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Fotografía

Liu Bolin: la imperfección humana no es invisible

El Palacio de Gaviria de Madrid acoge hasta el 15 de septiembre la primera muestra antológica del artista chino

El Palacio de Gaviria de Madrid acoge hasta el 15 de septiembre la primera muestra antológica del artista chino

Fíjese bien. Amplíe. Mire bien el cuadro que aparece en la imagen que encabeza este artículo. Ahí, en medio del Salone d'Onore del Palacio Real de Caserta (Italia) hay una persona, camuflada, mimetizada, pintada como si fuera parte del fondo que le rodea. Ese es Liu Bolin (46 años), el artista chino invisible que, desde 2005, ha fotografiado diferentes escenarios del mundo a modo de protesta. El Palacio de Gaviria de Madrid, en la exposición "The invisible man", acogerá parte de estas obras en la primera muestra antológica de Bolin, ilustrando su recorrido y, sobre todo, el de los últimos 10 años. Esta exhibición, que estará abierta al público hasta el 15 de septiembre, acoge 70 obras del artista, además de vídeos que ilustran su forma de transmitir, entre otros, un mensaje claro: "La humanidad, al construir la sociedad, ha destruido su propio hábitat".

Bolin, antes de hacer fotografías, era escultor. Realizaba figuras que después pintaba para mimetizarlas con el entorno. Sin embargo, "aún queriendo transmitir los mismos mensajes, el medio -la escultura- tenía menos potencia que si la figura fuese una persona de carne y hueso", explica Beatrice Benedetti, comisaria de la muestra. Por ello, y por no verse el artista involucrado real y directamente en su obra, decidió que el protagonista sería él. Tal era su propósito de ser visto -aún intentando ser invisible- que fue perseguido por el gobierno chino durante varios años.

Todo comenzó en Suojia Village, un barrio del norte de Pekín que estaba repleto de artistas. Entre ellos, Bolin. El gobierno chino decidió abolir este lugar, sin dejar más que resentimiento y un impacto tan determinante que empujó al fotógrafo a utilizar el arte para su propia protesta. Para ello, comenzó a desarrollar una técnica particular: además de ser él el modelo de sus imágenes, varios ayudantes le pintaban todo el cuerpo -desde el pelo hasta la punta de los zapatos-, dándole una sensación de transparencia, invisibilidad. Siempre, vestido con el mismo traje: uno que, "aunque parezca militar, no lo es, ni tampoco civil, manera con la que simboliza al hombre de la calle", apunta Benedetti.

El gobierno chino que censura, elimina y persigue a los artistas es el que Bolin va a denunciar a través de su mimetismo y que transmitirá más tarde al mundo. En esta protesta, el fotógrafo se pone ante lugares derribados o por derribar, en cuyos muros hay inscripciones que anuncian su inminente desaparición. De esta forma, materializa la pérdida de unos ciudadanos que se despiden de su barrio -en la fotografía "Haciendo públicos los presupuestos del gobierno"-, así como a trabajadores que se han quedado sin empleo y posan ante su fábrica -en "Trabajadores despedidos". Estos ciudadanos no existen para su gobierno, al igual que estos empleados no existen para la fábrica. Son invisibles, olvidados, eliminados, y Bolin los recupera para, de alguna manera, recordarlos o hacerles justicia.

Aún habiendo sido perseguido por el gobierno chino, no lo fue tanto como Ai Weiwei, pues Bolin consiguió hacerse invisible. No es el grado de persecución de un artista lo que califica su valor, sino los mensajes que transmiten sus obras. Y el de Bolin es un mensaje de denuncia, pero silenciosa, neutral, como un camaleón que se mimetiza con el fondo sin dejar de expresar su propia identidad.

Un cambio que también se observa en la exposición es en su paso de China hacia Italia. De una mirada hacia la decadencia, Bolin pasa a observar el optimismo que vincula con Occidente. "Los eslóganes que aparecían en sus fotografías de China contenían una propaganda política que los ciudadanos asimilaban de forma inconsciente", explica la comisaria. Y, de la misma forma que en China se inoculan estos mensajes propagandísticos y políticos, en países como Italia él se da cuenta de que se debería inocularse el optimismo. Y es que, aunque la historia de Pompeya siempre ha sido una catástrofe, para Bolin es también el principio de la conservación de sus ruinas. Es decir, ante la eliminación y posterior olvido de barrios y lugares en China, el fotógrafo valora bastante -y así lo demuestra en su obra- cómo "en Italia no se ha destruido la historia, sino que se ha conservado para su posterior progreso", apunta Benedetti. Y esto debería ayudar a mirar estas historias de forma más optimista.

La última fase de la exhibición da un nuevo giro. Denominada "Migrantes", esta parte se contrapone al optimismo que tanto celebraba en el Ponte Rialto de Venecia o en el Ponte Sant'Angelo de Roma. Ahora, Bolin se encuentra en las playas de Lampedusa y Catania, y deja de ser el protagonista de sus imágenes para que lo sean las historias de aquellos inmigrantes que yacen en la arena de las playas, olvidados por el país al que llegan. Ejemplo de tal olvido es la obra "Europa Azul", en la que aparecen varias personas, todas pintadas de azul -haciendo alusión al color de Europa-, en una composición que recuerda a la Piedad de Miguel Ángel. De nuevo, la fotografía de Bolin transmite historias y busca "entender el sufrimiento de las personas y, a la vez, enseñar al mundo la imperfección humana", apunta Benedetti.