorados en el tiempo, anclados en un pasado de melodramática sentimentalidad, que es a la vez una aguda reflexión sobre los efectos de la vejez y la fuerza de los recuerdos.

Una virtud

Sin serlo propiamente, alguna subtrama, por su propia eficacia argumental, daba para una mayor densidad narrativa; en especial tratándose de ciertos personajes secundarios, que contribuyen con su acertado perfil psicológico a la impecable construcción de la historia.

Un defecto

La capacidad de emocionar con una historia sencilla, aunque de un dramatismo atemperado aquí por la esperanzada mirada sobre los resortes humanos de la tolerancia, el enamoramiento y la tranquila asunción del inevitable paso del tiempo.

Puntuación

9/10