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cultura
«Verde, que te quiero verde»: marihuana en la cuna de Federico García Lorca
El Ayuntamiento de Fuente Vaqueros clama contra los residuos de los cultivos de cannabis al paso del río Genil por la población lorquiana

No hay sospechas de que con el «verde» que tanto empleaba Federico García Lorca en su poesía se refiriese a la marihuana; desde luego, en el simbolismo de su obra, tan estudiada desde el colegio hasta la universidad pasando por los talleres de lectura, este color de la esperanza se ha asociado con todo lo imaginable, especialmente con la muerte, pero nunca con la «maría», ni siquiera con la terapéutica. Aunque no descartemos que para verlo todo tan verde Lorca se fumara algún porrito.
Viene esta introducción a colación de que en la cuna del poeta granadino, Fuente Vaqueros, ha vuelto a evidenciarse que, en su entorno, así como en buena parte de la Vega de Granada, se cultiva marihuana «a punta pala»: esta vez ha sido el diario Ideal el que ha recogido la enésima denuncia del Ayuntamiento del municipio lorquiano, que clama contra los vertidos –bien visibles– de bolsas de basura repletas de las sobras de los cultivos de «maría» en el río Genil a su paso por Fuente Vaqueros: «Tierra, abono, maceteros, tallos y hojas procedentes de pelar los cogollos del cannabis», detalla la periodista del periódico provincial.
Y es que de un tiempo a esta parte, en este vergel a los pies de Sierra Nevada se dejaron de lado, para dedicarlos al cannabis como si del norte de Marruecos se tratara, sembrados menos productivos como el del refrescante chopo, el maiz, el olivo o el tabaco. De este último se aprovecharon las estructuras de los famosos y característicos secaderos de la Vega –protegidos bienes de interes histórico-cultural–, donde se ponía el tabaco rubio a secar, para reutilizarlos como viveros de cáñamo.
De hecho, Federico García Lorca ambienta su «Casa de Bernarda Alba» en el pueblo de Asquerosa, lindante con Fuente Vaqueros, y donde el poeta residió, que años más tarde cambiaría su nombre, por motivos evidentes, por el de Valderrubio –cuna, por cierto de Rafael Amargo, otro que ha tenido jaleos con la droga–, que no significa otra cosa que valle del tabaco rubio. Aún recuerdo cuando nuestra ignorante profesora de Lengua y Literatura, entre la Poncia y Pepe el Romano, nos dijo que Asquerosa era un pueblo inventado por Lorca, como Macondo o Comala. «!Y una p...! –le respondí yo saltando soezmente– ¡Si allí nació mi abuelo!».
No sabemos qué escribiría hoy el autor de «Romancero gitano» sobre estos episodios cannábicos –en la zona son frecuentes los apagones debido a los empalmes ilegales a la luz que requiere la verde planta, y no menos naturales los tiroteos entre clanes a causa de hacerse con la hegemonía del «oro verde»– que tienen en un sinvivir a los vecinos del jardín de su infancia. ¿Acaso escribiría «Verde, no te quiero verde. / ¿Verde viento, verdes ramas?: / llévenselos por el mar, / o allá arriba, a la montaña».
¿Y que diría el poeta andaluz de su Nueva York de Walt Whitman y de «auroras de negras palomas» ahora que el curso de la yerba es legal y por lo que las calles de Manhattan no huele a «esa brisa de límites oscuros» sino un pestazo a porro que echa para atrás?
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